/ lunes 6 de mayo de 2024

Salud en la red / El duelo: cómo sobrellevar la muerte de un ser querido

El día de hoy se cumple un año de la partida de mi padre; para mi una persona muy especial, a la cual, junto a mi madre, les agradezco, hayan forjado a una mujer resilente, con valores y principios que a pesar de las circunstancias de la vida, se ha convertido en la persona quien soy hoy en día; por ello, al pensar en que escribir para ésta columna en la que siempre hablo de la salud y al haber en mí un cúmulo de sentimientos, decidí escribir sobre cómo sobrellevar la muerte de un ser querido, para mantener una salud integral en el proceso.

Porqué es necesario mantener la salud integral –física, mental y social– en un proceso de duelo: El impacto en la somatización (el proceso mediante el cual las personas experimentan y expresan malestar emocional a través de síntomas físicos) de las emociones en el organismo, conforme a las ultimas investigaciones científicas, es enorme, más del 90 % de las enfermedades tienen un origen psicosomático (OMS).

En la actualidad, para nadie es un secreto el papel que desempeñan las emociones humanas en la concepción de la salud integral, de hecho, las características de personalidad, el manejo que tenemos de las emociones y la manera de lidiar con el estrés, conflictos, fracasos y frustraciones pueden potenciar o desarrollar diversas enfermedades. La persona es un “todo integrado”; hoy sabemos que todas las enfermedades son fenómenos psicosomáticos o somatopsíquicos y la explicación más clara de esta realidad se comprende a través de la integración que existe entre nuestras emociones, el sistema nervioso, el inmune y el endocrino; la expresión de cualquier amenaza al equilibrio en nuestra salud holística –una concepción basada en la integración total y global frente a un concepto o situación– invita a enfrentarle desde todos los flancos posibles en la vasta complejidad del ser humano.

Y es que hay que comprender que la salud y la enfermedad no son un asunto que le concierne únicamente a quién posee la anhelada cura; más allá de esta percepción tradicional, es imperioso reenfocar la comprensión de la salud desde la experiencia humana y social, desde el sentido de ser los únicos dueños y responsables de esta: al final, debe quedar claro que en todo desbalance o enfermedad existe un conflicto intrapersonal no concientizado y la necesidad urgente de armonizar el desequilibrio emocional. Por lo tanto, las emociones están influenciadas por manifestaciones sociales que vivimos en el día a día, mediante un proceso de internalización o subjetivación que producen un significado personal, que no es otra cosa más que el significado social que reactualiza las emociones en estrecha relación con los procesos cognitivos.

La columna de hoy, sin duda, tiene que ver con la salud mental de todos los que pasamos por estas circunstancias –duelo– en algún momento de nuestra vida y que afecta directamente a nuestra estado físico y mental (salud), ya que como se dice “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, una frase atribuible a Siddharta Gautama, mejor conocido como Buda, la cual siempre me ha gustado, ya que genera un sentido de posibilidad de elección ante un elemento tan aparentemente universal como lo es el sufrimiento humano; y lo cierto es que, aunque sea plausible desde un punto de vista intelectual, se hace tremendamente desafiante desde un punto de vista práctico, cuando aparentemente somos la única especie que además de dolor biológico –como el resto de los animales experimentan– añadimos el sufrimiento como un ingrediente adicional ante las condiciones que se presentan en nuestra vida.

Pero, ¿realmente es posible no experimentarlo tal y como sugiere la evocadora frase de Buda?, desde luego no aspiro a dar una respuesta a este interrogante, pero sí hago una reflexión acerca de los mecanismos que empleamos para generar el sufrimiento, entendido este como el manejo de las emociones y la inteligencia en dicho proceso, para ver cómo podemos asumir un mayor grado de responsabilidad y participación para experimentar el duelo, como parte del dolor que nos provoca el no volver a ver físicamente y hablar con esa persona a la que amamos, o mantener el dolor y sufrimiento ante su perdida.

