/ martes 14 de diciembre de 2021

Joyas Chiapanecas | Sospechas infundadas


Aunque le costaba mucho trabajo dejar la cama, aquella mañana, como todos los días, Lauro se levantó antes de las ocho y media para meterse bajo el chorro de agua de la regadera, lo cual lo ayudaba a espabilarse y a darse cuenta de que estaba de nueva cuenta en su cotidiana realidad.

Le gustaba mucho el agua caliente, le tranquilizaba los nervios, y por ello la dejaba correr por todo su cuerpo durante diez o quince minutos, mientras se enjabonaba y se tallaba la espalda, los brazos, las piernas y las nalgas con un cepillo especial que una de sus hermanas le había comprado en uno de sus viajes a Inglaterra.

Después de enjuagarse, Lauro bajó la temperatura del agua y se lavó el cabello con un champú especial para hombres de acción, según se leía en la etiqueta.

Finalizada la operación, permaneció en la ducha un rato más y salió hacia la bata de felpa que lo envolvía por completo. Con una toalla secó su cabeza y se paró frente al espejo.

Meticulosamente, se afeitó barba y bigote, para después peinarse con un finísimo peine de carey.

Lauro se puso una camiseta y unos calzoncillos limpios que sacó de un cajón especial de su clóset, y no tuvo que escoger pues el usaba invariablemente ropa interior de color blanco.

Para aquel día escogió un pantalón de color gris perla, que combinó con camisa lavanda, del mismo tono de sus calcetines. Se puso sus zapatos negros, y antes de salir de su habitación se perfumó profusamente y se contempló en el espejo de cuerpo entero, para cerciorarse de que todo estuviera perfecto.

El ritual se repetía todos los días de la semana, pero justamente cuando Lauro estaba listo para marcharse a su despacho, se decaía su ánimo, se quitaba la ropa, y en calzones se metía de nuevo en la cama.

Pero aquella vez, con portafolios en mano, Lauro bajó a desayunar. Sobre la mesa se encontraban dispuestos un par de huevos tibios, pan tostado, jugo de naranja y café. Sólo bebió el café y después de negarse a las insistencias de la criada para que comiera algo más, salió de la casa.

El jardín estaba resplandeciente. Una brisa refrescó la cara de Lauro antes de subirse a su auto. Usando el espejo retrovisor rectificó, el nudo de su corbata y arrancó.

Al llegar a la estación de policía, pidió hablar con el comandante, quien por lo general no recibía a nadie, pero que hizo una excepción por tratarse de un tipo tan elegante y tan conocido como Lauro. Iba a hacer salir a su asistente y a su secretaria, pero el visitante pidió al policía que los dejara permanecer ahí.

Cuando el comandante le preguntó que qué se le ofrecía, por toda respuesta Lauro sacó una pistola del portafolios y ante los tres aterrorizados empleados se voló él mismo la tapa delos sesos.

Después se supo que Lauro había decidido suicidarse justamente frente a los policías para que nadie pudiera sospechar de un homicidio, no se cateara su casa y sus dos hermanas, con quienes vivía después de haberse divorciado, no fueran molestadas con preguntas impertinentes o sospechas infundadas.

E Mail: santapiedra@gmail.com

Facebook: @Julio Domínguez Balboa

Instagram: @gran_duque_julio


Aunque le costaba mucho trabajo dejar la cama, aquella mañana, como todos los días, Lauro se levantó antes de las ocho y media para meterse bajo el chorro de agua de la regadera, lo cual lo ayudaba a espabilarse y a darse cuenta de que estaba de nueva cuenta en su cotidiana realidad.

Le gustaba mucho el agua caliente, le tranquilizaba los nervios, y por ello la dejaba correr por todo su cuerpo durante diez o quince minutos, mientras se enjabonaba y se tallaba la espalda, los brazos, las piernas y las nalgas con un cepillo especial que una de sus hermanas le había comprado en uno de sus viajes a Inglaterra.

Después de enjuagarse, Lauro bajó la temperatura del agua y se lavó el cabello con un champú especial para hombres de acción, según se leía en la etiqueta.

Finalizada la operación, permaneció en la ducha un rato más y salió hacia la bata de felpa que lo envolvía por completo. Con una toalla secó su cabeza y se paró frente al espejo.

Meticulosamente, se afeitó barba y bigote, para después peinarse con un finísimo peine de carey.

Lauro se puso una camiseta y unos calzoncillos limpios que sacó de un cajón especial de su clóset, y no tuvo que escoger pues el usaba invariablemente ropa interior de color blanco.

Para aquel día escogió un pantalón de color gris perla, que combinó con camisa lavanda, del mismo tono de sus calcetines. Se puso sus zapatos negros, y antes de salir de su habitación se perfumó profusamente y se contempló en el espejo de cuerpo entero, para cerciorarse de que todo estuviera perfecto.

El ritual se repetía todos los días de la semana, pero justamente cuando Lauro estaba listo para marcharse a su despacho, se decaía su ánimo, se quitaba la ropa, y en calzones se metía de nuevo en la cama.

Pero aquella vez, con portafolios en mano, Lauro bajó a desayunar. Sobre la mesa se encontraban dispuestos un par de huevos tibios, pan tostado, jugo de naranja y café. Sólo bebió el café y después de negarse a las insistencias de la criada para que comiera algo más, salió de la casa.

El jardín estaba resplandeciente. Una brisa refrescó la cara de Lauro antes de subirse a su auto. Usando el espejo retrovisor rectificó, el nudo de su corbata y arrancó.

Al llegar a la estación de policía, pidió hablar con el comandante, quien por lo general no recibía a nadie, pero que hizo una excepción por tratarse de un tipo tan elegante y tan conocido como Lauro. Iba a hacer salir a su asistente y a su secretaria, pero el visitante pidió al policía que los dejara permanecer ahí.

Cuando el comandante le preguntó que qué se le ofrecía, por toda respuesta Lauro sacó una pistola del portafolios y ante los tres aterrorizados empleados se voló él mismo la tapa delos sesos.

Después se supo que Lauro había decidido suicidarse justamente frente a los policías para que nadie pudiera sospechar de un homicidio, no se cateara su casa y sus dos hermanas, con quienes vivía después de haberse divorciado, no fueran molestadas con preguntas impertinentes o sospechas infundadas.

E Mail: santapiedra@gmail.com

Facebook: @Julio Domínguez Balboa

Instagram: @gran_duque_julio