/ lunes 27 de junio de 2022

Ahora sí como Juárez: se enfrenta a la Iglesia


Elegido como el primer presidente de izquierda en la historia del país en 2018, Andrés Manuel López Obrador es en realidad uno de los políticos que mejor ha sabido capitalizar el apoyo de los grupos religiosos para hacer crecer su movimiento, lo que le ha merecido ser señalado por muchos como un político conservador, con vínculos con las iglesias cristianas, evangélicas y, sobre todo, con los jesuitas. En una simple revisión de los hechos que llevaron a la silla presidencial al tabasqueño, y de los que han enmarcado el periodo de su administración, se encuentran evidencias de apoyo de las iglesias evangélicas a través del ya desaparecido Partido Encuentro Social, además de la colaboración en diversos programas sociales y de pacificación de la poderosa Compañía de Jesús, la orden religiosa a la que pertenece incluso el Papa Francisco.

Fue esta misma congregación la que, según los expertos, estuvo a punto descarrilar en 2012 la candidatura de Enrique Peña Nieto, a través del famoso movimiento #YoSoy132 emanado de su Universidad Iberoamericana, y la que más abiertamente mostró su beneplácito con la victoria de AMLO, al grado de manifestar en sus órganos oficiales de comunicación que se iniciaba la construcción de un país “ejemplo de amor, servicio y justicia”.

La Compañía de Jesús fue, efectivamente, una de las invitadas a las mesas de pacificación anunciadas desde el periodo de transición. De hecho, el equipo de López Obrador aseguraba que participaría en éstas el propio Papa, noticia que fue desmentida en su momento con el consecuente desprestigio de la hoy ministra de la Suprema Corte de Justicia Loretta Ortiz Ahlf, vinculada a la congregación a través de la facultad de derecho de la UIA.

Pero los hechos del pasado lunes, en los que fueron víctimas de la delincuencia dos integrantes de la comunidad jesuita, amenazan con acabar con esa buena relación. Más aún, han puesto a los principales jerarcas de la orden religiosa, entre los que se incluye al pontífice Jorge Mario Bergoglio, como férreos críticos de la estrategia de seguridad de la 4T, la misma que ellos avalaron e impulsaron en un principio.

Pocas veces el sumo pontífice, y los encargados de su comunicación, pasan de los mensajes de lamentación y apoyo a los de reclamo, y en esta ocasión sí lo hicieron. ¡Cuántos asesinatos en México! Se leía en el mensaje que se difundió a través de las redes oficiales, como una severa crítica al clima de inseguridad extremo que se vive en este país, y a la estrategia de pacificación que sigue priorizando los abrazos como símbolo de una lacerante impunidad.

Como nunca en la historia de este sexenio, la 4T enfrenta la crítica y los ataques de una de las más poderosas órdenes religiosas, para enfrentar un escenario ahora sí similar al que vivieron Juárez y los gobiernos revolucionarios. ¿Se responderá, igual que en aquellos tiempos, con ofensas, sendas leyes de Reforma y una guerra?


Elegido como el primer presidente de izquierda en la historia del país en 2018, Andrés Manuel López Obrador es en realidad uno de los políticos que mejor ha sabido capitalizar el apoyo de los grupos religiosos para hacer crecer su movimiento, lo que le ha merecido ser señalado por muchos como un político conservador, con vínculos con las iglesias cristianas, evangélicas y, sobre todo, con los jesuitas. En una simple revisión de los hechos que llevaron a la silla presidencial al tabasqueño, y de los que han enmarcado el periodo de su administración, se encuentran evidencias de apoyo de las iglesias evangélicas a través del ya desaparecido Partido Encuentro Social, además de la colaboración en diversos programas sociales y de pacificación de la poderosa Compañía de Jesús, la orden religiosa a la que pertenece incluso el Papa Francisco.

Fue esta misma congregación la que, según los expertos, estuvo a punto descarrilar en 2012 la candidatura de Enrique Peña Nieto, a través del famoso movimiento #YoSoy132 emanado de su Universidad Iberoamericana, y la que más abiertamente mostró su beneplácito con la victoria de AMLO, al grado de manifestar en sus órganos oficiales de comunicación que se iniciaba la construcción de un país “ejemplo de amor, servicio y justicia”.

La Compañía de Jesús fue, efectivamente, una de las invitadas a las mesas de pacificación anunciadas desde el periodo de transición. De hecho, el equipo de López Obrador aseguraba que participaría en éstas el propio Papa, noticia que fue desmentida en su momento con el consecuente desprestigio de la hoy ministra de la Suprema Corte de Justicia Loretta Ortiz Ahlf, vinculada a la congregación a través de la facultad de derecho de la UIA.

Pero los hechos del pasado lunes, en los que fueron víctimas de la delincuencia dos integrantes de la comunidad jesuita, amenazan con acabar con esa buena relación. Más aún, han puesto a los principales jerarcas de la orden religiosa, entre los que se incluye al pontífice Jorge Mario Bergoglio, como férreos críticos de la estrategia de seguridad de la 4T, la misma que ellos avalaron e impulsaron en un principio.

Pocas veces el sumo pontífice, y los encargados de su comunicación, pasan de los mensajes de lamentación y apoyo a los de reclamo, y en esta ocasión sí lo hicieron. ¡Cuántos asesinatos en México! Se leía en el mensaje que se difundió a través de las redes oficiales, como una severa crítica al clima de inseguridad extremo que se vive en este país, y a la estrategia de pacificación que sigue priorizando los abrazos como símbolo de una lacerante impunidad.

Como nunca en la historia de este sexenio, la 4T enfrenta la crítica y los ataques de una de las más poderosas órdenes religiosas, para enfrentar un escenario ahora sí similar al que vivieron Juárez y los gobiernos revolucionarios. ¿Se responderá, igual que en aquellos tiempos, con ofensas, sendas leyes de Reforma y una guerra?