Un nicho poco explotado por los pequeños productores es darle el valor agregado al cacao y quienes se han sumado a esta modalidad han visto los beneficios, sobre todo porque se trata de un cultivo orgánico que es bastante apreciado fuera del país.

Otra vieja práctica que evitan es caer con el intermediario, situación que se ve reflejada en sus ingresos económicos, toda vez que de primero solo se quedaban con lo poco que les llegaban a pagar a su parcela, ahora hasta han logrado consolidar varias microempresas.

Desde hace tres años aproximadamente han contado con el acompañamiento de un grupo de japoneses, interesados en el desarrollo de las comunidades donde hay cultivos de cacao, para que den un cambio, al pasar de solo productores a comercializadores de los derivados.

Omar López Lena Barrios, agricultor y productor del ejido Villa Hidalgo, municipio de Tuzantán, Chiapas, destacó que un grupo de campesinos, principalmente mujeres, se han organizado para fabricar derivados de cacao, entre ellos galletas, shampoo, cremas para labios y pomadas limpiadoras del cutis, que son comercializadas en la región y en diversas partes del país.

Reconoció que, aunque ha sido un poco lento, el proyecto ha tenido importantes avances, principalmente porque las productoras y productores han nota el cambio, principalmente porque han mejorado sus ingresos económicos.

El kilogramo de cacao se los compra en 50 pesos en promedio, pero al convertirlo en otros productos, las personas logran hasta sacarle el triple de ganancia, la inversión que hacen no es mucha, porque tienen la ventaja de contar con el grano, precisó.

“Con esta forma de trabajo ya no se cae con el intermediario que es el que se lleva la mayor parte de las ganancias e indicó que las personas que están dedicadas a esta forma de transformar el cacao, tienen en promedio una hectárea sembrada de cacao, que les arroja en hasta 20 kilogramos por cosecha, lo suficiente para la producción de sus derivados”, aseguró.

López Lena Barrios dijo que esto también ha propiciado que el joven o la jovencita de una familia, que comúnmente se va rumbo al norte del país en busca de mejores condiciones de vida, se quede, y también permite que aquellos hijos que quieran seguir sus estudios no los trunquen porque sus padres están en condiciones de apoyarlos.