/ domingo 31 de marzo de 2019

La raíz del mal


México es el país de la abundancia. Entre otras cosas abunda la desigualdad, la discriminación, el autoengaño. Sé que para las almas sensibles es preferible mencionar lo bueno, hablar sólo de las cosas que nos llenan de orgullo y no estar metiendo el dedo en la llaga. Es muy incómodo hacer frente a nuestros defectos, pero si no los ponemos a la vista de nuestra consciencia, no podemos erradicarlos; es una terapia corrosiva —cura de caballo—, pero con buenos resultados.

El ocho de marzo pasado se celebró, otra vez, el día internacional de la mujer y, por supuesto, se hacen celebraciones, marchas, discursos y otras cosas para intentar reivindicar sus derechos, pero no sucede nada, ellas siguen siendo víctimas.

Es un problema enorme y necesita una solución del mismo tamaño o más. Ahora bien, sabemos que el problema debe ser aceptado para poder dimensionarlo y actuar en consecuencia. Así que, sin temor a equivocarme, me parece que debemos buscar el origen de este mal, con honestidad, sin miedo a herir susceptibilidades y sin temor a la condena pública: ¿de dónde viene esta forma perversa que degrada a las mujeres? ¿Dónde está la raíz de este mal?

A mi juicio —y acepto el debate— la gran culpable es la santa madre iglesia católica, apostólica y romana. Veamos por qué.

Todas las cosas tienen una razón y todos sabemos que el carácter de un pueblo se induce, se diseña, se manipula, sobre todo si es un pueblo sin lectura. Para lograr el sometimiento hay que penetrar la consciencia; hay que romper su natural honestidad intelectual y procurar que el sujeto se auto engañe y acepte vivir en una mentira que siempre va considerar como verdad irrefutable. Cuando esto se logra el trabajo está hecho y lo que ordene el diseñador no tendrá ninguna objeción.

La iglesia usa a las mujeres como empleadas sin sueldo, como carne de alcoba, como propagandistas del negocio, pero no las dejan escalar en la jerarquía eclesiástica; sólo llegan a “madres” y eso vale una monja. El mismo Cristo fue un grosero bien hecho con su propia madre, pero eso no lo ven. Por desgracia, las mujeres son las más adictas a esa farsa alucinante que es el catolicismo.

La iglesia, perversa, las ha violado, torturado, asesinado, las ha chamuscado vivas en las llamas de espíritu santo y hoy mantiene una clara aversión en su liturgia, porque así lo ordena su libro sagrado, plagado de citas misóginas: en Génesis 2:18: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada», y en Génesis 3:16 lo confirma: «Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará», y ¡zas! Este dios misógino hizo a la mujer para servicio del hombre.

Los padres de la iglesia como Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, el primero un crápula pervertido, homosexual, y eso sí, muy inteligente, es autor de varias citas misóginas: “Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones.”

Otra: “No alcanzo a ver qué utilidad puede tener la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños.”

Tomás, más alucinado que el anterior, creía que las cosas inanimadas amaban a dios, dijo: “En lo que se refiere a la naturaleza del individuo, la mujer es defectuosa y mal nacida, porque el poder activo de la semilla masculina tiende a la producción de un perfecto parecido en el sexo masculino, mientras que la producción de una mujer proviene de una falta del poder activo."

“Malleus Maleficarum” (Martillo del Diablo o Martillo de las Brujas), es una especie de manual para reconocer las actividades demoniacas de las brujas a fin de combatirlas. Fue presentado por la Facultad de Teología de la Universidad de Colonia, Alemania el 9 de mayo de 1487. El libro, que en parte se sustenta en Agustín y Tomás, refleja la opinión y el alto contenido universitario de la iglesia: “…toda la brujería proviene del apetito carnal que en las mujeres es insaciable. La superstición se encuentra ante todo en las mujeres, y la mayor cantidad de los brujos son del sexo frágil porque las mujeres son más crédulas, más propensas a la malignidad y embusteras por naturaleza”.

