/ jueves 6 de enero de 2022

Carrereando la chuleta | Troleemos a los chinos


Por años, “hecho en China” ha sido sinónimo de barato, mal hecho y aún así, sigue siendo una opción ampliamente utilizada por el consumidor, es decir, aunque se sabe que la vida útil de los productos es limitada y la garantía prácticamente nula, los compran.

Claro que las cosas han ido cambiando y actualmente hay productos orientales que son muy buenos, por ejemplo en telefonía celular, electrodomésticos, equipos de sonido o video, pero en otros definitivamente es tirar el dinero, y entre más barato el riesgo es mayor.

En segmentos bien definidos como el de la comida rápida o instantánea tienen un posicionamiento bárbaro en el mercado latinoamericano. Sopas, salsas, fideos, aceites, embutidos, carne seca, que se comercializan muy bien y no tienen competencia; son los amos y señores.

Ahora vamos con el sello “hecho en México”. Ha costado un montonal de esfuerzo que se asocie –lo cual me llena de gusto y orgullo– con calidad, durabilidad, garantía y muchas veces acompañado de buenos precios, altamente recomendables, pues, en todos los sectores, el industrial, el de la manufactura, artesanías por supuesto y en productos que tienen leyes demasiado enérgicas, casi opresoras. Es justo este último el que hizo saltar la liebre en mi cabeza.

Aclaro que no la estoy defendiendo ni diciendo que deba ser la base de la alimentación, pero por ejemplo a la sopa Nissin, que está hecha en México, la ley se encargó prácticamente de desaparecerla porque tiene exceso de sal, no es nutritiva y todos los etcéteras que le quiera agregar, pero me pregunto por qué la misma ley no regula entonces el ingreso de sopas, igual de malas, provenientes de China, si ambas son, dicho de la manera más amable, la misma porquería.

Que podamos revertir eso está complicado, en todo caso ahí hay chamba para los legisladores, pero lo que sí podemos hacer es que los gigantescos ingresos que se llevan los chinos por la descomunal venta de sus productos los pongamos en el bolsillo de empresas mexicanas, lo que evidentemente generaría empresas y empleos, y claro que no estoy hablando de que entonces comencemos a hacer cosas sin garantía y baratas, podríamos hacerlas y regarlas por todo el mundo como hacen ellos, pero no es el caso.

Pero además Aduana tiene que hacer su trabajo, si por la vía legal estamos inundados de productos chinos, además hay otro tanto ilegal y no hay que ser muy sabio para darse cuenta, ¿por qué no los decomisan? Bastaría con que se dieran una vuelta en mercados e incluso en algunos centros comerciales, ¿o no lo quieren ver?

Y es que ante estos tiempos de crisis que estamos enfrentando, la verdad sí da envidia, o coraje, o las dos. En un lugar que todos conocen (sobre todo los de Aduana) pude ver la canasta que tenía un señor a modo de caja registradora, el día 30 de diciembre, para la venta de juguetes “importados por el río”. Juguetes que evidentemente no cumplen ni con los mínimos estándares de seguridad, en los que no se garantiza el uso de pintura sin plomo, que no traen manuales en español, y todas estas cosas que se supone la Ley mexicana prohíbe. Pues esa canasta-caja registradora estaba a reventar de dinero, puros de a 500 y libres de impuestos. Y por supuesto en el pequeño negocio también se comercializaban sopas, salsas, ropa, zapatos, y descaradamente fayuca. Muy probablemente también vendan la vacuna contra el Covid que viene.

Todo eso es dinero que está dejando de percibir el productor mexicano, principalmente porque un sector de la autoridad, específicamente Aduana y la Guardia Nacional, no están haciendo su trabajo y están permitiendo que ingresen todos estos productos, y obviamente no sólo aquí, sino en toda la República Mexicana. Todo ese dinero va a parar a Pekín o a saber en qué campo de explotación coreano, pero es lana de los mexicanos que no se queda en nuestro país.

Ya aclaré que hay productos orientales buenos, que entran de manera legal, pagan impuestos y que están compitiendo como cualquier otro producto en el país, ese no es el problema, sino la clara desventaja en la que quedan muchos productos mexicanos de calidad ante la competencia desleal de productos ilegales, y es dinero que hace mucha falta en los bolsillos mexicanos, así que ¡póngase trucha mi agente Aduanal! Y si fuera posible, nosotros no los compremos.


