/ domingo 10 de diciembre de 2023

Alfredo Gálvez Sánchez, un viaje con destino al éxito

Alfredo Gálvez Sánchez vino al mundo con dos talentos: uno le sirvió para no olvidarse de su origen y el otro para conquistar el mundo

Alfredo Gálvez Sánchez vino al mundo con dos talentos: uno le sirvió para no olvidarse de su origen y el otro para conquistar el mundo. Tal vez nació de madrugada, para caminar muy temprano por las calles, pensar, componer su mundo y admirar su natal Tapachula.

Su historia de éxito tiene que ver con la cultura del esfuerzo, ya que tenía ocho años cuando él y todos sus hermanos apoyaban a su madre que vendía alimentos preparados en la estación de la Paulino Navarro. Su madre tenía que sostener a toda la familia, porque pierde a su esposo cuando Alfredo, el décimo hijo y más pequeño, tenía escasos 3 meses de nacido.

Esas jornadas de trabajo le sirvieron para domesticarse en la vida laboral; empezaba de madrugada a ayudar a su mamá, de ahí, del puesto de comida, salía corriendo minutos antes de las 8 de la mañana para ingresar a la escuela Leona Vicario, en donde estudió la primaria.

A los 12 años soñaba con ser arquitecto, admiraba la arquitectura de las casas de Tapachula, pero las limitaciones solo le alcanzaron para ingresar al CeRETI, hoy Tecnológico de Tapachula, y cursar la carrera de Tecnólogo en Construcción. En 5to semestre descubre que el sueño de construir casas no es su vocación. El CeRETI entra a una huelga histórica, abandona Tapachula y viaja a Ciudad de México en busca de nuevas oportunidades.

Tenía 18 años, se hospeda con un hermano en la Ciudad de México y es contratado para trabajar en la zona rosa como auxiliar de mesonero en el Mesón del Perro Andaluz, un centro español en donde tiene su primer contacto con el servicio y el turismo. Un año después regresa a Tapachula para reencontrarse con un amor que acá lo esperaba.

En la secundaria se enamora de María Eugenia Bucardo, el amor por quien vuelve, un romance “sheskperiano”, reprobado por los padres de la novia debido a la diferencia social, así que le propone “huir”. Se casan en Tuxtla Chico, llevando de testigos a compañeros del Instituto Chiapas, en donde ella estudiaba para ser educadora y nuestro entrevistado de Diario del Sur, una carrera técnica en Turismo y Hotelería.

Fue compañero de Jorge Kauffman (Coquis), con quien competía por estar en el cuadro de honor, y finalmente Alfredo Gálvez se gradúa con un primerísimo lugar en los tres años de la carrera técnica.

Su responsabilidad de esposo a pesar de ser tan joven, le exige llevar el sustento diario e ingresa a trabajar como mensajero en Viajes Tacaná, en donde cursa una carrera como gestor turístico, con mucho cuidado, pues eran años en donde la tecnología estaba en pañales y todo el boletaje era manual. Tenía 20 años, colabora en esta agencia de viajes por espacio de 12 años.

En diciembre de 1994 se atreve, se independiza y nace aeropromociones y viajes, un nombre largo, descubriendo que su nombre Alfredo Gálvez es el referente comercial, la marca de su empresa, pero no lo usa por considerarlo presuntuoso, decide entonces cambiarlo por “Vuela Agencia de Viajes”. En diciembre de 1995 abre la sucursal en la 4ª norte #18 y cierra la primera agencia debido al tema de las Torres Gemelas, pues todo el tema turístico había cambiado.

En el año 2000 sufre un accidente que lo retira de la vida productiva por espacio de 9 meses, y al volver ya recuperado, incluso de una depresión, lo recibe una deuda de 7 millones de pesos, sufriendo su primera quiebra financiera, pero Alfredo Gálvez es un hombre con estrella, buena suerte y mucho talento para salir adelante…

Surge con nuevos bríos a pesar de perder todo y debe pagar a todos los proveedores. Trabaja con una corrida financiera arrojándole que la deuda se pagaría en 8 o 10 años; con trabajo, dedicación y mucha disciplina supera la quiebra en dos años y medio.

Cómo le hizo, le preguntaron en una conferencia que otorgó por su éxito como gestor turístico. Nunca pudo responder, pues material y físicamente “no tengo números para decir cómo supere esa quiebra en un tiempo récord, todo se lo atribuyo a Dios”.

No todo es trabajo en la vida de Alfredo Gálvez, tiene la sensibilidad, a pesar de no tener “de más”, por hacer altruismo de manera silenciosa y, desde 1988, ha mantenido el compromiso de dar esperanza y apoyo a quienes menos tienen.

Su conciencia le dicta que, cuando fue niño, no tuvo la oportunidad de tener los juguetes que él deseaba, y ese tema lo lleva en primera instancia a llevar juguetes a zonas marginadas. 33 años realizando esta obra que comenzó en 1990.

