/ martes 4 de mayo de 2021

Carrerando la chuleta | De apodos y ofensas


Es común que en México, o al menos en esta zona, lleguemos a identificar a las personas más por sus apodos que por su nombre, y normalmente es con cierta forma de cariño, por ejemplo El May, que en paz descanse; el legendario Chupa mocos, o en mi caso el Gordo o La Chuleta, pero con esto no se comete ningún perjuicio contra esa persona, es sólo una forma más de nombrarla, pero ¿Qué pasa cuando una persona se confunde y en lugar de usar apodos para identificar a alguien los utiliza para violentarlo?

Se habrá percatado ya que en algunas páginas de muy barata circulación, física y por internet, se nota no la falta de recursos económicos sino de formación escolar básica, y que en la retahíla de palabras no encuentran la forma de transmitir una idea coherente, en primera porque no la tienen, pero sobre todo porque el afán es sólo denostar por denostar, que incluso promueven la violencia. Asunto de por sí lamentable, pero más aún cuando esto lo hacen sistemáticamente contra una mujer; el asunto se agrava porque la lucha por lograr la igualdad de derechos y oportunidades sigue siendo muy dura, pero además van contra la ley.

Los asuntos de corrupción y de mala gestión pública deben denunciarse, se trate de quien se trate, o al menos eso se espera, pero cuando el objetivo no es dar a conocer el hecho en sí, sino utilizarlo como pretexto para demostrar que eso se dio por cuestiones de género, eso ya tiene otros tintes y fines, porque entonces lo que se está haciendo es promover estereotipos contra la capacidad de las mujeres para desempeñar determinadas actividades –en este caso políticas–, lo que atenta directamente contra sus derechos, porque además de todo, cuando es ese el fin, son afirmaciones que no están sustentadas, no hay fuentes, no hay documentos, las realizan al puritito chingadazo.


Soy defensor de la libertad de expresión, pero el comportamiento hostil que en determinados portales, redes sociales y prensa electrónica circulan contra las mujeres, por ser mujeres, es otra cosa. Recientemente y con mucha tristeza veía una publicación emitida por uno de los tantos portales existentes, en donde se catalogaba con apodos ofensivos y cometiendo un sinnúmero de delitos, a una de las candidatas a un cargo de elección popular en la zona, y me preguntaba si realmente creen que mientras más motiven el odio más van a abonar a la democracia que dicen defender y buscar.


Hoy en día la ley nos protege como periodistas y protege, al menos en letra, a las mujeres, salvaguarda el derecho que tienen de participar activamente en la vida política del país, pero la violencia digital contra ellas es un tema que se ha dejado a un lado y que tristemente a veces se desborda. Quiero pensar que la sociedad ya se toma con más cautela ese tipo de comentarios, que prefiere debates de ideas, de hechos, no de estereotipos y mentadas de madre.

Pareciera que en política todo se vale, pero que ese todo sean propuestas, soluciones, ideas, hechos contundentes, no habladurías, chismes y denostaciones en “medios” que oportunistamente son creados expresamente para eso y que parecen más un gran bote de basura que un lugar de análisis e información política.


Es común que en México, o al menos en esta zona, lleguemos a identificar a las personas más por sus apodos que por su nombre, y normalmente es con cierta forma de cariño, por ejemplo El May, que en paz descanse; el legendario Chupa mocos, o en mi caso el Gordo o La Chuleta, pero con esto no se comete ningún perjuicio contra esa persona, es sólo una forma más de nombrarla, pero ¿Qué pasa cuando una persona se confunde y en lugar de usar apodos para identificar a alguien los utiliza para violentarlo?

Se habrá percatado ya que en algunas páginas de muy barata circulación, física y por internet, se nota no la falta de recursos económicos sino de formación escolar básica, y que en la retahíla de palabras no encuentran la forma de transmitir una idea coherente, en primera porque no la tienen, pero sobre todo porque el afán es sólo denostar por denostar, que incluso promueven la violencia. Asunto de por sí lamentable, pero más aún cuando esto lo hacen sistemáticamente contra una mujer; el asunto se agrava porque la lucha por lograr la igualdad de derechos y oportunidades sigue siendo muy dura, pero además van contra la ley.

Los asuntos de corrupción y de mala gestión pública deben denunciarse, se trate de quien se trate, o al menos eso se espera, pero cuando el objetivo no es dar a conocer el hecho en sí, sino utilizarlo como pretexto para demostrar que eso se dio por cuestiones de género, eso ya tiene otros tintes y fines, porque entonces lo que se está haciendo es promover estereotipos contra la capacidad de las mujeres para desempeñar determinadas actividades –en este caso políticas–, lo que atenta directamente contra sus derechos, porque además de todo, cuando es ese el fin, son afirmaciones que no están sustentadas, no hay fuentes, no hay documentos, las realizan al puritito chingadazo.


Soy defensor de la libertad de expresión, pero el comportamiento hostil que en determinados portales, redes sociales y prensa electrónica circulan contra las mujeres, por ser mujeres, es otra cosa. Recientemente y con mucha tristeza veía una publicación emitida por uno de los tantos portales existentes, en donde se catalogaba con apodos ofensivos y cometiendo un sinnúmero de delitos, a una de las candidatas a un cargo de elección popular en la zona, y me preguntaba si realmente creen que mientras más motiven el odio más van a abonar a la democracia que dicen defender y buscar.


Hoy en día la ley nos protege como periodistas y protege, al menos en letra, a las mujeres, salvaguarda el derecho que tienen de participar activamente en la vida política del país, pero la violencia digital contra ellas es un tema que se ha dejado a un lado y que tristemente a veces se desborda. Quiero pensar que la sociedad ya se toma con más cautela ese tipo de comentarios, que prefiere debates de ideas, de hechos, no de estereotipos y mentadas de madre.

Pareciera que en política todo se vale, pero que ese todo sean propuestas, soluciones, ideas, hechos contundentes, no habladurías, chismes y denostaciones en “medios” que oportunistamente son creados expresamente para eso y que parecen más un gran bote de basura que un lugar de análisis e información política.