/ martes 31 de marzo de 2020

Carrereando La Chuleta: Distancia uno, dos, tres

Llevamos a los niños a la escuela, equivocadamentepara que “los eduquen” -porque eso se hace principalmente en casa- para que lesenseñen el orden, la disciplina, además de las letras y los números. Según,algunos parámetros mundiales esto último no lo hemos hecho muy bien, porque elnivel de comprensión lectora de los pubertos de secundaria -sólo por poner unejemplo- es bastante deficiente y ya ni me quiero meter con las matemáticas,andamos en niveles por debajo del piso, pero en estos momentos la mala noticiano es esa, el problema es que tampoco aprendimos algo, pero nadita de orden ydisciplina.

En balde nos asoleamos no sé cuántasmañanas para tomar distancia en el patio de la escuela ¿recuerda? Con el brazoextendido hacia adelante la punta de los dedos apenas si debía rozar alcompañero de enfrente, también a los lados había que dejar el espacio para quese pudiera pasar entre fila y fila de chamacos. ¡Pues ni eso sabemos hacer!

La campaña de Susana Distancia le está costando millones de pesos al Estado, nocrea que los publicistas trabajan gratuitamente, pero es dinero que se estáyendo por el caño. Pareciera que a nadie le importa. Si es para ir al banco,para pagar en el supermercado, para comerse unos tacos, seguimos estandopegados los unos con los otros.

Ya dieron a conocer un ejemplo, sólo uno,del número de personas que tuvieron contacto con un portador del Covid-19 y elriesgo actual en este momento, es para 280 personas que tuvieron contacto conél, así como lo lee, un solo individuo, que durante días y días no supo quetenía el virus y que anduvo de compras, que fue al cajero, que entró y salió dealgunos establecimientos, pudo haber pasado el virus a ese número de personas ycada una de esas probablemente a otras tantas. Así es como vienen los colapsospara los sistemas de salud.

No nos cuesta nada aprender a mantenernosalejados, me parece hasta increíble que la autoridad, así como lo hacían lasmaestras de las escuelas, tengan que andar en las calles “ordenando” a laspersonas, que no tienen ni cinco, ni seis años. Como si no hubiera urgenciasqué atender, como si en estos momentos no hubiera cien cosas más provechosasqué hacer en lugar de andarse peleando (porque hasta eso, se indignan cuandoles sugieres cómo comportarse por su propio bien), con la gente que no entienderazones.

Seguimos haciendo pequeños tumultos depersonas acá y allá, andamos como si nada y no se trata del pánico colectivo,sino de un poco de conciencia, porque si uno de esos que se cree “inmune”(nadie lo es, hasta la fecha) se enferma, se lleva de calle a cientos más, delos cuales ni idea tiene de su estado de salud y que podrían morir sin que élse entere y sólo por su imprudencia.

Ojalá no tengamos que volver a recurrir ala autoridad para que nos enseñe las reglas básicas del comportamiento. Amuchos nos voló la chancla por desobedientes y por ponernos en peligro a loabsurdo (¿podré escribir estúpido?); es increíble que ahora estén haciendo faltacientos de chanclas que nos ubiquen, que nos hagan abrir los ojos y como aveces nos decían nuestras adoradas viejitas: “no lo hagas por ti, pero hazlopor mí”.

Hagámoslo por ellos, por ellas, por los másvulnerables, no nos convirtamos en portadores por imprudentes, por no quererseguir una regla que es de lo más simple que puede haber. Repita conmigo: tomardistancia, uno, dos, tres y si se siente como tonto haciéndolo, imagínese comose ve cuando ni siquiera eso quiere hacer.

Llevamos a los niños a la escuela, equivocadamentepara que “los eduquen” -porque eso se hace principalmente en casa- para que lesenseñen el orden, la disciplina, además de las letras y los números. Según,algunos parámetros mundiales esto último no lo hemos hecho muy bien, porque elnivel de comprensión lectora de los pubertos de secundaria -sólo por poner unejemplo- es bastante deficiente y ya ni me quiero meter con las matemáticas,andamos en niveles por debajo del piso, pero en estos momentos la mala noticiano es esa, el problema es que tampoco aprendimos algo, pero nadita de orden ydisciplina.

En balde nos asoleamos no sé cuántasmañanas para tomar distancia en el patio de la escuela ¿recuerda? Con el brazoextendido hacia adelante la punta de los dedos apenas si debía rozar alcompañero de enfrente, también a los lados había que dejar el espacio para quese pudiera pasar entre fila y fila de chamacos. ¡Pues ni eso sabemos hacer!

La campaña de Susana Distancia le está costando millones de pesos al Estado, nocrea que los publicistas trabajan gratuitamente, pero es dinero que se estáyendo por el caño. Pareciera que a nadie le importa. Si es para ir al banco,para pagar en el supermercado, para comerse unos tacos, seguimos estandopegados los unos con los otros.

Ya dieron a conocer un ejemplo, sólo uno,del número de personas que tuvieron contacto con un portador del Covid-19 y elriesgo actual en este momento, es para 280 personas que tuvieron contacto conél, así como lo lee, un solo individuo, que durante días y días no supo quetenía el virus y que anduvo de compras, que fue al cajero, que entró y salió dealgunos establecimientos, pudo haber pasado el virus a ese número de personas ycada una de esas probablemente a otras tantas. Así es como vienen los colapsospara los sistemas de salud.

No nos cuesta nada aprender a mantenernosalejados, me parece hasta increíble que la autoridad, así como lo hacían lasmaestras de las escuelas, tengan que andar en las calles “ordenando” a laspersonas, que no tienen ni cinco, ni seis años. Como si no hubiera urgenciasqué atender, como si en estos momentos no hubiera cien cosas más provechosasqué hacer en lugar de andarse peleando (porque hasta eso, se indignan cuandoles sugieres cómo comportarse por su propio bien), con la gente que no entienderazones.

Seguimos haciendo pequeños tumultos depersonas acá y allá, andamos como si nada y no se trata del pánico colectivo,sino de un poco de conciencia, porque si uno de esos que se cree “inmune”(nadie lo es, hasta la fecha) se enferma, se lleva de calle a cientos más, delos cuales ni idea tiene de su estado de salud y que podrían morir sin que élse entere y sólo por su imprudencia.

Ojalá no tengamos que volver a recurrir ala autoridad para que nos enseñe las reglas básicas del comportamiento. Amuchos nos voló la chancla por desobedientes y por ponernos en peligro a loabsurdo (¿podré escribir estúpido?); es increíble que ahora estén haciendo faltacientos de chanclas que nos ubiquen, que nos hagan abrir los ojos y como aveces nos decían nuestras adoradas viejitas: “no lo hagas por ti, pero hazlopor mí”.

Hagámoslo por ellos, por ellas, por los másvulnerables, no nos convirtamos en portadores por imprudentes, por no quererseguir una regla que es de lo más simple que puede haber. Repita conmigo: tomardistancia, uno, dos, tres y si se siente como tonto haciéndolo, imagínese comose ve cuando ni siquiera eso quiere hacer.