/ sábado 13 de octubre de 2018

CARREREANDO LA CHULETA

SIGAMOS TIRANDO COMIDA, TOTAL HAY MUCHA

Recuerdo cuando iba llegando de la escuela, desde una cuadra antes ya comenzaba oler lo que había preparado la filósofa de Xochiltepec, pocas cosas disfruto tanto como el olor de la comida recién hecha o del café, me iba acercando y sabía si había arroz, sopa, pollo frito, cocido… Los pasos se me hacían largos con el rayo del sol y la gran hambre que traía ya a esas horas.

A mí me enseñaron a no desperdiciar, no se me viene a la cabeza en este momento algo que definitivamente no coma, en primera por tragón, en segunda, porque no podía retirarme de la mesa sin haber dejado el plato limpio, pues aunque en la casa había varios chuchos dispuestos a ayudarme con lo que fuera, la filósofa lo impedía con una mirada tan profunda que mejor era comerse las cosas antes que hacerle frente a esos ojos que aún no sé cómo es que siendo los más tiernos, echaban fuego y balazos.

Cuando vi la escandalosa cantidad de comida que se desperdicia en México, no pude sino pensar en todas las personas que podrían comer con eso. Es tan absurdo como si dijéramos que tenemos sed y tiráramos al suelo una cerveza bien fría, sería algo muy cercano al crimen, y ya no diga si va acompañada de una botana y una buena compañía, pero ya me desvié. El punto es qué podemos hacer para que la comida que le sobra a “A” se la pueda comer “B”.

Son 20 millones de toneladas anuales de alimentos, que si hacemos un poco de matemáticas se traducen en más de 50 mil toneladas al día y pongamos que alguien se puede comer el equivalente a un kilo, son, según mis cálculos al aire, como 50 millones de personas las que se podrían alimentar y si sólo en Chiapas habemos algo más de 5 millones, ceros más, ceros menos, creo que fácilmente podríamos acabar con el hambre en el país. El costo de todo lo que tiramos es de 25 mil millones de dólares al año, díganme dónde me formo para lo que podría tocarme diario.

Pero además de que estamos tirando lo que le hace falta a otros, las malas cosas vienen siempre acompañadas, es como cuando la suegra le cae con la cuñada y en domingo. Estamos generando basura, misma que ya no sabemos ni qué hacer con ella y por si esto fuera poco, seguimos abonando a la creciente demanda de alimentos, es decir, se desperdicia además agua, energía, ya no hay espacio suficiente para las actividades primarias.

A nivel mundial, la situación es igual de grave, para que se dé una idea, son 1,300 millones de toneladas de alimentos desperdiciados, de acuerdo con los expertos que están igual de alarmados que yo, se requiere una superficie similar a la de China para producir esta cantidad de alimentos, cuyo costo es de 940,000 millones de dólares, más o menos dos veces a los ingresos del gigante Walmart, así lo señalan.

Estos asuntos son como la ecología, la mayor parte nos toca a nosotros, porque si bien las autoridades pueden establecer algunas políticas que ayuden a mejorar la situación, las pequeñas acciones que van sumando son las que hacemos nosotros mismos.

He conocido por ejemplo pequeños -y conscientes- empresarios que a determinada hora de la noche antes de cerrar dan el pan que sobró a un precio simbólico o de plano, lo regalan, precisamente para no tirarlo. Es una decisión que beneficia a todos, porque es un producto aún de calidad que se puede aprovechar y que aunque no pareciera hasta el dueño sale ganando, porque acciones como ésta cuentan a la hora de preferir un negocio.

Si en su casa son de los que no comen nada del día anterior, es muy respetable, pero al menos ubique un chucho necesitado de alimento.

En cuanto a políticas públicas ya hay esfuerzos muy interesantes, por ejemplo, Francia fue el primer país del mundo (en este mismo año) que prohibió a los supermercados tirar o destruir los alimentos que no vendan. En lugar de eso, son obligados por ley a donarlos a organizaciones benéficas y bancos de alimentos que serán los encargados de distribuirlos entre los necesitados. Viajeros legisladores no necesitan ir a Francia para investigar, con que se pongan a leer un poco se darán cuenta que puede ser una buena medida y aunque las grandes cadenas instaladas en México le ofrezcan llevarles su súper de por vida, por favor no sucumban y ayuden a que haya menos basura y menos hambrientos.

En fin querido lector, así como lo he invitado a evitar seguir generando basura, cualquier esfuerzo es bienvenido; ahora le hago un atento llamado para no desperdiciar comida, no al menos mientras haya tanta gente en nuestro mismo estado que no puede hacer ni una comida decente al día.

