Una noche como hay muchas, una desconocida llamó la atención de todos los comensales de un exclusivo bar de Tuxtla Gutiérrez, en el que, sin embargo, no era común ver mujeres de cabello color rubio natural.
Además del pelo, a diferencia de las demás mujeres presentes, ella iba apenas maquillada, lo suficientemente como para resaltar sus rasgos muy finos, también muy distintos a los de las otras damas, pintadas en exceso, desbordantes de mal gusto.
Usaba un traje negro de cocktail, discreto y elegante, que le permitía lucir sus bien torneadas piernas y sus carísimos zapatos Jimmy Choo, los cuales estilizaban aún más su figura.
Por si fuera poco, la señora usaba un juego de pendientes, collar y brazalete de brillantes, que para ser de fantasía aparentaba ser muy real, lo cual también era una extravagancia en un centro nocturno de tan bajas aspiraciones.
La desconocida llegó sola, pidió que la ubicaran en una mesa discreta y le sirvieran un Martini extra seco, con tres aceitunas, una bebida también extraña para la concurrencia habitual.
Todos los clientes se preguntaban unos a otros sobre la identidad de la desconocida, y nadie se atrevía a dirigirle la palabra, cuando un hombre, vestido también de negro, se acercó a ella y le voló la tapa de los sesos con una pistola.
El pánico cundió en el bar, los parroquianos, los meseros y hasta el asesino lucharon por ser los primeros en escapar de ahí, aunque uno de los jóvenes que atendieron a la difunta antes del incidente, todavía asegura que al verla tendida, muerta, pudo leer claramente en el broche de su collar la firma: Van Cleef & Arpels.
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