/ domingo 11 de junio de 2023

Lety Monroy Chanona, una historia puntada a puntada y tejida con amor…

Hace 20 años entrevisté por primera vez a esta mujerona, con quien charlar es un bálsamo para el alma

Se llama Lety, se educó en la cultura del esfuerzo y el trabajo, nada le llegó de cortesía, más que la felicidad; el amor, un hijo, una vida plena y mucho talento.

Nació en una época en que las mujeres no tenían derecho a mucho, pero gracias a su abuela, rompió todos los esquemas para vivir a plenitud. Vino al mundo en verano de 1934, precisamente el día 12 de agosto.

Es hija de Don Héctor Monrroy Garmendia y Esperanza Chanona Ruiz. Era una niña cuando sus padres emigraron a Ixtepec, Oaxaca, en donde su padre dedicado a la empresa farmacéutica abrió la “Farmacia Ixtepec”.

Su historia está llena de pasajes que narra con justicia a pesar de los años. Fue su abuela Delfina Garmendia de Monrroy, quien la llevó de la mano por los vericuetos del arte y la cultura, es la responsable de haber despertado en esta mujerona el talento, la imaginación y ese poder grandioso para transitar por la vida feliz.

En Ixtepec, estudia la primaria, la secundaria en el Colegio Modelo y un cachito de la lotería les cambia la suerte, cuando su padre gana 25 mil pesos, con ello se van a vivir a Ciudad de México. Vive con su abuela una temporada por aquello de que la quería pulir. Después regresa a Ixtepec, en donde vivió 18 años.



Lety solo estudió la primaria, la secundaria y algo de comercio; las mujeres de esa época no tenían más opciones y menos oportunidades. Así que el 3 de noviembre de 1953, vuelve a Tapachula, la tierra en donde nació para trabajar con su papá en una empresa gasera. Ingresa a trabajar al Colegio Modelo a solicitud de una tía, quien estaba en espera y porque las finanzas en el negocio familiar no estaban bien.

Colabora en el Colegio Constancia y Trabajo 18 años, y en aquellos años era una mujer muy solicitada para coreografías de XV años y fin de cursos de colegios.

En ese ir y venir se distingue como excelente alumna del Instituto Mexicano de Bellas Artes (IMBA), en donde se graduó como bailarina de ballet, aunque su encuentro con el ballet sucedió cuando tenía 7 años, y es que en cada temporada vacacional aprovechaba para viajar a la ciudad de México e instruirse en el mundo del arte.

En 1953, ingresa como fundadora de la Escuela Normal Fray Matías de Córdova, impartiendo clases de Teatro y Danza, así como de manualidades hasta jubilarse. Narra que supo cubrir su temor con desparpajo pues no era maestra, pero sí tenía algo que la sostenía, valor y deseos de vivir en el mundo que le gustaba.

Tenía 19 años cuando fundó el Kinder Jardín de Niños Alegría, una escuela modelo para niños, a quienes educaba con mucha cultura, enseñándoles poesía, teatro y otros desarrollos sociales.

No todo es trabajo, aunque nunca habla de él, decidió confiarme un trozo importantísimo de su vida personal, un tema que, por razones muy personales había guardado por años, así que en esta última entrevista me confía que vivió un romance.

Se trata de Fernando Jiménez Rosales, un hombre al que conoció en Ixtepec, Oaxaca y con quien se volvió a reencontrar en Tapachula, es el hombre con quien compartió su corazón por 11 años.

11 años de romance, nunca se casaron, producto de ese amor, cuando Lety tenía 34 años, nace su único hijo Héctor Fernando Jiménez Monrroy, y cuando el pequeño tiene un año ocho meses, pierde a su compañero de vida, su único amor.

En 1958 es llamada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para colaborar en lo que sabe hacer. No era instructora, así que dudaba en aceptar la oferta de trabajo, pero “Paco Seco” la convence para impartir clases de 8 a 9 de la noche. Estar en esa fiesta con señoras, era para ella como una válvula de escape a tantos problemas.

En el IMSS colabora 30 años hasta jubilarse, pues una enfermedad le impedía seguir dando clases, retirándose con honores.

En 1987, pierde a su hijo en un trágico accidente, un hijo de 17 años quien, hasta el día de hoy, vive con ella -Él no se murió Carlos, solo cambió de domicilio-, me dice convencida.

