Los 30 menores que integran el campamento improvisado que está en el parque Bicentenario son los que más están sufriendo, al cumplir una semana durmiendo al aire libre y 22 días de estar en las calles.
Entre los menores hay quienes se han fracturado el brazo, rajado la cabeza y presentan cuadros de enfermedades respiratorias sin que un médico les haya hecho una revisión a su salud.
José, niño de ocho años, originario de Honduras se fracturó el brazo, cuando los adultos corrieron al ver un operativo de elementos de la Guardia Nacional y del Instituto Nacional de Migración (INM) en días pasados.
Karen, originaria de Honduras, quien viaja con sus tres menores de 15, 10 y 8 años, mencionó que ver pasar hambre, frío, así como sed a sus hijos es los más difícil que ha vivido en esta travesía que inició hace seis meses, esto, luego de que la mara salvatrucha (pandilla Centroamérica) asesinaran a su marido.
“Si yo estoy migrando es para proteger a mis hijos y es preferible morir en el intento de darles una mejor vida, a esperar que nos asesinen en Honduras los mismos que mataron a mi marido por no querer pertenecer a esas pandillas”, expresó.
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Explicó que desde agosto que llegó a esta ciudad ha buscado de muchas maneras que las autoridades del INM o la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) la escuchen y le otorguen los documentos para estar de manera legal en el país, sin embargo, eso no ha ocurrido.
Carmen, de El Salvador, mencionó que los niños no saben lo que están sufriendo o viviendo en las calles, pues ellos lo ven como una diversión porque están en compañía de sus mamá, algunos con sus papá y mejor de los casos con ambos.
“En mi caso yo estoy viajando con mi esposo e hija y para poder comer mi esposo tiene que ir a 'charolear' (pedir dinero) a las puertas de los bancos o tiendas, ya que por no tener papeles no le dan trabajo”, abundó.
Manifestó que hay días en que los únicos que comen son los menores que están en el campamento y los adultos tiene que aguantar hambre, ya que no se tiene los recursos para que todos puedan llevarse un pan a la boca.
“Hoy desayunamos gracias a una donación que nos dieron por fuera y los repartimos entre todos, pero no sabemos si volveremos a hacer una comida y los que preocupan siempre son los menores, quienes son los que ya llevan días en las calles con nosotros”, abundó.
Puntualizó, pedimos al INM o COMAR que nos escuche, nos dé una resolución y entregue nuestros papeles para poder avanzar a otros estados o ciudad en donde puedan encontrar un trabajo para sacar adelante a sus hijos.
