/ lunes 8 de agosto de 2022

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO



1. Querida familia diocesana, en la liturgia de hoy escuchamos un fragmento del evangelio de San Lucas (12,32-48). Seguimos en la sección de la subida a Jerusalén. Ahí Jesús enseña a sus discípulos a definir su identidad y a asimilar las actitudes que han de mostrar al mundo su cercanía con Dios. Corresponder a la generosidad, al amor y a la confianza de Dios es la invitación que la Palabra de Dios nos hace hoy.

El discípulo tiene la certeza de la cercanía del Padre que cuida de él y ha tenido a bien involucrarlo en la dinámica que lo lleva a la plenitud y al encuentro con Él: el Reino. La actitud del discípulo que corresponde a la gratitud divina ha de ser la del que espera con solicitud la presencia del su Señor. El estado de alerta es la forma precisa con la que hemos de esperar la presencia del Señor. No solo de palabra o de gestos que se esfuman, sino con todo el corazón, porque donde está tu tesoro ahí está tu corazón.

Dios nos ha amado mucho y desde siempre. A nosotros nos toca corresponder con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Mucho se nos ha dado. Mucho se ha de exigir. Dios nos conceda a gracia de corresponder con espíritu de espera al gran amor y confianza que Él siempre nos ha tenido. Al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más.


2. Escuchar a la naturaleza. En el anterior comunicado les hablé de que a la naturaleza se le debe escuchar ya que ésta susurra un doble canto. Emite un dulce canto que invita a alabar a Dios por tan preciosa belleza de lo creado, los árboles y toda la misma vegetación, el agua, la diversidad y belleza de los animales, etc. Pero también hay otro canto que es desgarrador porque es un amargo grito de la tierra y todas sus creaturas que gimen y nos suplican que detengamos nuestros abusos y su destrucción. Este mismo canto es el clamor de los más pobres que gritan porque están siendo expuestos a la crisis climática, porque son los que más sufren el impacto de las sequías, las inundaciones, los huracanes y las olas de calor, que siguen siendo cada vez más intensos y frecuentes. Además, es el grito de hermanos y hermanas de los pueblos nativos que son víctimas de intereses económicos depredadores, sus territorios ancestrales están siendo invadidos y devastados por todas partes. También es el grito de los niños, adolescentes y jóvenes que, amenazados por un egoísmo miope, exigen con ansiedad que los adultos hagamos todo lo posible para evitar o al menos limitar el colapso de los ecosistemas de nuestro planeta.

Al escuchar estos gritos amargos, debemos arrepentirnos y cambiar los estilos de vida y eliminar los sistemas perjudiciales. Debemos sentirnos invitados, advirtiendo la degradación de nuestra casa común, a fortalecer una nueva relación con Dios, con los demás y con la misma creación.


Encomiendo a la paternal protección de San José, custodio de las vocaciones, y al abrazo amoroso y maternal de nuestra amada Reina Inmaculada Margarita Concepción, a toda la familia diocesana


+ Jaime Calderón Calderón

VIII Obispo de Tapachula



1. Querida familia diocesana, en la liturgia de hoy escuchamos un fragmento del evangelio de San Lucas (12,32-48). Seguimos en la sección de la subida a Jerusalén. Ahí Jesús enseña a sus discípulos a definir su identidad y a asimilar las actitudes que han de mostrar al mundo su cercanía con Dios. Corresponder a la generosidad, al amor y a la confianza de Dios es la invitación que la Palabra de Dios nos hace hoy.

El discípulo tiene la certeza de la cercanía del Padre que cuida de él y ha tenido a bien involucrarlo en la dinámica que lo lleva a la plenitud y al encuentro con Él: el Reino. La actitud del discípulo que corresponde a la gratitud divina ha de ser la del que espera con solicitud la presencia del su Señor. El estado de alerta es la forma precisa con la que hemos de esperar la presencia del Señor. No solo de palabra o de gestos que se esfuman, sino con todo el corazón, porque donde está tu tesoro ahí está tu corazón.

Dios nos ha amado mucho y desde siempre. A nosotros nos toca corresponder con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Mucho se nos ha dado. Mucho se ha de exigir. Dios nos conceda a gracia de corresponder con espíritu de espera al gran amor y confianza que Él siempre nos ha tenido. Al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más.


2. Escuchar a la naturaleza. En el anterior comunicado les hablé de que a la naturaleza se le debe escuchar ya que ésta susurra un doble canto. Emite un dulce canto que invita a alabar a Dios por tan preciosa belleza de lo creado, los árboles y toda la misma vegetación, el agua, la diversidad y belleza de los animales, etc. Pero también hay otro canto que es desgarrador porque es un amargo grito de la tierra y todas sus creaturas que gimen y nos suplican que detengamos nuestros abusos y su destrucción. Este mismo canto es el clamor de los más pobres que gritan porque están siendo expuestos a la crisis climática, porque son los que más sufren el impacto de las sequías, las inundaciones, los huracanes y las olas de calor, que siguen siendo cada vez más intensos y frecuentes. Además, es el grito de hermanos y hermanas de los pueblos nativos que son víctimas de intereses económicos depredadores, sus territorios ancestrales están siendo invadidos y devastados por todas partes. También es el grito de los niños, adolescentes y jóvenes que, amenazados por un egoísmo miope, exigen con ansiedad que los adultos hagamos todo lo posible para evitar o al menos limitar el colapso de los ecosistemas de nuestro planeta.

Al escuchar estos gritos amargos, debemos arrepentirnos y cambiar los estilos de vida y eliminar los sistemas perjudiciales. Debemos sentirnos invitados, advirtiendo la degradación de nuestra casa común, a fortalecer una nueva relación con Dios, con los demás y con la misma creación.


Encomiendo a la paternal protección de San José, custodio de las vocaciones, y al abrazo amoroso y maternal de nuestra amada Reina Inmaculada Margarita Concepción, a toda la familia diocesana


+ Jaime Calderón Calderón

VIII Obispo de Tapachula