/ sábado 26 de febrero de 2022

Carrereando la chuleta | Educación


Revisando un viejo calendario de efemérides me encontré con una de esas conmemoraciones que la verdad es que a nadie le importan, pero que me dejó pensando (es un decir). Aparecía que un 26 de febrero del 2013 se creó el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), que por cierto ya no existe y que fue sustituido por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, que se creó el primero de octubre del 2019.

Honestamente no sé bien a bien qué hacía el INEE como tampoco sé que hace el otro de nombre más complicado, y con no saber no me refiero a la flojera que me da buscarlo en la red y enterarme, de lo que hablo es que yo no veo ningún cambio o mejora en la educación hasta ahora, si usted sí, amable lector, por favor cuénteme para al menos quitarme un poco el pesimismo.

Los chamacos de la secundaria siguen sin saber comprender textos y tampoco entienden los principios de las matemáticas, a las cuales la mayoría odian, como también odian la lectura. Su nivel de abstracción no es el mejor y mucho menos son autodidactas o curiosos investigadores. Van a la escuela porque no les queda de otra, porque los mandan, año con año egresan miles y miles de niños de las primarias y las secundarias sin tener la más mínima idea de para qué son buenos y de cómo sacarle provecho a esas habilidades.

El resultado es visible y predecible, continúan, en el mejor de los casos, y salen de la preparatoria de la misma forma, con la prisa y la presión de encontrar una carrera que cumpla con la básica función de evitar que se mueran de hambre, otra vez en el mejor de los casos, pero nada más. No hay un verdadero seguimiento de los alumnos ni una verdadera orientación hacia aprovechar las cualidades de cada uno. No se enseña disciplina, y no me refiero a esa que antes aplicaban a coscorrones o a gritos, o a ponerlos bajo el sol dos horas, no, esos son abusos, me refiero a enseñarles la importancia de comenzar algo, hacerlo lo mejor posible, repetirlo hasta que salgan los resultados, apropiarse y disfrutar de esos resultados y luego superarse a sí mismos.

Cada que hay eventos, sobre todo deportivos (aunque en realidad aplica para todo), nos enteramos y hasta nos sorprendemos porque los atletas entrenan diario, por horas, para ser los mejores, ¿se ha puesto a pensar las maravillas que podría lograr su chamaco si se dedicara en cuerpo y alma a explotar sus habilidades? No habría límite y eso es lo que me gustaría ver en las escuelas, no a un montón de niños que ni sabe para qué va, que le da lo mismo la física que el español y que por tanto nada le entusiasma y no quiere ni mueve un dedo por ser mejor en nada porque simplemente no le interesa, y simplemente no le interesa porque no hay una verdadera guía, una verdadera educación.

Tema aparte es el que muchos planteles sean una verdadera desgracia, que no tengan las condiciones mínimas para que los chamacos aprendan, que no se les pueda dotar de desayuno y comida, con hambre nomás no se puede y si hablamos de niveles superiores hay que sumarle el que no hay suficiente espacio para todos, por lo que si alguien quiere hacer una carrera se vuelve un juego de azar y no un derecho.

Necesitamos otro tipo de organismos, que no se dediquen a hacer examencitos a ver si los niños le atinan a A o a B, y en donde los resultados se midieran por jóvenes exitosos en sus áreas de trabajo, no por egresados que pagaron para que les hicieran la tesis y que acaban mejor haciendo otra cosa que nada tenía que ver. Qué distinto sería si mejor eso que les gusta lo hicieran con excelencia y se prepararan para ello desde el kínder, suena inverosímil pero desde entonces se pueden detectar los talentos y gustos de un niño.

En fin, algún día podremos decir que no trabajamos porque aquello que hacemos es lo que amamos, somos los mejores haciéndolo y además nos pagan –y mucho– por ello.

Comentarios a rgonzalez@diariodelsur.com


Revisando un viejo calendario de efemérides me encontré con una de esas conmemoraciones que la verdad es que a nadie le importan, pero que me dejó pensando (es un decir). Aparecía que un 26 de febrero del 2013 se creó el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), que por cierto ya no existe y que fue sustituido por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, que se creó el primero de octubre del 2019.

Honestamente no sé bien a bien qué hacía el INEE como tampoco sé que hace el otro de nombre más complicado, y con no saber no me refiero a la flojera que me da buscarlo en la red y enterarme, de lo que hablo es que yo no veo ningún cambio o mejora en la educación hasta ahora, si usted sí, amable lector, por favor cuénteme para al menos quitarme un poco el pesimismo.

Los chamacos de la secundaria siguen sin saber comprender textos y tampoco entienden los principios de las matemáticas, a las cuales la mayoría odian, como también odian la lectura. Su nivel de abstracción no es el mejor y mucho menos son autodidactas o curiosos investigadores. Van a la escuela porque no les queda de otra, porque los mandan, año con año egresan miles y miles de niños de las primarias y las secundarias sin tener la más mínima idea de para qué son buenos y de cómo sacarle provecho a esas habilidades.

El resultado es visible y predecible, continúan, en el mejor de los casos, y salen de la preparatoria de la misma forma, con la prisa y la presión de encontrar una carrera que cumpla con la básica función de evitar que se mueran de hambre, otra vez en el mejor de los casos, pero nada más. No hay un verdadero seguimiento de los alumnos ni una verdadera orientación hacia aprovechar las cualidades de cada uno. No se enseña disciplina, y no me refiero a esa que antes aplicaban a coscorrones o a gritos, o a ponerlos bajo el sol dos horas, no, esos son abusos, me refiero a enseñarles la importancia de comenzar algo, hacerlo lo mejor posible, repetirlo hasta que salgan los resultados, apropiarse y disfrutar de esos resultados y luego superarse a sí mismos.

Cada que hay eventos, sobre todo deportivos (aunque en realidad aplica para todo), nos enteramos y hasta nos sorprendemos porque los atletas entrenan diario, por horas, para ser los mejores, ¿se ha puesto a pensar las maravillas que podría lograr su chamaco si se dedicara en cuerpo y alma a explotar sus habilidades? No habría límite y eso es lo que me gustaría ver en las escuelas, no a un montón de niños que ni sabe para qué va, que le da lo mismo la física que el español y que por tanto nada le entusiasma y no quiere ni mueve un dedo por ser mejor en nada porque simplemente no le interesa, y simplemente no le interesa porque no hay una verdadera guía, una verdadera educación.

Tema aparte es el que muchos planteles sean una verdadera desgracia, que no tengan las condiciones mínimas para que los chamacos aprendan, que no se les pueda dotar de desayuno y comida, con hambre nomás no se puede y si hablamos de niveles superiores hay que sumarle el que no hay suficiente espacio para todos, por lo que si alguien quiere hacer una carrera se vuelve un juego de azar y no un derecho.

Necesitamos otro tipo de organismos, que no se dediquen a hacer examencitos a ver si los niños le atinan a A o a B, y en donde los resultados se midieran por jóvenes exitosos en sus áreas de trabajo, no por egresados que pagaron para que les hicieran la tesis y que acaban mejor haciendo otra cosa que nada tenía que ver. Qué distinto sería si mejor eso que les gusta lo hicieran con excelencia y se prepararan para ello desde el kínder, suena inverosímil pero desde entonces se pueden detectar los talentos y gustos de un niño.

En fin, algún día podremos decir que no trabajamos porque aquello que hacemos es lo que amamos, somos los mejores haciéndolo y además nos pagan –y mucho– por ello.

Comentarios a rgonzalez@diariodelsur.com