SIGAMOS TIRANDO COMIDA, TOTAL HAY MUCHA

Recuerdo cuando iba llegando de la escuela, desde una cuadra antes ya comenzaba oler lo que había preparado la filósofa de Xochiltepec, pocas cosas disfruto tanto como el olor de la comida recién hecha o del café, me iba acercando y sabía si había arroz, sopa, pollo frito, cocido… Los pasos se me hacían largos con el rayo del sol y la gran hambre que traía ya a esas horas.

A mí me enseñaron a no desperdiciar, no se me viene a la cabeza en este momento algo que definitivamente no coma, en primera por tragón, en segunda, porque no podía retirarme de la mesa sin haber dejado el plato limpio, pues aunque en la casa había varios chuchos dispuestos a ayudarme con lo que fuera, la filósofa lo impedía con una mirada tan profunda que mejor era comerse las cosas antes que hacerle frente a esos ojos que aún no sé cómo es que siendo los más tiernos, echaban fuego y balazos.

Cuando vi la escandalosa cantidad de comida que se desperdicia en México, no pude sino pensar en todas las personas que podrían comer con eso. Es tan absurdo como si dijéramos que tenemos sed y tiráramos al suelo una cerveza bien fría, sería algo muy cercano al crimen, y ya no diga si va acompañada de una botana y una buena compañía, pero ya me desvié. El punto es qué podemos hacer para que la comida que le sobra a “A” se la pueda comer “B”.

Son 20 millones de toneladas anuales de alimentos, que si hacemos un poco de matemáticas se traducen en más de 50 mil toneladas al día y pongamos que alguien se puede comer el equivalente a un kilo, son, según mis cálculos al aire, como 50 millones de personas las que se podrían alimentar y si sólo en Chiapas habemos algo más de 5 millones, ceros más, ceros menos, creo que fácilmente podríamos acabar con el hambre en el país. El costo de todo lo que tiramos es de 25 mil millones de dólares al año, díganme dónde me formo para lo que podría tocarme diario.

Pero además de que estamos tirando lo que le hace falta a otros, las malas cosas vienen siempre acompañadas, es como cuando la suegra le cae con la cuñada y en domingo. Estamos generando basura, misma que ya no sabemos ni qué hacer con ella y por si esto fuera poco, seguimos abonando a la creciente demanda de alimentos, es decir, se desperdicia además agua, energía, ya no hay espacio suficiente para las actividades primarias.

A nivel mundial, la situación es igual de grave, para que se dé una idea, son 1,300 millones de toneladas de alimentos desperdiciados, de acuerdo con los expertos que están igual de alarmados que yo, se requiere una superficie similar a la de China para producir esta cantidad de alimentos, cuyo costo es de 940,000 millones de dólares, más o menos dos veces a los ingresos del gigante Walmart, así lo señalan.

Estos asuntos son como la ecología, la mayor parte nos toca a nosotros, porque si bien las autoridades pueden establecer algunas políticas que ayuden a mejorar la situación, las pequeñas acciones que van sumando son las que hacemos nosotros mismos.

He conocido por ejemplo pequeños -y conscientes- empresarios que a determinada hora de la noche antes de cerrar dan el pan que sobró a un precio simbólico o de plano, lo regalan, precisamente para no tirarlo. Es una decisión que beneficia a todos, porque es un producto aún de calidad que se puede aprovechar y que aunque no pareciera hasta el dueño sale ganando, porque acciones como ésta cuentan a la hora de preferir un negocio.

Si en su casa son de los que no comen nada del día anterior, es muy respetable, pero al menos ubique un chucho necesitado de alimento.

En cuanto a políticas públicas ya hay esfuerzos muy interesantes, por ejemplo, Francia fue el primer país del mundo (en este mismo año) que prohibió a los supermercados tirar o destruir los alimentos que no vendan. En lugar de eso, son obligados por ley a donarlos a organizaciones benéficas y bancos de alimentos que serán los encargados de distribuirlos entre los necesitados. Viajeros legisladores no necesitan ir a Francia para investigar, con que se pongan a leer un poco se darán cuenta que puede ser una buena medida y aunque las grandes cadenas instaladas en México le ofrezcan llevarles su súper de por vida, por favor no sucumban y ayuden a que haya menos basura y menos hambrientos.

En fin querido lector, así como lo he invitado a evitar seguir generando basura, cualquier esfuerzo es bienvenido; ahora le hago un atento llamado para no desperdiciar comida, no al menos mientras haya tanta gente en nuestro mismo estado que no puede hacer ni una comida decente al día.