/ domingo 24 de diciembre de 2023

Navidad es una invitación de Dios a mirar con ojos nuevos: obispo

El obispo de Tapachula dio su mensaje este domingo y da a conocer el sinificado de la Navidad para los católicos


La Navidad nos alcanza y el amor de Dios se convierte en una invitación para comenzar a ver de nuevo y renovar nuestra fe en el amor que Él nos tiene, indicó Jaime Calderón Calderón VIII Obispo de Tapachula.

“El Adviento nos conduce hacia la Navidad. Navidad es la alegría que llena nuestro ser al contemplar al Niño recién nacido. Navidad es el Misterio de gracia que nos invita a contemplar a Aquel en quien se unen lo humano y lo divino. Navidad es la locura de Dios que, en la sencillez del Niño envuelto en pañales, nos muestra hasta dónde llega su amor por nosotros” expresó.

Añadió que la Navidad es un compromiso y tarea. Dios se hizo uno de nosotros, su humildad nos compromete a imitarlo en la sencillez y en la búsqueda del hermano; su presencia entre nosotros es una tarea para salir en busca de los hermanos más necesitados. Navidad es el susurro de Dios que nos invita a vivir como familia. Navidad es la invitación de Dios a mirar nuestra vida con ojos nuevos.

Pero, ¿qué significa esto de mirar con ojos nuevos? Un hombre mayor me contó en una ocasión su experiencia:

“Cuando era un joven estudiante, prefería sentarme en el último rincón en lugar de entre las filas delanteras de mi clase. Un compañero que necesitaba lentes se sentó a mi lado y me preguntó si podía ver lo escrito en el pizarrón. En ese momento, pude leer con facilidad y precisión lo que el maestro había escrito. Este hecho pasó desapercibido hasta que visité al oftalmólogo y descubrí que tenía dos dioptrías y media de miopía en cada ojo. Había estado acostumbrado a ver de esa manera, entrecerrando los ojos para mejorar la imagen, pero esa era mi visión normal. El médico me recetó lentes con la graduación adecuada. Cuando los recibí y me los coloqué, ¡oh, sorpresa! Era un mundo totalmente nuevo. Los anuncios en las calles, antes desconocidos, ahora eran visibles. Los colores eran intensos y todo se presentaba de manera nítida. Era como descubrir un mundo nuevo”.

Mencionó que nuestro camino histórico ha sido lento, complicado y tortuoso. A veces, parece que la oscuridad de nuestra realidad deformara todo, minando nuestra capacidad para amar, vivir y ser felices. En medio de este entorno donde parece reinar el desamor, celebramos el nacimiento de un Niño, hijo de María y José, pequeño, humilde y pobre. Así de insignificante podría parecer la Navidad para nosotros si no nos atrevemos a adentrarnos en la profundidad de este misterio.

“El Niño que nace es el rostro del amor de Dios. Es la prueba evidente de que Dios nos amó primero. No hemos vivido ni crecido sin amor para que nuestra vida se llene de amargura, vacío y violencia. Dios nos amó primero. Sin embargo, comprenderlo no es suficiente, es necesario creerlo. Si contemplamos el amor de Dios en el Niño que nace, si nos dejamos envolver por su ternura, estaremos muy cerca de permitir que Dios nos ame, renovar nuestra fe en su amor y comenzar a ver la vida con ojos nuevos”, abundó.

Indicó que en esta Navidad dejemos que Dios haga su obra y sintámonos amados por Él. Antepongamos su amor gratuito incluso al deber del primer mandamiento, porque el amor, antes que un deber, es un don gratuito que Dios nos ha dado y que se hace más visible en Navidad, en la ternura del Niño que nace. Aceptemos este don de Dios. Inundemos a nuestra familia, nuestra comunidad y nuestro mundo con el amor que Él nos brinda.

Explicó que cuando esto suceda, estaremos listos para ver nuestra realidad con ojos nuevos y para retomar nuestra encomienda de ser nosotros mismos ese rostro de ternura, cercanía y misericordia para con los hermanos que tienen menos, sufren más y son menos útiles a los ojos del mundo.

Pidió descansar de nuestros deberes y dejémonos amar por Dios. Cuando su amor llega y penetra nuestra conciencia y corazón, se refleja en nuestros ojos, permitiéndonos ver esta realidad complicada con ojos de amor, alegría y esperanza; con ojos nuevos.

“Hermanos, hermanas, hijos todos de esta Familia Diocesana de Tapachula, les deseamos una Feliz Navidad, llena del amor paternal de San José, custodio de las vocaciones, y del abrazo amoroso y maternal de nuestra amada Reina Inmaculada Margarita Concepción”, puntualizó.