Si tú haz tenido una pérdida, podrás pensar igual o diferente que yo, es muy válido, nadie puede decirle a otro como debe sentirse y como debe actuar ante el dolor; creo que lo único y más valioso que podemos hacer por los que están pasando una situación como ésta, es decirle desde nuestra percepción lo que sentimos y como actuamos, así cada persona tomará lo mejor de ese testimonio para salir adelante ante el proceso; creo sin miedo a equivocarme que de eso trata esta frase; podemos sentir dolor al ya no tener cerca a la persona que amamos con todo nuestro corazón y con cada célula y neurona de nuestro cuerpo, pero el sufrimiento es muy particular en cada persona; según la Sociedad Internacional dedicada a su estudio, el mismo se trata de “una experiencia desagradable, sensorial y emocional, asociada a una lesión real o potencial, que se describe como dolor físico o angustia emocional, social o espiritual que lleva a una persona a sentirse triste, asustada, deprimida, ansiosa o sola”; y esta sensación motivada por cualquier condición genera un desgaste al sistema nervioso, una depresión al sistema inmunológico y un desequilibrio hormonal al sistema endocrino, lo cual se vuelve un círculo de retroalimentación constante entre el dolor y el sufrimiento, que no ha iniciado con alguna condición física, pero si puede terminar somatizando el sufrimiento, hasta generar algún padecimiento crónico físico.

Sobrellevar la pérdida de alguien cercano podría ser uno de los mayores retos que podemos enfrentar; al causarnos un dolor especialmente profundo –aunque podemos ver la pérdida como una parte natural de la vida–, pero aún así nos pueden embargar el golpe y la confusión, lo que puede dar lugar a largos períodos de tristeza y depresión desarrollando enfermedades físicas sin control.

Todos reaccionamos de forma diferente a la muerte y echamos mano de nuestros propios mecanismos para sobrellevar el dolor que ésta conlleva, aunque las investigaciones indican que el paso del tiempo les permite a la mayoría de las personas recuperarse de la pérdida, sí pueden contar con apoyo de su entorno social y manteniendo hábitos saludables, aún así, aceptar la muerte de alguien cercano puede tomar tiempo; y aunque no hay una duración “normal” de duelo, todo tiempo debe ser válido, mientras no genere el sufrimiento que pueda conllevar a un proceso patológico que genere un impacto en la salud mental y física del doliente.

Si tomamos en cuenta que la mayoría de nosotros puede superar la pérdida y continuar con nuestras vidas, nos damos cuenta de que los seres humanos, por naturaleza, tenemos una gran capacidad de resiliencia, aunque algunas personas lidian con el duelo por más tiempo y se sienten incapaces de llevar a cabo sus actividades cotidianas, es importante identificar a las personas que podrían pasar por lo que se conoce como duelo complicado y les podría beneficiar la ayuda de un profesional de salud mental calificado, como un psicólogo que se especialice en el duelo –tanatólogo–.

Ante lo anterior, yo me quedo con lo que aprendí de mi padre, cuando viví de cerca su dolor ante las pérdidas de sus seres queridos –padres y hermanos–, él comentaba que el duelo se lleva en el corazón, no en la ropa, no en las lágrimas, y que lo mejor que teníamos eran los recuerdos de por vida de las personas con las que habíamos convivido, y lo que les habíamos dado en vida.

Mi proceso en este año no ha sido fácil pero tampoco imposible, le lloré, lo añoré y seguiré extrañandole; pero me ha ayudado mucho llevar las 6 reglas básicas para superar la perdida de un familiar, mismas que sugieren la mayoría de las investigaciones en ésta materia, con las que puedes ayudarte a alcanzar un renovado sentido de propósito y dirección en la vida, y así continuar con tu vida: Una vida de calidad; Hablar de la muerte de tu ser querido; Aceptar nuestros sentimientos; Cuidarnos a nosotros mismos y a nuestras familias; Ayudar a otras personas con la perdida; rememorar y celebrar la vida de nuestro ser querido; y hacer conciencia de no convertirnos en víctimas de la perdida, si no asimilarla como un proceso de vida, el cual todos pasamos.

Espero que si hoy estás viviendo tu duelo y lees ésta columna, te sirva de mucho; te compartiré el poema que me enseñó mi padre y que desde ese día es mi filosofía de vida y que hoy me mantiene en pie, porque mi padre se supo amado y cada uno de sus seres cercanos nos supimos sentir amados por él; la autora es Ana María Rabetté: “En vida, hermano, en vida”

Si quieres hacer feliz, a alguien que quieres mucho, dícelo hoy, sé muy bueno … en vida, hermano, en vida.

Si deseas dar una flor no esperes a qué sé mueran, mándala hoy con amor … en vida, hermano, en vida.

Si deseas decir: “Te quiero” a la gente de tu casa, al amigo cerca o lejos … en vida, hermano, en vida.

Tú serás muy, muy feliz, si aprendes a hacer felices, a todos los que conozcas … en vida, hermano, en vida.

