/ miércoles 7 de abril de 2021

Mujer & Poder | Ser mujer y política al mismo tiempo


Mujer y Poder: dos palabras que casi nunca comparten la misma frase. ¿No me cree? Búsquelo en San Google, donde indudablemente encontrará las irrefutables pruebas. Haga el experimento, abra el explorador y busque la palabra PODER. Para hacer la tarea más sencilla, hurgue en la sección de “imágenes” y cuente cuántas veces aparece alguna relacionada con la mujer y lo femenino entre los resultados. ¿Ya lo hizo?, vamos, dígame cuántas ¿dos, tres? ¿Diez? Entre millones de resultados una triste cifra de dos dígitos. Así de contundente es nuestro sistema. Y no hablo del sistema político sino del sistema de creencias que nos sujeta todos los días moldeando así nuestra concepción del mundo, un mundo donde la mujer y el poder no se sientan en la misma mesa.

Para muestra un botón, mientras escribo esta columna mi amiga Alejandra renuncia a su empleo de 12 años como directora de una oficina de comunicación para perseguir otro sueño más personal y menos político: ser madre. La cuestión no radica en si debe o no dejar el empleo o en si debe o no ser madre. La cuestión sería por qué debería decidir únicamente sobre una de esas opciones. Usted y yo sabemos que este no es sólo el caso de Alejandra, sino el de muchas mujeres que se ven obligadas a decidir entre dos espacios aparentemente irreconciliables: la vida pública y la vida privada. Y para las candidatas políticas esta no es una excepción.

Desde la antigüedad el debate sobre la participación política de la mujer ha sido interesante y hasta divertido. El señor Aristóteles (sí, aquél que no puede faltar en las referencias sobre el origen del estudio del poder) afirmaba que la mujer no sólo estaba “impedida” para los asuntos públicos sino también que estaba destinada únicamente a los asuntos privados como la familia y la procreación. Por supuesto que hoy en día esta idea podría pecar de radical y es probable que si Aristóteles conviviera en nuestro siglo habría ganado en poco tiempo muchos haters en las redes sociales.

Pero como todo debate, esta opinión también tenía una contraparte, el señor Sócrates, de quien sólo se puede saber a través de sus discípulos, como Platón que dejó escrito en sus diálogos gran parte de su pensamiento. En la obra La República, Platón sostiene que el Estado (con E mayúscula), es como un cuerpo humano que para ejercitarse requiere de ambos brazos. ¿Imagina usted una persona que solo ejercitara un brazo de su cuerpo y descuidara el otro? ¿podría considerarse a esta persona fuerte? Por esa razón Platón sostenía que para que un Estado (un país, un grupo social, una comunidad, una ciudad, una sociedad, etc) fuese realmente fuerte, necesitaba ejercitar los dos brazos o grupos que contenía: hombres y mujeres, y sólo así la sociedad podría crecer, no sólo en cantidad, sino en cualidades, desarrollar conocimiento, oficios y por lo tanto ciencia y economía. Para Sócrates y Platón la mujer no sólo era una parte de la sociedad, sino también ese otro brazo requerido para su fortaleza.

Aquel entretenido debate tuvo lugar hace 2,500 años y sigue vigente. A pesar de los avances en la normatividad que regula la participación política de la mujer en los países democráticos, un segmento de la población sigue percibiendo el poder como algo esencialmente masculino y esa ha sido la razón para escribir esta columna. Mostrar no sólo las barreras sino los modos de superarlas.

Como lo he sostenido cientos de veces tanto en conferencias y talleres como en mi libro, el PODER no es algo que tiene, es algo que se ejerce. Podríamos tener en nuestras manos un elemento considerado poderoso como el dinero, un arma, un cargo público, títulos universitarios y libros, pero si no “hacemos” algo con ellos, sólo tenemos objetos, pero no poder.

Siendo así, declaro inaugurada para las próximas entregas el segmento “Para ejercer el poder” dentro de esta columna donde compartiré herramientas de la ciencia política (Poder) y la ciencia de la comunicación (Palabra) para aquellas mujeres que desde sus trincheras públicas y privadas se enfrentan diariamente a la influencia del poder y así cuenten desde este espacio con herramientas para ejercerlo.