La Navidad nos alcanza y el amor de Dios se convierte en una invitación para comenzar a ver de nuevo y renovar nuestra fe en el amor que Él nos tiene, indicó Jaime Calderón Calderón VIII Obispo de Tapachula.

“El Adviento nos conduce hacia la Navidad. Navidad es la alegría que llena nuestro ser al contemplar al Niño recién nacido. Navidad es el Misterio de gracia que nos invita a contemplar a Aquel en quien se unen lo humano y lo divino. Navidad es la locura de Dios que, en la sencillez del Niño envuelto en pañales, nos muestra hasta dónde llega su amor por nosotros” expresó.

Añadió que la Navidad es un compromiso y tarea. Dios se hizo uno de nosotros, su humildad nos compromete a imitarlo en la sencillez y en la búsqueda del hermano; su presencia entre nosotros es una tarea para salir en busca de los hermanos más necesitados. Navidad es el susurro de Dios que nos invita a vivir como familia. Navidad es la invitación de Dios a mirar nuestra vida con ojos nuevos.

Pero, ¿qué significa esto de mirar con ojos nuevos? Un hombre mayor me contó en una ocasión su experiencia:

“Cuando era un joven estudiante, prefería sentarme en el último rincón en lugar de entre las filas delanteras de mi clase. Un compañero que necesitaba lentes se sentó a mi lado y me preguntó si podía ver lo escrito en el pizarrón. En ese momento, pude leer con facilidad y precisión lo que el maestro había escrito. Este hecho pasó desapercibido hasta que visité al oftalmólogo y descubrí que tenía dos dioptrías y media de miopía en cada ojo. Había estado acostumbrado a ver de esa manera, entrecerrando los ojos para mejorar la imagen, pero esa era mi visión normal. El médico me recetó lentes con la graduación adecuada. Cuando los recibí y me los coloqué, ¡oh, sorpresa! Era un mundo totalmente nuevo. Los anuncios en las calles, antes desconocidos, ahora eran visibles. Los colores eran intensos y todo se presentaba de manera nítida. Era como descubrir un mundo nuevo”.

Mencionó que nuestro camino histórico ha sido lento, complicado y tortuoso. A veces, parece que la oscuridad de nuestra realidad deformara todo, minando nuestra capacidad para amar, vivir y ser felices. En medio de este entorno donde parece reinar el desamor, celebramos el nacimiento de un Niño, hijo de María y José, pequeño, humilde y pobre. Así de insignificante podría parecer la Navidad para nosotros si no nos atrevemos a adentrarnos en la profundidad de este misterio.

“El Niño que nace es el rostro del amor de Dios. Es la prueba evidente de que Dios nos amó primero. No hemos vivido ni crecido sin amor para que nuestra vida se llene de amargura, vacío y violencia. Dios nos amó primero. Sin embargo, comprenderlo no es suficiente, es necesario creerlo. Si contemplamos el amor de Dios en el Niño que nace, si nos dejamos envolver por su ternura, estaremos muy cerca de permitir que Dios nos ame, renovar nuestra fe en su amor y comenzar a ver la vida con ojos nuevos”, abundó.

Indicó que en esta Navidad dejemos que Dios haga su obra y sintámonos amados por Él. Antepongamos su amor gratuito incluso al deber del primer mandamiento, porque el amor, antes que un deber, es un don gratuito que Dios nos ha dado y que se hace más visible en Navidad, en la ternura del Niño que nace. Aceptemos este don de Dios. Inundemos a nuestra familia, nuestra comunidad y nuestro mundo con el amor que Él nos brinda.

Explicó que cuando esto suceda, estaremos listos para ver nuestra realidad con ojos nuevos y para retomar nuestra encomienda de ser nosotros mismos ese rostro de ternura, cercanía y misericordia para con los hermanos que tienen menos, sufren más y son menos útiles a los ojos del mundo.

Pidió descansar de nuestros deberes y dejémonos amar por Dios. Cuando su amor llega y penetra nuestra conciencia y corazón, se refleja en nuestros ojos, permitiéndonos ver esta realidad complicada con ojos de amor, alegría y esperanza; con ojos nuevos.

“Hermanos, hermanas, hijos todos de esta Familia Diocesana de Tapachula, les deseamos una Feliz Navidad, llena del amor paternal de San José, custodio de las vocaciones, y del abrazo amoroso y maternal de nuestra amada Reina Inmaculada Margarita Concepción”, puntualizó.


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