Núnca visites panteones, ni llenes de tumbas flores, llena de amor corazones … en vida, hermano, en vida.

El día de hoy se cumple un año de la partida de mi padre; para mi una persona muy especial, a la cual, junto a mi madre, les agradezco, hayan forjado a una mujer resilente, con valores y principios que a pesar de las circunstancias de la vida, se ha convertido en la persona quien soy hoy en día; por ello, al pensar en que escribir para ésta columna en la que siempre hablo de la salud y al haber en mí un cúmulo de sentimientos, decidí escribir sobre cómo sobrellevar la muerte de un ser querido, para mantener una salud integral en el proceso.

Porqué es necesario mantener la salud integral –física, mental y social– en un proceso de duelo: El impacto en la somatización (el proceso mediante el cual las personas experimentan y expresan malestar emocional a través de síntomas físicos) de las emociones en el organismo, conforme a las ultimas investigaciones científicas, es enorme, más del 90 % de las enfermedades tienen un origen psicosomático (OMS).

En la actualidad, para nadie es un secreto el papel que desempeñan las emociones humanas en la concepción de la salud integral, de hecho, las características de personalidad, el manejo que tenemos de las emociones y la manera de lidiar con el estrés, conflictos, fracasos y frustraciones pueden potenciar o desarrollar diversas enfermedades. La persona es un “todo integrado”; hoy sabemos que todas las enfermedades son fenómenos psicosomáticos o somatopsíquicos y la explicación más clara de esta realidad se comprende a través de la integración que existe entre nuestras emociones, el sistema nervioso, el inmune y el endocrino; la expresión de cualquier amenaza al equilibrio en nuestra salud holística –una concepción basada en la integración total y global frente a un concepto o situación– invita a enfrentarle desde todos los flancos posibles en la vasta complejidad del ser humano.

Y es que hay que comprender que la salud y la enfermedad no son un asunto que le concierne únicamente a quién posee la anhelada cura; más allá de esta percepción tradicional, es imperioso reenfocar la comprensión de la salud desde la experiencia humana y social, desde el sentido de ser los únicos dueños y responsables de esta: al final, debe quedar claro que en todo desbalance o enfermedad existe un conflicto intrapersonal no concientizado y la necesidad urgente de armonizar el desequilibrio emocional. Por lo tanto, las emociones están influenciadas por manifestaciones sociales que vivimos en el día a día, mediante un proceso de internalización o subjetivación que producen un significado personal, que no es otra cosa más que el significado social que reactualiza las emociones en estrecha relación con los procesos cognitivos.

La columna de hoy, sin duda, tiene que ver con la salud mental de todos los que pasamos por estas circunstancias –duelo– en algún momento de nuestra vida y que afecta directamente a nuestra estado físico y mental (salud), ya que como se dice “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, una frase atribuible a Siddharta Gautama, mejor conocido como Buda, la cual siempre me ha gustado, ya que genera un sentido de posibilidad de elección ante un elemento tan aparentemente universal como lo es el sufrimiento humano; y lo cierto es que, aunque sea plausible desde un punto de vista intelectual, se hace tremendamente desafiante desde un punto de vista práctico, cuando aparentemente somos la única especie que además de dolor biológico –como el resto de los animales experimentan– añadimos el sufrimiento como un ingrediente adicional ante las condiciones que se presentan en nuestra vida.

Pero, ¿realmente es posible no experimentarlo tal y como sugiere la evocadora frase de Buda?, desde luego no aspiro a dar una respuesta a este interrogante, pero sí hago una reflexión acerca de los mecanismos que empleamos para generar el sufrimiento, entendido este como el manejo de las emociones y la inteligencia en dicho proceso, para ver cómo podemos asumir un mayor grado de responsabilidad y participación para experimentar el duelo, como parte del dolor que nos provoca el no volver a ver físicamente y hablar con esa persona a la que amamos, o mantener el dolor y sufrimiento ante su perdida.

