/ jueves 7 de febrero de 2019

¿ENTONCES QUIÉNES SON?

CARREREANDO LA CHULETA


En cada rincón del país están comenzando a surgir negocios que apoyan a las mujeres para que lleguen sanas y salvas a su casa, a través de las redes sociales se difunden mensajes en donde las personas expresan su solidaridad y estar dispuestas a ayudarlas en caso de que estén en peligro, pareciera que por fin despertamos a una trágica realidad en donde la vida de ellas está a merced de cualquiera.

Pero entonces, si no soy yo, ni usted, si los empresarios y sus empleados están dispuestos a cuidarlas, si la sociedad entera se está convirtiendo en una especie de valla protectora ¿quién insiste en hacerles daño? ¿por qué no han dado con ellos? ¿por qué se sigue repitiendo lo mismo un día sí y el otro también?

Las situaciones de riesgo han tenido que aguantarlas desde hace mucho tiempo, conozco historias terribles de mujeres que se salvaron de ser violadas, secuestradas, quizás asesinadas, en una época, hace no mucho, en donde nadie estaba dispuesto a hacer nada por ellas, justo una me contaba que la venían siguiendo, por un buen tramo en el metro de la Ciudad de México, y cuando por fin logró encontrar un grupo de policías, dos hombres y una mujer; ellos le dijeron que no podían acompañarla, que no podían alejarse de su lugar de guardia, la policía mujer, no muy convencida, la acompañó a que tomara un transporte seguro, pero le advirtió que se estaba jugando “el pellejo” porque luego había represalias.

¿Se imagina estas palabras de boca de una autoridad en materia de seguridad? Es para que le den a uno de menos escalofríos. Insisto, eso sucedió hace ya varios años y no en esta ciudad, pero el punto es el mismo ¿por qué no ha habido acciones que acaben, o que de menos disminuyan estos riesgos? ¿en realidad no saben quiénes son? Porqué esta ola de violencia y feminicidios que comenzó en ciudades específicas, abarca ahora el país completo.

Me alegra la respuesta que ha comenzado a darse, y tendrá que ser nuestra principal fortaleza, vamos a vernos obligados a defender a nuestras mujeres, por nuestros propios medios, porque tenemos más ojos que la autoridad, podemos estar en más lugares, en el momento adecuado, nomás que no es tan fácil, para empezar habrá que caminar sin ver el celular todo el tiempo para enterarnos de lo que pasa justo a nuestro lado, y llegado el momento estar dispuestos a apoyar, a no hacernos a un lado, que si vemos a alguien en peligro nos unamos y no dejemos solos a los valientes porque si no, no va a funcionar.

Ya hay trucos, aplicaciones, silbatos, pero nada o casi nada cambia, y urge, no podemos seguir así. Claro que también está lo que corresponde a ellas, y no me refiero a las babosadas esas de que entonces mejor no salgan de su casa o que si lo hacen lo hagan disfrazadas de monjas, no, es que les enseñemos a cuidarse, a que sean conscientes de que están en constante peligro, a que no se dejen solas entre amigas, que procuren no viajar solas, que no toleren ni el más mínimo indicio de violencia de parte de nadie, a que actúen, que le hagan caso a su séptimo, octavo y noveno sentido, que busquen ayuda; es triste, ni siquiera tendrían que preocuparse por ello, pero si no lo hacen, puede ir su vida de por medio.

Es reconfortante ver ciudadanos unidos, dispuestos a ir apartando este mal, que quienes quieran lastimar a una jovencita, se la vean tan complicada que decidan no hacerlo, suena idílico, pero como no puede haber un policía a lado cuidándolas, vamos a tener que hacernos responsables de cada mujer que tengamos a un lado, la conozcamos o no, nos caiga bien o no, independientemente de cómo se vista, cómo hable, dónde viva.

Las autoridades ojalá despierten de la misma forma, ojalá pronto tengan una estrategia efectiva, acciones contundentes, respuestas inmediatas, que sepan quiénes o cómo son, dónde están, y sobre todo que los pongan fuera de circulación.

Da tristeza ver cómo pueden cambiar las cosas en menos de una generación, cuando yo era joven, no tenía panza y tenía más cabello, las mujeres que conocía si bien tomaban sus precauciones, sabían que podían llegar tranquilamente a su casa todos los días después de trabajar o de estudiar; ya no.