Por años, “hecho en China” ha sido sinónimo de barato, mal hecho y aún así, sigue siendo una opción ampliamente utilizada por el consumidor, es decir, aunque se sabe que la vida útil de los productos es limitada y la garantía prácticamente nula, los compran.

Claro que las cosas han ido cambiando y actualmente hay productos orientales que son muy buenos, por ejemplo en telefonía celular, electrodomésticos, equipos de sonido o video, pero en otros definitivamente es tirar el dinero, y entre más barato el riesgo es mayor.

En segmentos bien definidos como el de la comida rápida o instantánea tienen un posicionamiento bárbaro en el mercado latinoamericano. Sopas, salsas, fideos, aceites, embutidos, carne seca, que se comercializan muy bien y no tienen competencia; son los amos y señores.

Ahora vamos con el sello “hecho en México”. Ha costado un montonal de esfuerzo que se asocie –lo cual me llena de gusto y orgullo– con calidad, durabilidad, garantía y muchas veces acompañado de buenos precios, altamente recomendables, pues, en todos los sectores, el industrial, el de la manufactura, artesanías por supuesto y en productos que tienen leyes demasiado enérgicas, casi opresoras. Es justo este último el que hizo saltar la liebre en mi cabeza.

Aclaro que no la estoy defendiendo ni diciendo que deba ser la base de la alimentación, pero por ejemplo a la sopa Nissin, que está hecha en México, la ley se encargó prácticamente de desaparecerla porque tiene exceso de sal, no es nutritiva y todos los etcéteras que le quiera agregar, pero me pregunto por qué la misma ley no regula entonces el ingreso de sopas, igual de malas, provenientes de China, si ambas son, dicho de la manera más amable, la misma porquería.

Que podamos revertir eso está complicado, en todo caso ahí hay chamba para los legisladores, pero lo que sí podemos hacer es que los gigantescos ingresos que se llevan los chinos por la descomunal venta de sus productos los pongamos en el bolsillo de empresas mexicanas, lo que evidentemente generaría empresas y empleos, y claro que no estoy hablando de que entonces comencemos a hacer cosas sin garantía y baratas, podríamos hacerlas y regarlas por todo el mundo como hacen ellos, pero no es el caso.

Pero además Aduana tiene que hacer su trabajo, si por la vía legal estamos inundados de productos chinos, además hay otro tanto ilegal y no hay que ser muy sabio para darse cuenta, ¿por qué no los decomisan? Bastaría con que se dieran una vuelta en mercados e incluso en algunos centros comerciales, ¿o no lo quieren ver?

Y es que ante estos tiempos de crisis que estamos enfrentando, la verdad sí da envidia, o coraje, o las dos. En un lugar que todos conocen (sobre todo los de Aduana) pude ver la canasta que tenía un señor a modo de caja registradora, el día 30 de diciembre, para la venta de juguetes “importados por el río”. Juguetes que evidentemente no cumplen ni con los mínimos estándares de seguridad, en los que no se garantiza el uso de pintura sin plomo, que no traen manuales en español, y todas estas cosas que se supone la Ley mexicana prohíbe. Pues esa canasta-caja registradora estaba a reventar de dinero, puros de a 500 y libres de impuestos. Y por supuesto en el pequeño negocio también se comercializaban sopas, salsas, ropa, zapatos, y descaradamente fayuca. Muy probablemente también vendan la vacuna contra el Covid que viene.

Todo eso es dinero que está dejando de percibir el productor mexicano, principalmente porque un sector de la autoridad, específicamente Aduana y la Guardia Nacional, no están haciendo su trabajo y están permitiendo que ingresen todos estos productos, y obviamente no sólo aquí, sino en toda la República Mexicana. Todo ese dinero va a parar a Pekín o a saber en qué campo de explotación coreano, pero es lana de los mexicanos que no se queda en nuestro país.

Ya aclaré que hay productos orientales buenos, que entran de manera legal, pagan impuestos y que están compitiendo como cualquier otro producto en el país, ese no es el problema, sino la clara desventaja en la que quedan muchos productos mexicanos de calidad ante la competencia desleal de productos ilegales, y es dinero que hace mucha falta en los bolsillos mexicanos, así que ¡póngase trucha mi agente Aduanal! Y si fuera posible, nosotros no los compremos.