Otras citas no menos significativas: “La mujer es peligrosa por su sexualidad, a pesar de ser necesaria para la reproducción”. “El pecado que nació de la mujer destruye el alma al despojarla de la gracia”. “Existen tres vicios generales que tienen un especial dominio entre las mujeres malvadas: la infidelidad, la ambición y la lujuria”

Pero no vayamos tan lejos, el 31 de diciembre de 1930 el Papa Pío XI, Achille Damiano Ambrogio Ratti, publicó su encíclica “Del matrimonio casto” (Casti connubii) de donde transcribo este fragmento que es otra joyita:


«Todos los que empañan el brillo de la fidelidad y castidad conyugal, como maestros que son del error, echan por tierra (…) la fiel y honesta sumisión de la mujer al marido; y muchos de ellos se atreven todavía a decir, con mayor audacia, que es una indignidad la servidumbre de un cónyuge para con el otro; que, al ser iguales los derechos de ambos cónyuges, defienden presuntuosísimamente que por violarse estos derechos, a causa de la sujeción de un cónyuge al otro, se ha conseguido o se debe llegar a conseguir una cierta emancipación de la mujer. Distinguen tres clases de emancipación, (…) social, económica y fisiológica: fisiológica, porque quieren que las mujeres, a su arbitrio, estén libres o que se las libre de las cargas conyugales o maternales propias de una esposa (emancipación ésta que ya dijimos suficientemente no ser tal, sino un crimen horrendo); económica, porque pretenden que la mujer pueda, aun sin saberlo el marido o no queriéndolo, encargarse de sus asuntos, dirigirlos y administrarlos haciendo caso omiso del marido, de los hijos y de toda la familia; social, finalmente, en cuanto apartan a la mujer de los cuidados que en el hogar requieren su familia o sus hijos, para que pueda entregarse a sus aficiones, sin preocuparse de aquéllos y dedicarse a ocupaciones y negocios, aun a los públicos.»


El infalible representante de dios dice que la mujer no puede ser independiente y si lo fuera sería un “crimen horrendo”.

Pero todo esto no es cosa del pasado, en la actualidad el papa Francisco ha resultado un farsante; no ha cambiado nada, las mujeres siguen igual. Este señor fue puesto ahí para preservar los intereses de la iglesia. Punto.

Después de lo que hemos visto aquí —una pequeña muestra del pensamiento católico—, NO SÉ SI ALGUIEN DUDE SOBRE EL ORIGEN DE LA DISCRIMINACIÓN A LAS MUJERES, ya que curiosamente esto sucede en los pueblos de mayoría católica y si esta condición no la podemos combatir es porque esa baba fue sembrada en nosotros lesionando nuestra capacidad de raciocinio. No vamos a lograr la igualdad entre hombres y mujeres, ni entre la especie humana, mientras no nos quitemos de encima esta plaga. Ahí está la raíz del mal. (CONTINUARÁ)gonzali42@yahoo.com.mx



México es el país de la abundancia. Entre otras cosas abunda la desigualdad, la discriminación, el autoengaño. Sé que para las almas sensibles es preferible mencionar lo bueno, hablar sólo de las cosas que nos llenan de orgullo y no estar metiendo el dedo en la llaga. Es muy incómodo hacer frente a nuestros defectos, pero si no los ponemos a la vista de nuestra consciencia, no podemos erradicarlos; es una terapia corrosiva —cura de caballo—, pero con buenos resultados.

El ocho de marzo pasado se celebró, otra vez, el día internacional de la mujer y, por supuesto, se hacen celebraciones, marchas, discursos y otras cosas para intentar reivindicar sus derechos, pero no sucede nada, ellas siguen siendo víctimas.

Es un problema enorme y necesita una solución del mismo tamaño o más. Ahora bien, sabemos que el problema debe ser aceptado para poder dimensionarlo y actuar en consecuencia. Así que, sin temor a equivocarme, me parece que debemos buscar el origen de este mal, con honestidad, sin miedo a herir susceptibilidades y sin temor a la condena pública: ¿de dónde viene esta forma perversa que degrada a las mujeres? ¿Dónde está la raíz de este mal?

A mi juicio —y acepto el debate— la gran culpable es la santa madre iglesia católica, apostólica y romana. Veamos por qué.

Todas las cosas tienen una razón y todos sabemos que el carácter de un pueblo se induce, se diseña, se manipula, sobre todo si es un pueblo sin lectura. Para lograr el sometimiento hay que penetrar la consciencia; hay que romper su natural honestidad intelectual y procurar que el sujeto se auto engañe y acepte vivir en una mentira que siempre va considerar como verdad irrefutable. Cuando esto se logra el trabajo está hecho y lo que ordene el diseñador no tendrá ninguna objeción.

La iglesia usa a las mujeres como empleadas sin sueldo, como carne de alcoba, como propagandistas del negocio, pero no las dejan escalar en la jerarquía eclesiástica; sólo llegan a “madres” y eso vale una monja. El mismo Cristo fue un grosero bien hecho con su propia madre, pero eso no lo ven. Por desgracia, las mujeres son las más adictas a esa farsa alucinante que es el catolicismo.

