Gladys Yamileth lleva cinco días durmiendo en una de las banquetas de las oficinas de Regularización Migratoria, al sur de Tapachula.
Desde entonces afirma que le han dado “atole con el dedo”, no la atienden en el instituto Nacional de Migración para colocarle una de las tantas huellas que las autoridades le exigen para poder, al final, otorgarle su permiso de salida que le permita el libre tránsito por México.
Como Gladys, de origen hondureño, cientos de personas están en la misma e interminable espera ante la negligencia de las autoridades.
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La situación se ha agudizado en los últimos días, debido a que el gobierno de México liberó la orden para que africanos, que se mantenían afuera de la Estación Siglo XXI, inicien sus trámites para este mismo permiso, pero parece que tales papeles son un sueño inalcanzable para los cientos de extranjeros varados en la frontera sur.
“Estoy aquí desde el viernes, no me hicieron caso y me han hecho estar aquí parada, no nos dicen nada, no nos resuelven, por lo menos que sean honestos”, afirma la mujer que intenta obtener respuesta.
Mientras tanto, un oficial de la Policía Municipal de Tapachula, en un tono sincero, les dice a los inmigrantes que es mejor retirarse a casa, pues no serán atendidos debido a la demora que hay con otros cientos que permanecen del otro de la valla, los que se suponen ya deberían estar realizando el trámite.
El INM no informa cuántas personas son atendidas al día. Al cuestionar a sus elementos sobre el número de atenciones, sólo se concretan a responder “se atiende a mucha gente, cualquier información en la Estación Migratoria”, pero esas oficinas son un cuartel hermético en el que nada se sabe.
Incluso, el operativo implementado por fuerzas policíacas federales y estatales es un desorden. Riñen entre ellos, se culpan unos a otros de la falta de coordinación para mantener en un perímetro u otro a los extranjeros.
“Tenemos mucha gente a la espera, allá adentro ( oficinas ) está lleno, esto va muy lento, sostiene otro integrante del INM.
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