Si tú haz tenido una pérdida, podrás pensar igual o diferente que yo, es muy válido, nadie puede decirle a otro como debe sentirse y como debe actuar ante el dolor; creo que lo único y más valioso que podemos hacer por los que están pasando una situación como ésta, es decirle desde nuestra percepción lo que sentimos y como actuamos, así cada persona tomará lo mejor de ese testimonio para salir adelante ante el proceso; creo sin miedo a equivocarme que de eso trata esta frase; podemos sentir dolor al ya no tener cerca a la persona que amamos con todo nuestro corazón y con cada célula y neurona de nuestro cuerpo, pero el sufrimiento es muy particular en cada persona; según la Sociedad Internacional dedicada a su estudio, el mismo se trata de “una experiencia desagradable, sensorial y emocional, asociada a una lesión real o potencial, que se describe como dolor físico o angustia emocional, social o espiritual que lleva a una persona a sentirse triste, asustada, deprimida, ansiosa o sola”; y esta sensación motivada por cualquier condición genera un desgaste al sistema nervioso, una depresión al sistema inmunológico y un desequilibrio hormonal al sistema endocrino, lo cual se vuelve un círculo de retroalimentación constante entre el dolor y el sufrimiento, que no ha iniciado con alguna condición física, pero si puede terminar somatizando el sufrimiento, hasta generar algún padecimiento crónico físico.

Sobrellevar la pérdida de alguien cercano podría ser uno de los mayores retos que podemos enfrentar; al causarnos un dolor especialmente profundo –aunque podemos ver la pérdida como una parte natural de la vida–, pero aún así nos pueden embargar el golpe y la confusión, lo que puede dar lugar a largos períodos de tristeza y depresión desarrollando enfermedades físicas sin control.

Todos reaccionamos de forma diferente a la muerte y echamos mano de nuestros propios mecanismos para sobrellevar el dolor que ésta conlleva, aunque las investigaciones indican que el paso del tiempo les permite a la mayoría de las personas recuperarse de la pérdida, sí pueden contar con apoyo de su entorno social y manteniendo hábitos saludables, aún así, aceptar la muerte de alguien cercano puede tomar tiempo; y aunque no hay una duración “normal” de duelo, todo tiempo debe ser válido, mientras no genere el sufrimiento que pueda conllevar a un proceso patológico que genere un impacto en la salud mental y física del doliente.

Si tomamos en cuenta que la mayoría de nosotros puede superar la pérdida y continuar con nuestras vidas, nos damos cuenta de que los seres humanos, por naturaleza, tenemos una gran capacidad de resiliencia, aunque algunas personas lidian con el duelo por más tiempo y se sienten incapaces de llevar a cabo sus actividades cotidianas, es importante identificar a las personas que podrían pasar por lo que se conoce como duelo complicado y les podría beneficiar la ayuda de un profesional de salud mental calificado, como un psicólogo que se especialice en el duelo –tanatólogo–.

Ante lo anterior, yo me quedo con lo que aprendí de mi padre, cuando viví de cerca su dolor ante las pérdidas de sus seres queridos –padres y hermanos–, él comentaba que el duelo se lleva en el corazón, no en la ropa, no en las lágrimas, y que lo mejor que teníamos eran los recuerdos de por vida de las personas con las que habíamos convivido, y lo que les habíamos dado en vida.

Mi proceso en este año no ha sido fácil pero tampoco imposible, le lloré, lo añoré y seguiré extrañandole; pero me ha ayudado mucho llevar las 6 reglas básicas para superar la perdida de un familiar, mismas que sugieren la mayoría de las investigaciones en ésta materia, con las que puedes ayudarte a alcanzar un renovado sentido de propósito y dirección en la vida, y así continuar con tu vida: Una vida de calidad; Hablar de la muerte de tu ser querido; Aceptar nuestros sentimientos; Cuidarnos a nosotros mismos y a nuestras familias; Ayudar a otras personas con la perdida; rememorar y celebrar la vida de nuestro ser querido; y hacer conciencia de no convertirnos en víctimas de la perdida, si no asimilarla como un proceso de vida, el cual todos pasamos.

Espero que si hoy estás viviendo tu duelo y lees ésta columna, te sirva de mucho; te compartiré el poema que me enseñó mi padre y que desde ese día es mi filosofía de vida y que hoy me mantiene en pie, porque mi padre se supo amado y cada uno de sus seres cercanos nos supimos sentir amados por él; la autora es Ana María Rabetté: “En vida, hermano, en vida”

Si quieres hacer feliz, a alguien que quieres mucho, dícelo hoy, sé muy bueno … en vida, hermano, en vida.

Si deseas dar una flor no esperes a qué sé mueran, mándala hoy con amor … en vida, hermano, en vida.

Si deseas decir: “Te quiero” a la gente de tu casa, al amigo cerca o lejos … en vida, hermano, en vida.

Tú serás muy, muy feliz, si aprendes a hacer felices, a todos los que conozcas … en vida, hermano, en vida.

Núnca visites panteones, ni llenes de tumbas flores, llena de amor corazones … en vida, hermano, en vida.

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