Redes sociales

Instagram y Twitter: @AstridCompol

Facebook: Politóloga Astrid Iturriaga


Mujer y Poder: dos palabras que casi nunca comparten la misma frase. ¿No me cree? Búsquelo en San Google, donde indudablemente encontrará las irrefutables pruebas. Haga el experimento, abra el explorador y busque la palabra PODER. Para hacer la tarea más sencilla, hurgue en la sección de “imágenes” y cuente cuántas veces aparece alguna relacionada con la mujer y lo femenino entre los resultados. ¿Ya lo hizo?, vamos, dígame cuántas ¿dos, tres? ¿Diez? Entre millones de resultados una triste cifra de dos dígitos. Así de contundente es nuestro sistema. Y no hablo del sistema político sino del sistema de creencias que nos sujeta todos los días moldeando así nuestra concepción del mundo, un mundo donde la mujer y el poder no se sientan en la misma mesa.

Para muestra un botón, mientras escribo esta columna mi amiga Alejandra renuncia a su empleo de 12 años como directora de una oficina de comunicación para perseguir otro sueño más personal y menos político: ser madre. La cuestión no radica en si debe o no dejar el empleo o en si debe o no ser madre. La cuestión sería por qué debería decidir únicamente sobre una de esas opciones. Usted y yo sabemos que este no es sólo el caso de Alejandra, sino el de muchas mujeres que se ven obligadas a decidir entre dos espacios aparentemente irreconciliables: la vida pública y la vida privada. Y para las candidatas políticas esta no es una excepción.

Desde la antigüedad el debate sobre la participación política de la mujer ha sido interesante y hasta divertido. El señor Aristóteles (sí, aquél que no puede faltar en las referencias sobre el origen del estudio del poder) afirmaba que la mujer no sólo estaba “impedida” para los asuntos públicos sino también que estaba destinada únicamente a los asuntos privados como la familia y la procreación. Por supuesto que hoy en día esta idea podría pecar de radical y es probable que si Aristóteles conviviera en nuestro siglo habría ganado en poco tiempo muchos haters en las redes sociales.

Pero como todo debate, esta opinión también tenía una contraparte, el señor Sócrates, de quien sólo se puede saber a través de sus discípulos, como Platón que dejó escrito en sus diálogos gran parte de su pensamiento. En la obra La República, Platón sostiene que el Estado (con E mayúscula), es como un cuerpo humano que para ejercitarse requiere de ambos brazos. ¿Imagina usted una persona que solo ejercitara un brazo de su cuerpo y descuidara el otro? ¿podría considerarse a esta persona fuerte? Por esa razón Platón sostenía que para que un Estado (un país, un grupo social, una comunidad, una ciudad, una sociedad, etc) fuese realmente fuerte, necesitaba ejercitar los dos brazos o grupos que contenía: hombres y mujeres, y sólo así la sociedad podría crecer, no sólo en cantidad, sino en cualidades, desarrollar conocimiento, oficios y por lo tanto ciencia y economía. Para Sócrates y Platón la mujer no sólo era una parte de la sociedad, sino también ese otro brazo requerido para su fortaleza.

Aquel entretenido debate tuvo lugar hace 2,500 años y sigue vigente. A pesar de los avances en la normatividad que regula la participación política de la mujer en los países democráticos, un segmento de la población sigue percibiendo el poder como algo esencialmente masculino y esa ha sido la razón para escribir esta columna. Mostrar no sólo las barreras sino los modos de superarlas.

Como lo he sostenido cientos de veces tanto en conferencias y talleres como en mi libro, el PODER no es algo que tiene, es algo que se ejerce. Podríamos tener en nuestras manos un elemento considerado poderoso como el dinero, un arma, un cargo público, títulos universitarios y libros, pero si no “hacemos” algo con ellos, sólo tenemos objetos, pero no poder.

Siendo así, declaro inaugurada para las próximas entregas el segmento “Para ejercer el poder” dentro de esta columna donde compartiré herramientas de la ciencia política (Poder) y la ciencia de la comunicación (Palabra) para aquellas mujeres que desde sus trincheras públicas y privadas se enfrentan diariamente a la influencia del poder y así cuenten desde este espacio con herramientas para ejercerlo.


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