/ jueves 22 de diciembre de 2016

Sin eufemismos

Cada tanto, aparece una campaña dedicada a la mujer con un lindo color que simboliza algo, ahora, en octubre, recién el pasado 19 de octubre se celebró “el día mundial de la lucha contra el cáncer de mama”, instituido por organismos internacionales, el asunto permeó rápidamente entre la sociedad de modo que ahora, las y los políticos hasta organizan eventos, caravanas, mastografías gratuitas (cuyos resultados casi nunca se entregan), marchas, declaraciones, uso del color rosa, etc. No importa si son hombres o mujeres, hacen de todo para visibilizar su profunda solidaridad con este padecimiento mayoritariamente femenino. Luego, está el problema de la violencia, en México ser mujer es prácticamente estar condenada. De acuerdo con la Organización de la Naciones Unidas (ONU) en nuestro país la violencia está considerada una “pandemia”, lo cual según la Real Academia de la Lengua se refiere a una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. Y claro, para ello también hay una linda y colorida solución: vestir de naranja. La idea, cómo no, surgió de un preocupado organismo internacional que determinó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y por supuesto, nuestras autoridades rápidamente “lo adoptaron” de modo que cada día 25 de cada mes, la cosa es vestir naranja para hacer evidente la necesidad de apoyar a las mujeres y su lucha contra la violencia. Igualmente vemos a varios y varias vestir el color del día, tomarse la foto, rasgar sus vestiduras y luego a lo que sigue. Lo que no se ve es a esas mismas personas exigiendo que esta pandemia pare. No aparecen en movimientos que exigen decretar alerta de género, no están presentes cuando se piden cifras reales ni mucho menos hacen declaraciones cuando es necesario exigir justicia. Menos aún que lleven una caravana para concientizar a la gente de las colonias sobre la monstruosa realidad: que en México, cada cuatro minutos ocurre una violación sexual, que la mayoría de las víctimas de violencia no denuncian porque lo consideran “normal”, que si eres mexicana entre 15 y 45 años, es más probable que mueras asesinada que de cáncer o VIH, que están acabando con el género femenino y no hay modo de frenar a los homicidas, a los violadores, a los masacradores, a los hombres que ven en las mujeres objetos para, literalmente, usar y tirar. Así, “los colorcitos” se convierten en una piadosa excusa que aletarga y hace pensar que “están haciendo algo” cuando la cruda realidad es que no están haciendo nada.

Cada tanto, aparece una campaña dedicada a la mujer con un lindo color que simboliza algo, ahora, en octubre, recién el pasado 19 de octubre se celebró “el día mundial de la lucha contra el cáncer de mama”, instituido por organismos internacionales, el asunto permeó rápidamente entre la sociedad de modo que ahora, las y los políticos hasta organizan eventos, caravanas, mastografías gratuitas (cuyos resultados casi nunca se entregan), marchas, declaraciones, uso del color rosa, etc. No importa si son hombres o mujeres, hacen de todo para visibilizar su profunda solidaridad con este padecimiento mayoritariamente femenino. Luego, está el problema de la violencia, en México ser mujer es prácticamente estar condenada. De acuerdo con la Organización de la Naciones Unidas (ONU) en nuestro país la violencia está considerada una “pandemia”, lo cual según la Real Academia de la Lengua se refiere a una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. Y claro, para ello también hay una linda y colorida solución: vestir de naranja. La idea, cómo no, surgió de un preocupado organismo internacional que determinó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y por supuesto, nuestras autoridades rápidamente “lo adoptaron” de modo que cada día 25 de cada mes, la cosa es vestir naranja para hacer evidente la necesidad de apoyar a las mujeres y su lucha contra la violencia. Igualmente vemos a varios y varias vestir el color del día, tomarse la foto, rasgar sus vestiduras y luego a lo que sigue. Lo que no se ve es a esas mismas personas exigiendo que esta pandemia pare. No aparecen en movimientos que exigen decretar alerta de género, no están presentes cuando se piden cifras reales ni mucho menos hacen declaraciones cuando es necesario exigir justicia. Menos aún que lleven una caravana para concientizar a la gente de las colonias sobre la monstruosa realidad: que en México, cada cuatro minutos ocurre una violación sexual, que la mayoría de las víctimas de violencia no denuncian porque lo consideran “normal”, que si eres mexicana entre 15 y 45 años, es más probable que mueras asesinada que de cáncer o VIH, que están acabando con el género femenino y no hay modo de frenar a los homicidas, a los violadores, a los masacradores, a los hombres que ven en las mujeres objetos para, literalmente, usar y tirar. Así, “los colorcitos” se convierten en una piadosa excusa que aletarga y hace pensar que “están haciendo algo” cuando la cruda realidad es que no están haciendo nada.