/ martes 23 de noviembre de 2021

¡Taconea chiquita! Así es la vida de chicas trans en las calles de Tapachula

Chicas trans se juegan la vida en las calles, exponiéndose a los contagios de Covid-19 y ETS, además de extorsiones de los Maras

En un ambiente peligroso y con riesgos de contagiarse de coronavirus y Enfermedades de Transmisión Sexual, chicas trans que se dedican al trabajo sexual salen por las noches a ganarse el sustento, sin embargo, la mayoría han sido víctimas de lesiones en asaltos, discriminación social y extorsión por integrantes de la Mara Salvatrucha.

Con la intención de comprender la situación de este sector de lapoblación, Diario del Sur hizo un recorrido nocturno por calles donde es sabido se encuentran las chicas trans topándose con Sofía, una impresionante morena de más de 1.70 metros de altura; esa noche portaba un ceñido minivestido negro que complementa con su bolso de mano.


Te puede interesar: Por pandemia y migración incrementa prostitución en Tapachula : Brigada Callejera


Un poco apenada, nos cuenta que tiene 35 años de edad, es mexicana y una veterana en las artes del amor al que se dedica desde hace 15 años.

“Te cuento lo que quieras saber, pero no me tomes fotos porque me da pena”, dijo sonrojada.

Explicó que actualmente ya no es negocio dedicarse al trabajo sexual pues apenas le permite sobrevivir, además del peligro que enfrentan al ser víctimas de robos y en ocasiones hasta de clientes que se comportan agresivos.

“Mi servicio antes del Covid-19 era de 500 pesos por hora, pero los hombres son bien piojosos (codos) y aunque vienen de todos los oficios y clases sociales, ahora solo dan 150 o 200 pesos. Cada vez que salgo de mi casa me encomiendo a Dios no le temo a la enfermedad que está de moda si me toca contagiarme ni modos, pero siempre salgo encomendada a Dios y él es el único que decide, afortunadamente no me he enfermado y llevamos un control por parte de sanidad que realizamos cada 6 meses”, comentó.


Alrededor de 50 personas trans, aproximadamente, están laborando en la ciudad, según el reporte de Brigada Callejera / Foto: Vesper Rivera | Diario del Sur


Lamentablemente para Sofía últimamente tienen que cobrar más barato pues no se puede ir con las manos vacías, ya que de lo que gana depende por completo su sustento.

Con un poco de pesar, cuenta que estudió dos años la carrera de contaduría pero nunca pudo conseguir trabajo debido a los prejuicios sociales y cada que acudía a pedir empleo la rechazaban, por ello comenzó a probar suerte en las calles y aquí ha estado los últimos 15 años.

Sonriente y con un poco de picardía, cuenta que sus clientes van desde jóvenes hasta adultos mayores, señalando que vive sola, lo que le permite dormir todo lo que necesita, para ya por la tarde preparar su vestuario, asearse,incluyendo perfumes y zapatillas en su arreglo lo que considera fundamental para conseguir más clientes.

Tras seguir el recorrido, encontramos a Marilyn Blue, una desenvuelta joven de 19 años, de nacionalidad hondureña, quien llegó a Tapachula para buscar una mejor calidad de vida.

A mi tómame muchas fotos, a mi sí me gusta la pasarela”, indica mientras levantaba los brazos y se toca el cabello de manera coqueta.

Como tantas otras personas que llegan de Centroamérica, Marilyn llegó convencida de ir por el “sueño americano”, pero ahora sabe que no es para nada fácil y aunque su sueño es llegar a las pasarelas en Nueva York.

Dice que mientras logra avanzar al norte, está varada en Tapachula, sededica al sexoservicio con la intención de obtener ingresos que le permiten sobrevivir. Sin dejar de reír, Marilyn posa, da vueltas, camina coqueta, “hay que practicar, para cuando llegue el momento, indica.


La calle es su área de trabajo y su fuente de empleo para sobrevivir / Foto: Vesper Rivera | Diario del Sur


Marilyn no sólo enfrenta el riesgo del trabajo sexual, también al coronavirus, pero es el riesgo de contagiarse o el de pasar hambre y no tener un techo, ella elige no padecer.

Más adelante, ya cerca de las antiguas vías del ferrocarril encontrará Nicol, ella cuenta casi 25 años, dice que se inició hace 8 años ya que tenía problemas en su hogar de donde tuvo que huir por ser quien era, así que al verse sin un medio de manutención y sin apoyo familiar, decidió probar suerte en el también llamado “oficio más antiguo del mundo”.

Con nostalgia cuenta cómo antes de la pandemia en una noche atendía en promedio a seis clientes, y que ahora sólo logra atender a dos y hasta eso,cuando hay suerte pues a veces no atiende a nadie, lo que significa que ese día no come.

Agrega que ella ha tenido problemas la Mara Salvatrucha ya que le querían cobrar derecho de piso, pero ella no es cualquiera y no se ha dejado presionar e incluso ha llegado a los golpes pues dice que no se ha dejado gobernar.


Las entrevistas fueron complicadas, no querían que nos acercamos, y no todas son amables, al final, hemos logrado que compartieran un poco sus temores / Foto: Vesper Rivera | Diario del Sur


Las entrevistas fueron complicadas, no querían que nos acercamos, y no todas son amables, al final, hemos logrado que compartieran un poco sus temores y las complicaciones de su labor en la que arriesgan la vida, pues todas coinciden que las han lesionado con picahielos y piedras, a veces para robarles otras al toparse con un cliente agresivo y otras más sólo por discriminación.