CARREREANDO LA CHULETA


En cada rincón del país están comenzando a surgir negocios que apoyan a las mujeres para que lleguen sanas y salvas a su casa, a través de las redes sociales se difunden mensajes en donde las personas expresan su solidaridad y estar dispuestas a ayudarlas en caso de que estén en peligro, pareciera que por fin despertamos a una trágica realidad en donde la vida de ellas está a merced de cualquiera.

Pero entonces, si no soy yo, ni usted, si los empresarios y sus empleados están dispuestos a cuidarlas, si la sociedad entera se está convirtiendo en una especie de valla protectora ¿quién insiste en hacerles daño? ¿por qué no han dado con ellos? ¿por qué se sigue repitiendo lo mismo un día sí y el otro también?

Las situaciones de riesgo han tenido que aguantarlas desde hace mucho tiempo, conozco historias terribles de mujeres que se salvaron de ser violadas, secuestradas, quizás asesinadas, en una época, hace no mucho, en donde nadie estaba dispuesto a hacer nada por ellas, justo una me contaba que la venían siguiendo, por un buen tramo en el metro de la Ciudad de México, y cuando por fin logró encontrar un grupo de policías, dos hombres y una mujer; ellos le dijeron que no podían acompañarla, que no podían alejarse de su lugar de guardia, la policía mujer, no muy convencida, la acompañó a que tomara un transporte seguro, pero le advirtió que se estaba jugando “el pellejo” porque luego había represalias.

¿Se imagina estas palabras de boca de una autoridad en materia de seguridad? Es para que le den a uno de menos escalofríos. Insisto, eso sucedió hace ya varios años y no en esta ciudad, pero el punto es el mismo ¿por qué no ha habido acciones que acaben, o que de menos disminuyan estos riesgos? ¿en realidad no saben quiénes son? Porqué esta ola de violencia y feminicidios que comenzó en ciudades específicas, abarca ahora el país completo.

Me alegra la respuesta que ha comenzado a darse, y tendrá que ser nuestra principal fortaleza, vamos a vernos obligados a defender a nuestras mujeres, por nuestros propios medios, porque tenemos más ojos que la autoridad, podemos estar en más lugares, en el momento adecuado, nomás que no es tan fácil, para empezar habrá que caminar sin ver el celular todo el tiempo para enterarnos de lo que pasa justo a nuestro lado, y llegado el momento estar dispuestos a apoyar, a no hacernos a un lado, que si vemos a alguien en peligro nos unamos y no dejemos solos a los valientes porque si no, no va a funcionar.

Ya hay trucos, aplicaciones, silbatos, pero nada o casi nada cambia, y urge, no podemos seguir así. Claro que también está lo que corresponde a ellas, y no me refiero a las babosadas esas de que entonces mejor no salgan de su casa o que si lo hacen lo hagan disfrazadas de monjas, no, es que les enseñemos a cuidarse, a que sean conscientes de que están en constante peligro, a que no se dejen solas entre amigas, que procuren no viajar solas, que no toleren ni el más mínimo indicio de violencia de parte de nadie, a que actúen, que le hagan caso a su séptimo, octavo y noveno sentido, que busquen ayuda; es triste, ni siquiera tendrían que preocuparse por ello, pero si no lo hacen, puede ir su vida de por medio.

Es reconfortante ver ciudadanos unidos, dispuestos a ir apartando este mal, que quienes quieran lastimar a una jovencita, se la vean tan complicada que decidan no hacerlo, suena idílico, pero como no puede haber un policía a lado cuidándolas, vamos a tener que hacernos responsables de cada mujer que tengamos a un lado, la conozcamos o no, nos caiga bien o no, independientemente de cómo se vista, cómo hable, dónde viva.

Las autoridades ojalá despierten de la misma forma, ojalá pronto tengan una estrategia efectiva, acciones contundentes, respuestas inmediatas, que sepan quiénes o cómo son, dónde están, y sobre todo que los pongan fuera de circulación.

Da tristeza ver cómo pueden cambiar las cosas en menos de una generación, cuando yo era joven, no tenía panza y tenía más cabello, las mujeres que conocía si bien tomaban sus precauciones, sabían que podían llegar tranquilamente a su casa todos los días después de trabajar o de estudiar; ya no.