Al celebrar la eucaristía por el migrante y el refugiado, el obispo de Tapachula, Jaime Calderón Calderón, urgió a las autoridades mexicanas leyes más justas y humanitarias ante el fenómeno migratorio que se vive en la frontera sur.
En el marco de la finalización de la 108 jornada mundial del migrante y el refugiado, el obispo ofreció una rueda de prensa, en donde se pronunció por una visión humanitaria del fenómeno y llamó a evitar cualquier signo de violencia que señalan es reprobable de quien venga, ya sea de autoridades o de los mismos hermanos migrantes,
Con singular preocupación hizo un llamado a los migrantes a no dejarse engañar por quienes prometen cosas que no son reales y los orilla a salir de sus países o bien por aquellos que les piden tomar carretera o a ejercer violencia, cuyas acciones transgreden la ley y muchas veces vejan los derechos de quienes los ayudan y dan alimentos.
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Indicó que duele el hambre, la enfermedad y el sufrimiento de los hermanos migrantes a quienes deportan y regresan y no saben cuanto puedan soportar la situación, ya que es un fenómeno complicado y complejo que implica causas internas y externas.
El obispo de la Diócesis de Tapachula expuso que antes de partir los migrantes y los refugiados deben pensarlo bien, ya que el llamado sueño americano no es tan real como lo pintan, hay en el camino mucho sufrimiento, peligro, aunque reconoció que no se les puede impedir el derecho al tránsito que debe ser respetado.
Reconoció que de los países de procedencia de quienes migran hay mucha pobreza, violencia, inseguridad con pocas esperanzas para esta gente y con poco futuro, por eso arriesgan la vida y la de sus familias para emprender el camino.
Detalló que las leyes deben justificar el servicio de seguridad apegada a derecho, y aunque es una situación compleja por parte de las autoridades que no solo implica el tema de la militarización sino la conciencia de todo el pueblo debe tener con respecto al tema.
Expuso que la Diócesis de Tapachula es un ejemplo de un corazón migrante que acoge a todas las personas, esta región se ha gestado con personas originarias de Guatemala, de orientales, de comunidades europeas que le han dado rostro y fisonomía propia.
Mencionó que detrás del fenómeno hay muchas historias, vivencias y rostros humanos, por lo que no se debe tener el migrante o refugiado un fastidio o alguien que debe rechazarse, sino visualizar en la presencia de estos hermanos una oportunidad de servir a Dios.
"Por ello se ha procurado desde la propia pobreza dar un taco, un vaso de agua, y hago un llamado a los hermanos a que mostremos amor y compasión por los migrantes, quienes salen de sus países por una vida mejor", abundó.