/ viernes 26 de enero de 2024

Carrereando la Chuleta | Administración polarizada (pa’ que nadie vea)

El comportamiento locochón de Rafael Inchong Juan, tarde o temprano iba a terminar embarrando (adivine de qué) a la administración municipal que dirige en Cacahoatán. Llegar en pijama a un evento, por ejemplo, ya deja mucho que desear de la imagen de un presidente municipal, que pareciera más el administrador de una cantina que al alcalde de su pueblo.

Incidentes sobran. Desbaratar un vehículo frente a una taquería, completamente borracho; sus discursos en donde pareciera que estuviera poseído por el mal; sus cambios de humor. Todo esto por supuesto hacen que la convivencia con él sea, por decir lo menos, muy difícil. Los eventos públicos se tornaban en verdaderos problemas (en más de una ocasión se filtró su serio problema con los enervantes y productos alucinógenos que usaba como si se tratara de remedio casero).

Dirigir el rumbo de un municipio no es un juego, como él cree, y si su gestión tuvo pequeños esbozos de administración es por la gente que lo rodeaba y que intentó sacar las cosas a flote. Claro que también hubo los que disfrutaron ver cómo despedazaba su vida, y de paso al municipio, que dieron a conocer las fotografías de sus viajes con cargo al erario; las compañías que frecuentaba; su comportamiento locuás, pues.

Cacahoatán es un pueblo maravilloso, por el calor de su gente, que es muy trabajadora, que procura salir adelante por medio de la cultura del esfuerzo. Y hasta eso que Rafael pertenecía a ese segmento, su problema fue que no estaba preparado para ser alcalde; se mareó en el ladrillo, llegaron los aduladores y le hicieron creer que era un juego. Hoy está en serios problemas, no sólo financieros sino de imagen.

La última tontería (estupidez en realidad), fue que en pleno proceso de reelección (eso pretende), colgándose siempre la bandera de la austeridad, le solicitó al peor asesor que pudo haber encontrado, un pequeño consejo acerca de cambiar de vehículo. Sí, a su hermano, ese que es conocido por tener la cualidad de hacer malo, lo bueno; y lo malo, más malo.

Ni tardo ni perezoso le hizo caso y se compró una flamante camioneta Ford Lobo Lariat, en color negro, con un costo nada más de un millón y medio de pesos. Y cada quien puede hacer con su dinero lo que le plazca, siempre y cuando sea su dinero, no el del erario, no como “prestación”, además de que es obvio que se levanten suspicacias cuando un alcalde gasta como si fuera gobernador del estado más rico del país, además, ¿en dónde quedó su tan cantada austeridad? Es ofensivo para el pueblo, un pueblo en donde en los últimos años no hay obra pública, calles, alumbrado. Es una falta de respeto a las finanzas municipales que no están muy bien por culpa de sus tropiezos administrativos y sus caprichos.

Cliente asiduo de varios centros nocturnos y de la nota roja de los periódicos, ¿recuerda cuando desbarató el Honda Civic y casi destruyó una cafetería, completamente borracho y drogado? Ahora imagíneselo con una camioneta de semejante magnitud; está listo para desbaratar lo que queda de bueno en Cacahoatán.

No hay manera de salvarlo, de rescatar algo bueno de su administración. Es obvio que no encuentra aceptación popular, porque cuando le gente le pidió algo, por ejemplo cuando se volvieron serios los problemas de seguridad por robo, extorsiones y actos de violencia, él, Rafael Inchong, máxima autoridad en el municipio, permaneció en completa indiferencia y apatía.

En más de una ocasión, empresarios de distintos sectores productivos de Cacahoatán, señalaron las malas decisiones del alcalde al mantener cerrado el parque; la falta de obra pública suficiente, la mala planificación de los pocos trabajos de agua potable y vialidad que se hicieron. Un verdadero despliegue de estupideces, y ahora con la adquisición de la flamante camioneta polarizada (¿será para que nadie se entere de lo que pasa ahí dentro, como hizo en la administración?), podría consagrarse como el peor presidente municipal de su pueblo. Es tan rotundo el fracaso que incluso ya alcanzó su vida privada.

