/ lunes 27 de septiembre de 2021

Joyas Chiapanecas | La rubia platino



A pesar de ser más negra que la llanta de un coche y casi tan chaparra como una enana de circo, a Guadalupe le hubiera gustado, aunque fuese tan sólo un poco, parecerse a Marilyn Monroe, la rubia platino, la estrella de sus sueños; esa actriz gringa que había muerto mucho antes de que Lupe naciera, pero a la que admiraba como si fuese una diosa.

Sin poder contener su deseo, un día antes de cumplir quince años, Guadalupe fue al salón de belleza de una amiga para que le decoloraran el cabello con peróxido y luego se lo tiñeran de platino.

El proceso tardó varias horas y fue doloroso pero valió la pena porque, después con el corte, el cabello le quedó igualito al de Marilyn Monroe y no le cobraron ni un centavo, pues ése fue el regalo de cumpleaños de su amiga, la dueña del salón.

Cuando llegó a su casa no había nadie, por lo que tuvo tiempo de bañarse, maquillarse y ponerse el vestido plateado que una amiga le había prestado para que la fantasía fuese más real.

Estaba retocando sus labios con un bilé color rojo pasión, cuando escuchó que se abría la puerta de la casa y entraban sus padres.

“Llegó el momento”, se dijo, y contoneándose bajó las escaleras haciendo equilibrios sobre los altos tacones de sus zapatos también color plata.

Al tener a sus papás frente a frente, Guadalupe les preguntó sobre lo que pensaban de su transformación, y antes de que la madre pudiera opinar nada, el padre le dijo: “ay pinche Guadalupe, no sólo me saliste tan feo como un chango y más puto que la chingada, sino que encima eres rete pendejo y huevón”.

E Mail: santapiedra@gmail.com

Instagram: @gran_duque_julio

Facebook: Julio Domínguez Balboa

Twitter: @hermosoduque



A pesar de ser más negra que la llanta de un coche y casi tan chaparra como una enana de circo, a Guadalupe le hubiera gustado, aunque fuese tan sólo un poco, parecerse a Marilyn Monroe, la rubia platino, la estrella de sus sueños; esa actriz gringa que había muerto mucho antes de que Lupe naciera, pero a la que admiraba como si fuese una diosa.

Sin poder contener su deseo, un día antes de cumplir quince años, Guadalupe fue al salón de belleza de una amiga para que le decoloraran el cabello con peróxido y luego se lo tiñeran de platino.

El proceso tardó varias horas y fue doloroso pero valió la pena porque, después con el corte, el cabello le quedó igualito al de Marilyn Monroe y no le cobraron ni un centavo, pues ése fue el regalo de cumpleaños de su amiga, la dueña del salón.

Cuando llegó a su casa no había nadie, por lo que tuvo tiempo de bañarse, maquillarse y ponerse el vestido plateado que una amiga le había prestado para que la fantasía fuese más real.

Estaba retocando sus labios con un bilé color rojo pasión, cuando escuchó que se abría la puerta de la casa y entraban sus padres.

“Llegó el momento”, se dijo, y contoneándose bajó las escaleras haciendo equilibrios sobre los altos tacones de sus zapatos también color plata.

Al tener a sus papás frente a frente, Guadalupe les preguntó sobre lo que pensaban de su transformación, y antes de que la madre pudiera opinar nada, el padre le dijo: “ay pinche Guadalupe, no sólo me saliste tan feo como un chango y más puto que la chingada, sino que encima eres rete pendejo y huevón”.

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