Con el paso de los años le llega la madurez y se le afinan más los sentidos, le nace el profundo amor por Tapachula, de ahí nace su caminata matutina por toda la ciudad; le dedica una hora y media o dos horas diarias, camina por diferentes zonas, diferentes colonias, y descubre que esta tierra es bendecida, pero con muchas necesidades, a pesar de lo que otros hagan, él tiene que dar, apoyar y junto con sus hijas emprende esta labor.

Tapachula requiere de la acción de muchas personas que se sumen a apoyar, no le podemos dejar todo al gobierno, si no apoyamos nosotros, entonces quién, si no es ahora, entonces cuándo. Anota en la entrevista.

En esa luna empieza él a involucrarse con acciones ciudadanas, pequeñas labores de acciones sociales, que comenzó a hacerlo como un pasatiempo los fines de semana, hasta que se convirtió en su catecismo de vida, en un hábito.

Sí, es normal ver a Alfredo regalándole a un trabajador público un equipo de higiene, equipo de limpieza, no porque el ayuntamiento no les dé, sino porque él desea apoyar, para motivar en otros el espíritu de dar, de sumarse, ponerse del lado de la prosperidad de Tapachula.

Eso despertó una ola de críticas, por eso los llamados de atención que comenzó a accionar en el centro hace 15 años, porque considera que el Centro Histórico de Tapachula es el motor económico, ahí es donde comienza a circular la economía…

“Y es típico, la gente que no le conoce, pensó y comentó que lo hacía por obtener un cargo público, entendido que nadie hace nada por nadie si no obtiene beneficio alguno”.

Y es que Alfredo Gálvez es un perro, él quiere su sendero peatonal, en donde tiene una sucursal de venta de boletos de avión, que esté siempre vestido de lujo, limpio, que el parque luzca extraordinariamente y que las luces, la calle, porque es tan celoso como un perro, que todo eso es suyo, él lo quiere bien.

Este personaje, líder en la promoción turística, extraordinario gestor de las buenas nuevas para Tapachula, posee una trayectoria ganada a pulso, a Alfredo nada le ha llegado gratis, más que la vida.


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Alfredo Gálvez tiene 45 años sumergido en el ambiente turístico, 33 independiente, por eso su experiencia, por eso cuando mira la banqueta de enfrente sin pintura quiere pintarla, si hacen falta botes de basura él los coloca y si algún colaborador suyo o empleado municipal necesita de él, ahí está.

Es Capricornio, nació el 12 de enero de 1962, tiene 61 años, todos los días recuerda a su madre Concepción Sánchez Aguilar y a su padre Severo Gálvez López. Tiene dos hijas Priscila Yamel y Hazel Eugenia, además, mucha gratitud a Dios, porque nunca le ha fallado.

Morancarlos.escobar1958@gmail.com

Alfredo Gálvez Sánchez vino al mundo con dos talentos: uno le sirvió para no olvidarse de su origen y el otro para conquistar el mundo. Tal vez nació de madrugada, para caminar muy temprano por las calles, pensar, componer su mundo y admirar su natal Tapachula.

Su historia de éxito tiene que ver con la cultura del esfuerzo, ya que tenía ocho años cuando él y todos sus hermanos apoyaban a su madre que vendía alimentos preparados en la estación de la Paulino Navarro. Su madre tenía que sostener a toda la familia, porque pierde a su esposo cuando Alfredo, el décimo hijo y más pequeño, tenía escasos 3 meses de nacido.

Esas jornadas de trabajo le sirvieron para domesticarse en la vida laboral; empezaba de madrugada a ayudar a su mamá, de ahí, del puesto de comida, salía corriendo minutos antes de las 8 de la mañana para ingresar a la escuela Leona Vicario, en donde estudió la primaria.

A los 12 años soñaba con ser arquitecto, admiraba la arquitectura de las casas de Tapachula, pero las limitaciones solo le alcanzaron para ingresar al CeRETI, hoy Tecnológico de Tapachula, y cursar la carrera de Tecnólogo en Construcción. En 5to semestre descubre que el sueño de construir casas no es su vocación. El CeRETI entra a una huelga histórica, abandona Tapachula y viaja a Ciudad de México en busca de nuevas oportunidades.

Tenía 18 años, se hospeda con un hermano en la Ciudad de México y es contratado para trabajar en la zona rosa como auxiliar de mesonero en el Mesón del Perro Andaluz, un centro español en donde tiene su primer contacto con el servicio y el turismo. Un año después regresa a Tapachula para reencontrarse con un amor que acá lo esperaba.

En la secundaria se enamora de María Eugenia Bucardo, el amor por quien vuelve, un romance “sheskperiano”, reprobado por los padres de la novia debido a la diferencia social, así que le propone “huir”. Se casan en Tuxtla Chico, llevando de testigos a compañeros del Instituto Chiapas, en donde ella estudiaba para ser educadora y nuestro entrevistado de Diario del Sur, una carrera técnica en Turismo y Hotelería.