Rafael Inchong no necesita una reelección de cargo, que por cierto con los resultados que tuvo sólo lograría en sueños; lo que en realidad necesita es una reelección pero de vida, a una distinta, en donde sí trabaje y sí cumpla lo que promete, y si se puede, alejado de malos comportamientos y compañías no deseables. Comentarios a:

rgonzalez@diariodelsur.com.mx

El comportamiento locochón de Rafael Inchong Juan, tarde o temprano iba a terminar embarrando (adivine de qué) a la administración municipal que dirige en Cacahoatán. Llegar en pijama a un evento, por ejemplo, ya deja mucho que desear de la imagen de un presidente municipal, que pareciera más el administrador de una cantina que al alcalde de su pueblo.

Incidentes sobran. Desbaratar un vehículo frente a una taquería, completamente borracho; sus discursos en donde pareciera que estuviera poseído por el mal; sus cambios de humor. Todo esto por supuesto hacen que la convivencia con él sea, por decir lo menos, muy difícil. Los eventos públicos se tornaban en verdaderos problemas (en más de una ocasión se filtró su serio problema con los enervantes y productos alucinógenos que usaba como si se tratara de remedio casero).

Dirigir el rumbo de un municipio no es un juego, como él cree, y si su gestión tuvo pequeños esbozos de administración es por la gente que lo rodeaba y que intentó sacar las cosas a flote. Claro que también hubo los que disfrutaron ver cómo despedazaba su vida, y de paso al municipio, que dieron a conocer las fotografías de sus viajes con cargo al erario; las compañías que frecuentaba; su comportamiento locuás, pues.

Cacahoatán es un pueblo maravilloso, por el calor de su gente, que es muy trabajadora, que procura salir adelante por medio de la cultura del esfuerzo. Y hasta eso que Rafael pertenecía a ese segmento, su problema fue que no estaba preparado para ser alcalde; se mareó en el ladrillo, llegaron los aduladores y le hicieron creer que era un juego. Hoy está en serios problemas, no sólo financieros sino de imagen.

La última tontería (estupidez en realidad), fue que en pleno proceso de reelección (eso pretende), colgándose siempre la bandera de la austeridad, le solicitó al peor asesor que pudo haber encontrado, un pequeño consejo acerca de cambiar de vehículo. Sí, a su hermano, ese que es conocido por tener la cualidad de hacer malo, lo bueno; y lo malo, más malo.

Ni tardo ni perezoso le hizo caso y se compró una flamante camioneta Ford Lobo Lariat, en color negro, con un costo nada más de un millón y medio de pesos. Y cada quien puede hacer con su dinero lo que le plazca, siempre y cuando sea su dinero, no el del erario, no como “prestación”, además de que es obvio que se levanten suspicacias cuando un alcalde gasta como si fuera gobernador del estado más rico del país, además, ¿en dónde quedó su tan cantada austeridad? Es ofensivo para el pueblo, un pueblo en donde en los últimos años no hay obra pública, calles, alumbrado. Es una falta de respeto a las finanzas municipales que no están muy bien por culpa de sus tropiezos administrativos y sus caprichos.

Cliente asiduo de varios centros nocturnos y de la nota roja de los periódicos, ¿recuerda cuando desbarató el Honda Civic y casi destruyó una cafetería, completamente borracho y drogado? Ahora imagíneselo con una camioneta de semejante magnitud; está listo para desbaratar lo que queda de bueno en Cacahoatán.

No hay manera de salvarlo, de rescatar algo bueno de su administración. Es obvio que no encuentra aceptación popular, porque cuando le gente le pidió algo, por ejemplo cuando se volvieron serios los problemas de seguridad por robo, extorsiones y actos de violencia, él, Rafael Inchong, máxima autoridad en el municipio, permaneció en completa indiferencia y apatía.

En más de una ocasión, empresarios de distintos sectores productivos de Cacahoatán, señalaron las malas decisiones del alcalde al mantener cerrado el parque; la falta de obra pública suficiente, la mala planificación de los pocos trabajos de agua potable y vialidad que se hicieron. Un verdadero despliegue de estupideces, y ahora con la adquisición de la flamante camioneta polarizada (¿será para que nadie se entere de lo que pasa ahí dentro, como hizo en la administración?), podría consagrarse como el peor presidente municipal de su pueblo. Es tan rotundo el fracaso que incluso ya alcanzó su vida privada.

Rafael Inchong no necesita una reelección de cargo, que por cierto con los resultados que tuvo sólo lograría en sueños; lo que en realidad necesita es una reelección pero de vida, a una distinta, en donde sí trabaje y sí cumpla lo que promete, y si se puede, alejado de malos comportamientos y compañías no deseables. Comentarios a:

rgonzalez@diariodelsur.com.mx