En 1973, pierde a su madre y cuatro años más tarde, su padre también fallece. “Fuimos tres hijos; Norma, Ruth y yo, así que estoy rodeada de muchos sobrinos”, he enterrado a los que tengo que enterrar y acá estoy…

En 1970, abre en la Av. Central Poniente # 19, el Centro de Tejido “Lety”, gracias a un agente viajero que conoce y quien le da absoluta confianza dejándole material sin pago alguno, así comienza su pasatiempo de tejer historias y entre puntada y puntada, la vida se le va…

Lety es una mujer que gracias a su talento, habilidad, ingenio pero sobre todo valentía, superó todos los agravios de la vida, trabajando, viviendo la vida entre la danza, el teatro y las manualidades, así lució igualmente en la Secundaria Técnica, y gracias a tener ISSSTE, logra un préstamo para construirse un patrimonio y nace en 1980 “Tejicentro Peluchín”.

¡Qué vida! Cualquier persona con la mitad se quiere morir, pero ella no. Tuvo la fe en ella misma para vivir la vida como iba llegando.

Se instruyó de manera autodidacta, con trabajo, arte y tanta belleza que le apasiona, superó la muerte de su hijo, del único amor de su vida; Fernando Jiménez Rosales, de sus padres, y con ese optimismo y fe en Dios, superó todo sin perder la felicidad.



Hace 20 años entrevisté por primera vez a esta mujerona, con quien charlar es un bálsamo para el alma. En esa ocasión me contó la misma historia, me habló de sus trabajos, de cómo se construyó una historia, cómo explotó su talento para sobrevivir, y vivir hasta el día de hoy.

Volver en esta ocasión para Diario del Sur, descubro que Lety es una mujer que, así como un artista moldea su obra cumbre, ella mira la vida con el mismo amor de siempre, a pesar de todos los agravios.

Es difícil definir, calificar a una mujer del tamaño de Lety Monrroy Chanona. Es la maestra de todos, el corazón de los formadores de la “Asociación Civil del Taller Folclórico del IMSS”.

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Lety Monroy se jubila de todos los trabajos, aprendió a vivir a estar sola, aprendió un poquito en IMBA, el resto, que es mucho, es talento natural, herencia de su padre y de su abuela que se encargaron de alimentarle el alma con arte para que transitara por la vida, sin miedo alguno.

Lety cumplirá 90 años muy pronto, lo hará en su espacio en donde se tejen historias y se bordan recuerdos, rodeada del amor de su hijo, de sus compañeras inseparables, de Maty, que la asiste, viendo que el tiempo pasa y sus recuerdos siguen ahí ¡Vivos!

¿Lety, que esperas de la vida? -Acá estoy Carlos, para cuando Dios me llame-, responde convencida que el mejor regalo que ha tenido es vivir y haber amado con tanta intensidad que, si volviera nacer haría lo mismo.

Comentarios: morancarlos.escobar1958@gmail.com

Se llama Lety, se educó en la cultura del esfuerzo y el trabajo, nada le llegó de cortesía, más que la felicidad; el amor, un hijo, una vida plena y mucho talento.

Nació en una época en que las mujeres no tenían derecho a mucho, pero gracias a su abuela, rompió todos los esquemas para vivir a plenitud. Vino al mundo en verano de 1934, precisamente el día 12 de agosto.

Es hija de Don Héctor Monrroy Garmendia y Esperanza Chanona Ruiz. Era una niña cuando sus padres emigraron a Ixtepec, Oaxaca, en donde su padre dedicado a la empresa farmacéutica abrió la “Farmacia Ixtepec”.

Su historia está llena de pasajes que narra con justicia a pesar de los años. Fue su abuela Delfina Garmendia de Monrroy, quien la llevó de la mano por los vericuetos del arte y la cultura, es la responsable de haber despertado en esta mujerona el talento, la imaginación y ese poder grandioso para transitar por la vida feliz.

En Ixtepec, estudia la primaria, la secundaria en el Colegio Modelo y un cachito de la lotería les cambia la suerte, cuando su padre gana 25 mil pesos, con ello se van a vivir a Ciudad de México. Vive con su abuela una temporada por aquello de que la quería pulir. Después regresa a Ixtepec, en donde vivió 18 años.



Lety solo estudió la primaria, la secundaria y algo de comercio; las mujeres de esa época no tenían más opciones y menos oportunidades. Así que el 3 de noviembre de 1953, vuelve a Tapachula, la tierra en donde nació para trabajar con su papá en una empresa gasera. Ingresa a trabajar al Colegio Modelo a solicitud de una tía, quien estaba en espera y porque las finanzas en el negocio familiar no estaban bien.

Colabora en el Colegio Constancia y Trabajo 18 años, y en aquellos años era una mujer muy solicitada para coreografías de XV años y fin de cursos de colegios.

En ese ir y venir se distingue como excelente alumna del Instituto Mexicano de Bellas Artes (IMBA), en donde se graduó como bailarina de ballet, aunque su encuentro con el ballet sucedió cuando tenía 7 años, y es que en cada temporada vacacional aprovechaba para viajar a la ciudad de México e instruirse en el mundo del arte.

