El grave problema de la inseguridad que azota al país y especialmente a Tapachula en las últimas fechas, es causa del débil desempeño de los padres en la educación de sus hijos.
En este sentido, el coordinador de la pastoral educativa de la diócesis de Tapachula, Gonzalo Amarante Vázquez Zavala, afirmó que los padres, iglesia, medios de comunicación, instituciones de gobierno, escuelas y organismos no gubernamentales son los entes que deben participar en guiar a los jóvenes para darle sentido a una nueva generación con entendimiento y no de violencia, esto, para contrarrestar el resquebrajamiento de la sociedad.
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Indicó que hoy más que nunca es necesario cumplir con la responsabilidad de educar a los hijos y saber escuchar a los jóvenes y brindarles el acompañamiento con la finalidad de que, en un futuro cercano, la sociedad tenga una mejor alternativa para salir adelante.
Dijo que muchos padres han contribuido en que sus hijos delincan, primero a menor escala y poco a poco va subiendo de nivel, hasta encontrarnos en un callejón sin salida, en la que, de no corregir a tiempo, esto generará un mayor daño social a mediano plazo.
Señaló que desafortunadamente hay un fenómeno en que los hijos quieren mandar a los padres, y al dejarlos, les está abriendo la puerta a la desobediencia, que tarde o temprano lo va a manifestar en el comportamiento en las calles, o peor aún, violando las leyes.
Detalló que es fundamental que los jóvenes encuentren una motivación en sus vidas para cumplir con sus responsabilidades y de esta forma evitar caer en la tentación de las adicciones, la delincuencia o el ocio, por ello, también es importante que la propuesta es que otras entidades que están fuera de las familias, coadyuven en la formación de los adolescentes.
Finalizó indicando que la familia es parte fundamental de la formación de los jóvenes, por lo que hizo un llamado a los padres de familia a ser más responsables en la educación de los niños y jóvenes, porque desafortunadamente las consecuencias del mal comportamiento, siempre terminan en la cárcel, en el hospital o en el panteón.