/ domingo 14 de abril de 2019

Pastillitas para la felicidad


La vida, en cualquiera de sus manifestaciones, es evolución. En algunos casos el cambio es lento, pero seguro. Ahora mismo estamos llevando a cabo muchas transformaciones y no me refiero al cambio político de México, como país, sino al sutil cambio que paso a paso modifica nuestras costumbres y nuestro modo de pensar. No somos el mismo organismo de hace un año, las células viven, mueren y otras nacen para incorporarse al funcionamiento biológico; nuestras estructuras corporales cambian.

Las defensas de nuestro organismo, aquellas que nos defienden de los malos estados de ánimo, del pesimismo y la frustración, no están suficientemente estudiadas o quizá debería decir, aún no existe suficiente información al respecto; pero, si la vida es un lío, a veces cruel e injusta es por culpa de las percepciones que tenemos de ella y es justo lo que debemos cambiar y parece que ya encontramos la punta de la hebra para irla desenredando. El cambio que viene tiene que ver, nada más y nada menos, que con la Física Cuántica y la felicidad. El asunto rebasa la imaginación.

Un sector, cada vez más amplio, de la comunidad científica asegura que ahora podemos tener un control más completo de nuestras vidas; es decir, estamos muy cerca de ser lo que queremos ser; estamos a punto de lograr, con relativa facilidad, la felicidad, uno de los más remotos deseos de la humanidad; entendiendo, claro está, que la felicidad sea el objetivo final. Cada vez sabemos más de cómo funciona nuestro organismo a nivel cuántico.

Desde que se descubrió que el electrón —misterioso y juguetón habitante del átomo— tiene la facultad, entre otras muchas que estudia la física cuántica, de cambiar su propiedad de onda a partícula, si es observado (ojo, reitero: si es observado), se pudo entender cómo el pensamiento afecta a la materia. Cosa que no tiene nada de raro desde que Alberto Einstein demostró con su famosa ecuación E=mc2 que energía y materia son la misma vaina, se explica por qué el pensamiento, que es energía pura, modifica al electrón que es materia pura… y como nuestro ser está construido de partículas atómicas, pues, ahí está la razón científica de que sí podemos hacer cambios en nuestro carácter, como regular o minimizar emociones negativas: ira, tristeza, egoísmo; pesimismo, estrés, angustia, etc., lo cual redunda en una excelente salud. Es un hecho que las personas positivas son más sanas, eficaces y felices que las negativas. Ni quien lo dude.

Los lectores informados saben que influir en las personas para modificar el carácter, es un asunto viejo; tienen razón, pero, según neurólogos como Joe Dispenza, ahora sabemos cómo sucede y en consecuencia, digo yo, tenemos la esperanza real de que pronto aparezca la vacuna que evite o minimice las emociones negativas o la “pastillita de la felicidad”, sin caer, claro está, en la drogadicción.

Sabemos que desde que el homo se transformó en sapiens, empezó a buscar formas para dominar a los demás; pronto descubrió que a través de la repetición podía lograrlo. El método ha funcionado; infinidad de grupos políticos y religiosos, se han beneficiado de esta práctica. El ejemplo más usado, es el de Joseph Goebbels que convenció al culto pueblo alemán de las ventajas del Partido Nazi. Por su parte la iglesia católica inventó la oración y el rosario y ordenó a sus feligreses que rezaran todos los días, porque el mensaje que encierran las oraciones siempre son de ruego y humillación y sirven para afianzar la dependencia emocional, el ejemplo más devastador es el «Yo Pecador»: “…he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen…” Decirle esto a tu cerebro todos los días, es drogarlo.

Por desgracia la eficacia de este método en los ejemplos anteriores, dio resultados catastróficos para la humanidad.

Ahora bien, en vista que para lograr la felicidad a través de la ciencia, aún falta un poco de tiempo usemos el mismo método para beneficio propio. Esto se logra con un poco de disciplina para darse un poco de tiempo —unos 7 minutos, de preferencia al levantarse por la mañana— para pensar, en forma decidida y reiterada, que son capaces de lograr lo que se proponen, esta idea pronto pasaría a formar parte del funcionamiento de la mente, la energía del pensamiento estaría modificando las más profundas estructuras de nuestro ser y se podrían determinar las futuras respuestas a los miedos o expectativas que plantea la vida. En un tiempo razonable la recompensa estaría a la vista: se habrían transformado en personas seguras y positivas; con una alta autoestima, incrementando con ello el confort y la felicidad y por supuesto la salud. ¿No cree usted?



