/ martes 19 de abril de 2022

Joyas Chiapanecas | Toda una dama

Cuando Piedad se casó por todo lo alto en la catedral de Tuxtla Gutiérrez, a principios de los años cuarenta, sabía que lo estaba haciendo para toda la vida.

Ella pertenecía a la aristocracia rural del estado, y sus padres eran dueños de fincas, campos de labranza y pastoreo, además de cientos de cabezas de ganado, en la zona de la Costa, cerca de Tapachula.

Tuxtla era una ciudad realmente pequeña, a pesar de ser la capital del estado, sin construcciones históricas como las de San Cristóbal o las de Comitán, pero era el lugar que aglutinaba a la gente rica, a la que movía el dinero y decidía el destino de cuerpos y almas eb Chiapas.

Su esposo era miembro de una familia de tradición, cuyo apellido sonaba incluso en las altas esferas sociales de la Ciudad de México. Se llamaba Fidel y había estudiado en la Universidad Nacional, además de haber hecho un posgrado en París, lo cual de poco habría de servirle para administrar la inmensa fortuna que iba a heredar y que finalmente se uniría con el caudal que recibiría su mujer.

Piedad y Fidel hicieron un largo viaje de bodas y a su regreso se establecieron en una gran casa de estilo neoclásico en el centro de Tuxtla. Expertos arquitectos venidos de fuera se encargaron de transformar aquella construcción en un palacio, y Piedad personalmente compró todo el menaje, a su entero gusto, en las mejores tiendas del Distrito Federal.

Como era de esperar, la señora empezó a engendrar niños casi de inmediato, sin que ello le significara perder la figura o el buen gusto para vestir. Su esposo le había contagiado el aire cosmopolita que había adquirido cuando estudiaba en el extranjero, y ella se esforzaba por parecer realmente una dama, a la que nadie hubiera podido calificar de provinciana.

En 1945 Fidel y Piedad adquirieron una mansión en Paseo de Las Palmas, en Las Lomas de Chapultepec, y pasaban largas temporadas en la Ciudad de México, pues tenían la idea de que sus hijos estudiaran en los mejores colegios del país. La casa de Las Lomas sería siempre un buen refugio para la realización de sus planes, entre los que estaba concertar buenos matrimonios para las niñas, cuando llegaran a la edad de contraer nupcias.

El 23 de septiembre de 1949, vestida de negro de pies a cabeza, con un collar de perlas de tres sartas con broche de brillantes y un magnífico brazalete a juego, Piedad, en compañía de sus cinco hijos y tres sirvientas, abordó un hermoso bimotor DC-3 de la compañía Mexicana de Aviación, causando la admiración de las dos aeromozas, que pensaron que se trataba de alguna duquesa andaluza o algún personaje por el estilo viajando de incógnito.

El avión hizo una escala en la ciudad de Oaxaca y ahí subió a la nave la actriz Blanca Estela Pavón, quien ni con su belleza pudo restar protagonismo a Piedad. Sin embargo, ambas mujeres, los demás pasajeros y la tripulación de la nave ya estaban muertos antes de las dos de la tarde, al estrellarse inexplicablemente la aeronave, en el Pico del Fraile, una roca saliente de la zona del volcán Popocatépetl.

Cuando Piedad se casó por todo lo alto en la catedral de Tuxtla Gutiérrez, a principios de los años cuarenta, sabía que lo estaba haciendo para toda la vida.

Ella pertenecía a la aristocracia rural del estado, y sus padres eran dueños de fincas, campos de labranza y pastoreo, además de cientos de cabezas de ganado, en la zona de la Costa, cerca de Tapachula.

Tuxtla era una ciudad realmente pequeña, a pesar de ser la capital del estado, sin construcciones históricas como las de San Cristóbal o las de Comitán, pero era el lugar que aglutinaba a la gente rica, a la que movía el dinero y decidía el destino de cuerpos y almas eb Chiapas.

Su esposo era miembro de una familia de tradición, cuyo apellido sonaba incluso en las altas esferas sociales de la Ciudad de México. Se llamaba Fidel y había estudiado en la Universidad Nacional, además de haber hecho un posgrado en París, lo cual de poco habría de servirle para administrar la inmensa fortuna que iba a heredar y que finalmente se uniría con el caudal que recibiría su mujer.

Piedad y Fidel hicieron un largo viaje de bodas y a su regreso se establecieron en una gran casa de estilo neoclásico en el centro de Tuxtla. Expertos arquitectos venidos de fuera se encargaron de transformar aquella construcción en un palacio, y Piedad personalmente compró todo el menaje, a su entero gusto, en las mejores tiendas del Distrito Federal.

Como era de esperar, la señora empezó a engendrar niños casi de inmediato, sin que ello le significara perder la figura o el buen gusto para vestir. Su esposo le había contagiado el aire cosmopolita que había adquirido cuando estudiaba en el extranjero, y ella se esforzaba por parecer realmente una dama, a la que nadie hubiera podido calificar de provinciana.

En 1945 Fidel y Piedad adquirieron una mansión en Paseo de Las Palmas, en Las Lomas de Chapultepec, y pasaban largas temporadas en la Ciudad de México, pues tenían la idea de que sus hijos estudiaran en los mejores colegios del país. La casa de Las Lomas sería siempre un buen refugio para la realización de sus planes, entre los que estaba concertar buenos matrimonios para las niñas, cuando llegaran a la edad de contraer nupcias.

El 23 de septiembre de 1949, vestida de negro de pies a cabeza, con un collar de perlas de tres sartas con broche de brillantes y un magnífico brazalete a juego, Piedad, en compañía de sus cinco hijos y tres sirvientas, abordó un hermoso bimotor DC-3 de la compañía Mexicana de Aviación, causando la admiración de las dos aeromozas, que pensaron que se trataba de alguna duquesa andaluza o algún personaje por el estilo viajando de incógnito.

El avión hizo una escala en la ciudad de Oaxaca y ahí subió a la nave la actriz Blanca Estela Pavón, quien ni con su belleza pudo restar protagonismo a Piedad. Sin embargo, ambas mujeres, los demás pasajeros y la tripulación de la nave ya estaban muertos antes de las dos de la tarde, al estrellarse inexplicablemente la aeronave, en el Pico del Fraile, una roca saliente de la zona del volcán Popocatépetl.