A pesar de eso, ninguna tiene temor, dicen que están acostumbradas, lo asumen como riesgo de trabajo, al menos la autoridad no se mete con ellas, las dejan trabajar sin problema alguno, concluyen.

En un ambiente peligroso y con riesgos de contagiarse de coronavirus y Enfermedades de Transmisión Sexual, chicas trans que se dedican al trabajo sexual salen por las noches a ganarse el sustento, sin embargo, la mayoría han sido víctimas de lesiones en asaltos, discriminación social y extorsión por integrantes de la Mara Salvatrucha.

Con la intención de comprender la situación de este sector de lapoblación, Diario del Sur hizo un recorrido nocturno por calles donde es sabido se encuentran las chicas trans topándose con Sofía, una impresionante morena de más de 1.70 metros de altura; esa noche portaba un ceñido minivestido negro que complementa con su bolso de mano.


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Un poco apenada, nos cuenta que tiene 35 años de edad, es mexicana y una veterana en las artes del amor al que se dedica desde hace 15 años.

“Te cuento lo que quieras saber, pero no me tomes fotos porque me da pena”, dijo sonrojada.

Explicó que actualmente ya no es negocio dedicarse al trabajo sexual pues apenas le permite sobrevivir, además del peligro que enfrentan al ser víctimas de robos y en ocasiones hasta de clientes que se comportan agresivos.

“Mi servicio antes del Covid-19 era de 500 pesos por hora, pero los hombres son bien piojosos (codos) y aunque vienen de todos los oficios y clases sociales, ahora solo dan 150 o 200 pesos. Cada vez que salgo de mi casa me encomiendo a Dios no le temo a la enfermedad que está de moda si me toca contagiarme ni modos, pero siempre salgo encomendada a Dios y él es el único que decide, afortunadamente no me he enfermado y llevamos un control por parte de sanidad que realizamos cada 6 meses”, comentó.


Alrededor de 50 personas trans, aproximadamente, están laborando en la ciudad, según el reporte de Brigada Callejera / Foto: Vesper Rivera | Diario del Sur


Lamentablemente para Sofía últimamente tienen que cobrar más barato pues no se puede ir con las manos vacías, ya que de lo que gana depende por completo su sustento.

Con un poco de pesar, cuenta que estudió dos años la carrera de contaduría pero nunca pudo conseguir trabajo debido a los prejuicios sociales y cada que acudía a pedir empleo la rechazaban, por ello comenzó a probar suerte en las calles y aquí ha estado los últimos 15 años.

Sonriente y con un poco de picardía, cuenta que sus clientes van desde jóvenes hasta adultos mayores, señalando que vive sola, lo que le permite dormir todo lo que necesita, para ya por la tarde preparar su vestuario, asearse,incluyendo perfumes y zapatillas en su arreglo lo que considera fundamental para conseguir más clientes.

Tras seguir el recorrido, encontramos a Marilyn Blue, una desenvuelta joven de 19 años, de nacionalidad hondureña, quien llegó a Tapachula para buscar una mejor calidad de vida.

A mi tómame muchas fotos, a mi sí me gusta la pasarela”, indica mientras levantaba los brazos y se toca el cabello de manera coqueta.

Como tantas otras personas que llegan de Centroamérica, Marilyn llegó convencida de ir por el “sueño americano”, pero ahora sabe que no es para nada fácil y aunque su sueño es llegar a las pasarelas en Nueva York.

Dice que mientras logra avanzar al norte, está varada en Tapachula, sededica al sexoservicio con la intención de obtener ingresos que le permiten sobrevivir. Sin dejar de reír, Marilyn posa, da vueltas, camina coqueta, “hay que practicar, para cuando llegue el momento, indica.


La calle es su área de trabajo y su fuente de empleo para sobrevivir / Foto: Vesper Rivera | Diario del Sur


Marilyn no sólo enfrenta el riesgo del trabajo sexual, también al coronavirus, pero es el riesgo de contagiarse o el de pasar hambre y no tener un techo, ella elige no padecer.

Más adelante, ya cerca de las antiguas vías del ferrocarril encontrará Nicol, ella cuenta casi 25 años, dice que se inició hace 8 años ya que tenía problemas en su hogar de donde tuvo que huir por ser quien era, así que al verse sin un medio de manutención y sin apoyo familiar, decidió probar suerte en el también llamado “oficio más antiguo del mundo”.

Con nostalgia cuenta cómo antes de la pandemia en una noche atendía en promedio a seis clientes, y que ahora sólo logra atender a dos y hasta eso,cuando hay suerte pues a veces no atiende a nadie, lo que significa que ese día no come.

Agrega que ella ha tenido problemas la Mara Salvatrucha ya que le querían cobrar derecho de piso, pero ella no es cualquiera y no se ha dejado presionar e incluso ha llegado a los golpes pues dice que no se ha dejado gobernar.


Las entrevistas fueron complicadas, no querían que nos acercamos, y no todas son amables, al final, hemos logrado que compartieran un poco sus temores / Foto: Vesper Rivera | Diario del Sur


Las entrevistas fueron complicadas, no querían que nos acercamos, y no todas son amables, al final, hemos logrado que compartieran un poco sus temores y las complicaciones de su labor en la que arriesgan la vida, pues todas coinciden que las han lesionado con picahielos y piedras, a veces para robarles otras al toparse con un cliente agresivo y otras más sólo por discriminación.

A pesar de eso, ninguna tiene temor, dicen que están acostumbradas, lo asumen como riesgo de trabajo, al menos la autoridad no se mete con ellas, las dejan trabajar sin problema alguno, concluyen.

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