La iglesia, perversa, las ha violado, torturado, asesinado, las ha chamuscado vivas en las llamas de espíritu santo y hoy mantiene una clara aversión en su liturgia, porque así lo ordena su libro sagrado, plagado de citas misóginas: en Génesis 2:18: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada», y en Génesis 3:16 lo confirma: «Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará», y ¡zas! Este dios misógino hizo a la mujer para servicio del hombre.

Los padres de la iglesia como Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, el primero un crápula pervertido, homosexual, y eso sí, muy inteligente, es autor de varias citas misóginas: “Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones.”

Otra: “No alcanzo a ver qué utilidad puede tener la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños.”

Tomás, más alucinado que el anterior, creía que las cosas inanimadas amaban a dios, dijo: “En lo que se refiere a la naturaleza del individuo, la mujer es defectuosa y mal nacida, porque el poder activo de la semilla masculina tiende a la producción de un perfecto parecido en el sexo masculino, mientras que la producción de una mujer proviene de una falta del poder activo."

“Malleus Maleficarum” (Martillo del Diablo o Martillo de las Brujas), es una especie de manual para reconocer las actividades demoniacas de las brujas a fin de combatirlas. Fue presentado por la Facultad de Teología de la Universidad de Colonia, Alemania el 9 de mayo de 1487. El libro, que en parte se sustenta en Agustín y Tomás, refleja la opinión y el alto contenido universitario de la iglesia: “…toda la brujería proviene del apetito carnal que en las mujeres es insaciable. La superstición se encuentra ante todo en las mujeres, y la mayor cantidad de los brujos son del sexo frágil porque las mujeres son más crédulas, más propensas a la malignidad y embusteras por naturaleza”.

Otras citas no menos significativas: “La mujer es peligrosa por su sexualidad, a pesar de ser necesaria para la reproducción”. “El pecado que nació de la mujer destruye el alma al despojarla de la gracia”. “Existen tres vicios generales que tienen un especial dominio entre las mujeres malvadas: la infidelidad, la ambición y la lujuria”

Pero no vayamos tan lejos, el 31 de diciembre de 1930 el Papa Pío XI, Achille Damiano Ambrogio Ratti, publicó su encíclica “Del matrimonio casto” (Casti connubii) de donde transcribo este fragmento que es otra joyita:


«Todos los que empañan el brillo de la fidelidad y castidad conyugal, como maestros que son del error, echan por tierra (…) la fiel y honesta sumisión de la mujer al marido; y muchos de ellos se atreven todavía a decir, con mayor audacia, que es una indignidad la servidumbre de un cónyuge para con el otro; que, al ser iguales los derechos de ambos cónyuges, defienden presuntuosísimamente que por violarse estos derechos, a causa de la sujeción de un cónyuge al otro, se ha conseguido o se debe llegar a conseguir una cierta emancipación de la mujer. Distinguen tres clases de emancipación, (…) social, económica y fisiológica: fisiológica, porque quieren que las mujeres, a su arbitrio, estén libres o que se las libre de las cargas conyugales o maternales propias de una esposa (emancipación ésta que ya dijimos suficientemente no ser tal, sino un crimen horrendo); económica, porque pretenden que la mujer pueda, aun sin saberlo el marido o no queriéndolo, encargarse de sus asuntos, dirigirlos y administrarlos haciendo caso omiso del marido, de los hijos y de toda la familia; social, finalmente, en cuanto apartan a la mujer de los cuidados que en el hogar requieren su familia o sus hijos, para que pueda entregarse a sus aficiones, sin preocuparse de aquéllos y dedicarse a ocupaciones y negocios, aun a los públicos.»


El infalible representante de dios dice que la mujer no puede ser independiente y si lo fuera sería un “crimen horrendo”.

Pero todo esto no es cosa del pasado, en la actualidad el papa Francisco ha resultado un farsante; no ha cambiado nada, las mujeres siguen igual. Este señor fue puesto ahí para preservar los intereses de la iglesia. Punto.

Después de lo que hemos visto aquí —una pequeña muestra del pensamiento católico—, NO SÉ SI ALGUIEN DUDE SOBRE EL ORIGEN DE LA DISCRIMINACIÓN A LAS MUJERES, ya que curiosamente esto sucede en los pueblos de mayoría católica y si esta condición no la podemos combatir es porque esa baba fue sembrada en nosotros lesionando nuestra capacidad de raciocinio. No vamos a lograr la igualdad entre hombres y mujeres, ni entre la especie humana, mientras no nos quitemos de encima esta plaga. Ahí está la raíz del mal. (CONTINUARÁ)gonzali42@yahoo.com.mx