En 1953, ingresa como fundadora de la Escuela Normal Fray Matías de Córdova, impartiendo clases de Teatro y Danza, así como de manualidades hasta jubilarse. Narra que supo cubrir su temor con desparpajo pues no era maestra, pero sí tenía algo que la sostenía, valor y deseos de vivir en el mundo que le gustaba.

Tenía 19 años cuando fundó el Kinder Jardín de Niños Alegría, una escuela modelo para niños, a quienes educaba con mucha cultura, enseñándoles poesía, teatro y otros desarrollos sociales.

No todo es trabajo, aunque nunca habla de él, decidió confiarme un trozo importantísimo de su vida personal, un tema que, por razones muy personales había guardado por años, así que en esta última entrevista me confía que vivió un romance.

Se trata de Fernando Jiménez Rosales, un hombre al que conoció en Ixtepec, Oaxaca y con quien se volvió a reencontrar en Tapachula, es el hombre con quien compartió su corazón por 11 años.

11 años de romance, nunca se casaron, producto de ese amor, cuando Lety tenía 34 años, nace su único hijo Héctor Fernando Jiménez Monrroy, y cuando el pequeño tiene un año ocho meses, pierde a su compañero de vida, su único amor.

En 1958 es llamada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para colaborar en lo que sabe hacer. No era instructora, así que dudaba en aceptar la oferta de trabajo, pero “Paco Seco” la convence para impartir clases de 8 a 9 de la noche. Estar en esa fiesta con señoras, era para ella como una válvula de escape a tantos problemas.

En el IMSS colabora 30 años hasta jubilarse, pues una enfermedad le impedía seguir dando clases, retirándose con honores.

En 1987, pierde a su hijo en un trágico accidente, un hijo de 17 años quien, hasta el día de hoy, vive con ella -Él no se murió Carlos, solo cambió de domicilio-, me dice convencida.

En 1973, pierde a su madre y cuatro años más tarde, su padre también fallece. “Fuimos tres hijos; Norma, Ruth y yo, así que estoy rodeada de muchos sobrinos”, he enterrado a los que tengo que enterrar y acá estoy…

En 1970, abre en la Av. Central Poniente # 19, el Centro de Tejido “Lety”, gracias a un agente viajero que conoce y quien le da absoluta confianza dejándole material sin pago alguno, así comienza su pasatiempo de tejer historias y entre puntada y puntada, la vida se le va…

Lety es una mujer que gracias a su talento, habilidad, ingenio pero sobre todo valentía, superó todos los agravios de la vida, trabajando, viviendo la vida entre la danza, el teatro y las manualidades, así lució igualmente en la Secundaria Técnica, y gracias a tener ISSSTE, logra un préstamo para construirse un patrimonio y nace en 1980 “Tejicentro Peluchín”.

¡Qué vida! Cualquier persona con la mitad se quiere morir, pero ella no. Tuvo la fe en ella misma para vivir la vida como iba llegando.

Se instruyó de manera autodidacta, con trabajo, arte y tanta belleza que le apasiona, superó la muerte de su hijo, del único amor de su vida; Fernando Jiménez Rosales, de sus padres, y con ese optimismo y fe en Dios, superó todo sin perder la felicidad.



Hace 20 años entrevisté por primera vez a esta mujerona, con quien charlar es un bálsamo para el alma. En esa ocasión me contó la misma historia, me habló de sus trabajos, de cómo se construyó una historia, cómo explotó su talento para sobrevivir, y vivir hasta el día de hoy.

Volver en esta ocasión para Diario del Sur, descubro que Lety es una mujer que, así como un artista moldea su obra cumbre, ella mira la vida con el mismo amor de siempre, a pesar de todos los agravios.

Es difícil definir, calificar a una mujer del tamaño de Lety Monrroy Chanona. Es la maestra de todos, el corazón de los formadores de la “Asociación Civil del Taller Folclórico del IMSS”.

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Lety Monroy se jubila de todos los trabajos, aprendió a vivir a estar sola, aprendió un poquito en IMBA, el resto, que es mucho, es talento natural, herencia de su padre y de su abuela que se encargaron de alimentarle el alma con arte para que transitara por la vida, sin miedo alguno.

Lety cumplirá 90 años muy pronto, lo hará en su espacio en donde se tejen historias y se bordan recuerdos, rodeada del amor de su hijo, de sus compañeras inseparables, de Maty, que la asiste, viendo que el tiempo pasa y sus recuerdos siguen ahí ¡Vivos!

¿Lety, que esperas de la vida? -Acá estoy Carlos, para cuando Dios me llame-, responde convencida que el mejor regalo que ha tenido es vivir y haber amado con tanta intensidad que, si volviera nacer haría lo mismo.

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