La vida, en cualquiera de sus manifestaciones, es evolución. En algunos casos el cambio es lento, pero seguro. Ahora mismo estamos llevando a cabo muchas transformaciones y no me refiero al cambio político de México, como país, sino al sutil cambio que paso a paso modifica nuestras costumbres y nuestro modo de pensar. No somos el mismo organismo de hace un año, las células viven, mueren y otras nacen para incorporarse al funcionamiento biológico; nuestras estructuras corporales cambian.

Las defensas de nuestro organismo, aquellas que nos defienden de los malos estados de ánimo, del pesimismo y la frustración, no están suficientemente estudiadas o quizá debería decir, aún no existe suficiente información al respecto; pero, si la vida es un lío, a veces cruel e injusta es por culpa de las percepciones que tenemos de ella y es justo lo que debemos cambiar y parece que ya encontramos la punta de la hebra para irla desenredando. El cambio que viene tiene que ver, nada más y nada menos, que con la Física Cuántica y la felicidad. El asunto rebasa la imaginación.

Un sector, cada vez más amplio, de la comunidad científica asegura que ahora podemos tener un control más completo de nuestras vidas; es decir, estamos muy cerca de ser lo que queremos ser; estamos a punto de lograr, con relativa facilidad, la felicidad, uno de los más remotos deseos de la humanidad; entendiendo, claro está, que la felicidad sea el objetivo final. Cada vez sabemos más de cómo funciona nuestro organismo a nivel cuántico.

Desde que se descubrió que el electrón —misterioso y juguetón habitante del átomo— tiene la facultad, entre otras muchas que estudia la física cuántica, de cambiar su propiedad de onda a partícula, si es observado (ojo, reitero: si es observado), se pudo entender cómo el pensamiento afecta a la materia. Cosa que no tiene nada de raro desde que Alberto Einstein demostró con su famosa ecuación E=mc2 que energía y materia son la misma vaina, se explica por qué el pensamiento, que es energía pura, modifica al electrón que es materia pura… y como nuestro ser está construido de partículas atómicas, pues, ahí está la razón científica de que sí podemos hacer cambios en nuestro carácter, como regular o minimizar emociones negativas: ira, tristeza, egoísmo; pesimismo, estrés, angustia, etc., lo cual redunda en una excelente salud. Es un hecho que las personas positivas son más sanas, eficaces y felices que las negativas. Ni quien lo dude.

Los lectores informados saben que influir en las personas para modificar el carácter, es un asunto viejo; tienen razón, pero, según neurólogos como Joe Dispenza, ahora sabemos cómo sucede y en consecuencia, digo yo, tenemos la esperanza real de que pronto aparezca la vacuna que evite o minimice las emociones negativas o la “pastillita de la felicidad”, sin caer, claro está, en la drogadicción.

Sabemos que desde que el homo se transformó en sapiens, empezó a buscar formas para dominar a los demás; pronto descubrió que a través de la repetición podía lograrlo. El método ha funcionado; infinidad de grupos políticos y religiosos, se han beneficiado de esta práctica. El ejemplo más usado, es el de Joseph Goebbels que convenció al culto pueblo alemán de las ventajas del Partido Nazi. Por su parte la iglesia católica inventó la oración y el rosario y ordenó a sus feligreses que rezaran todos los días, porque el mensaje que encierran las oraciones siempre son de ruego y humillación y sirven para afianzar la dependencia emocional, el ejemplo más devastador es el «Yo Pecador»: “…he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen…” Decirle esto a tu cerebro todos los días, es drogarlo.

Por desgracia la eficacia de este método en los ejemplos anteriores, dio resultados catastróficos para la humanidad.

Ahora bien, en vista que para lograr la felicidad a través de la ciencia, aún falta un poco de tiempo usemos el mismo método para beneficio propio. Esto se logra con un poco de disciplina para darse un poco de tiempo —unos 7 minutos, de preferencia al levantarse por la mañana— para pensar, en forma decidida y reiterada, que son capaces de lograr lo que se proponen, esta idea pronto pasaría a formar parte del funcionamiento de la mente, la energía del pensamiento estaría modificando las más profundas estructuras de nuestro ser y se podrían determinar las futuras respuestas a los miedos o expectativas que plantea la vida. En un tiempo razonable la recompensa estaría a la vista: se habrían transformado en personas seguras y positivas; con una alta autoestima, incrementando con ello el confort y la felicidad y por supuesto la salud. ¿No cree usted?