Fue compañero de Jorge Kauffman (Coquis), con quien competía por estar en el cuadro de honor, y finalmente Alfredo Gálvez se gradúa con un primerísimo lugar en los tres años de la carrera técnica.

Su responsabilidad de esposo a pesar de ser tan joven, le exige llevar el sustento diario e ingresa a trabajar como mensajero en Viajes Tacaná, en donde cursa una carrera como gestor turístico, con mucho cuidado, pues eran años en donde la tecnología estaba en pañales y todo el boletaje era manual. Tenía 20 años, colabora en esta agencia de viajes por espacio de 12 años.

En diciembre de 1994 se atreve, se independiza y nace aeropromociones y viajes, un nombre largo, descubriendo que su nombre Alfredo Gálvez es el referente comercial, la marca de su empresa, pero no lo usa por considerarlo presuntuoso, decide entonces cambiarlo por “Vuela Agencia de Viajes”. En diciembre de 1995 abre la sucursal en la 4ª norte #18 y cierra la primera agencia debido al tema de las Torres Gemelas, pues todo el tema turístico había cambiado.

En el año 2000 sufre un accidente que lo retira de la vida productiva por espacio de 9 meses, y al volver ya recuperado, incluso de una depresión, lo recibe una deuda de 7 millones de pesos, sufriendo su primera quiebra financiera, pero Alfredo Gálvez es un hombre con estrella, buena suerte y mucho talento para salir adelante…

Surge con nuevos bríos a pesar de perder todo y debe pagar a todos los proveedores. Trabaja con una corrida financiera arrojándole que la deuda se pagaría en 8 o 10 años; con trabajo, dedicación y mucha disciplina supera la quiebra en dos años y medio.

Cómo le hizo, le preguntaron en una conferencia que otorgó por su éxito como gestor turístico. Nunca pudo responder, pues material y físicamente “no tengo números para decir cómo supere esa quiebra en un tiempo récord, todo se lo atribuyo a Dios”.

No todo es trabajo en la vida de Alfredo Gálvez, tiene la sensibilidad, a pesar de no tener “de más”, por hacer altruismo de manera silenciosa y, desde 1988, ha mantenido el compromiso de dar esperanza y apoyo a quienes menos tienen.

Su conciencia le dicta que, cuando fue niño, no tuvo la oportunidad de tener los juguetes que él deseaba, y ese tema lo lleva en primera instancia a llevar juguetes a zonas marginadas. 33 años realizando esta obra que comenzó en 1990.

Con el paso de los años le llega la madurez y se le afinan más los sentidos, le nace el profundo amor por Tapachula, de ahí nace su caminata matutina por toda la ciudad; le dedica una hora y media o dos horas diarias, camina por diferentes zonas, diferentes colonias, y descubre que esta tierra es bendecida, pero con muchas necesidades, a pesar de lo que otros hagan, él tiene que dar, apoyar y junto con sus hijas emprende esta labor.

Tapachula requiere de la acción de muchas personas que se sumen a apoyar, no le podemos dejar todo al gobierno, si no apoyamos nosotros, entonces quién, si no es ahora, entonces cuándo. Anota en la entrevista.

En esa luna empieza él a involucrarse con acciones ciudadanas, pequeñas labores de acciones sociales, que comenzó a hacerlo como un pasatiempo los fines de semana, hasta que se convirtió en su catecismo de vida, en un hábito.

Sí, es normal ver a Alfredo regalándole a un trabajador público un equipo de higiene, equipo de limpieza, no porque el ayuntamiento no les dé, sino porque él desea apoyar, para motivar en otros el espíritu de dar, de sumarse, ponerse del lado de la prosperidad de Tapachula.

Eso despertó una ola de críticas, por eso los llamados de atención que comenzó a accionar en el centro hace 15 años, porque considera que el Centro Histórico de Tapachula es el motor económico, ahí es donde comienza a circular la economía…

“Y es típico, la gente que no le conoce, pensó y comentó que lo hacía por obtener un cargo público, entendido que nadie hace nada por nadie si no obtiene beneficio alguno”.

Y es que Alfredo Gálvez es un perro, él quiere su sendero peatonal, en donde tiene una sucursal de venta de boletos de avión, que esté siempre vestido de lujo, limpio, que el parque luzca extraordinariamente y que las luces, la calle, porque es tan celoso como un perro, que todo eso es suyo, él lo quiere bien.

Este personaje, líder en la promoción turística, extraordinario gestor de las buenas nuevas para Tapachula, posee una trayectoria ganada a pulso, a Alfredo nada le ha llegado gratis, más que la vida.


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Alfredo Gálvez tiene 45 años sumergido en el ambiente turístico, 33 independiente, por eso su experiencia, por eso cuando mira la banqueta de enfrente sin pintura quiere pintarla, si hacen falta botes de basura él los coloca y si algún colaborador suyo o empleado municipal necesita de él, ahí está.

Es Capricornio, nació el 12 de enero de 1962, tiene 61 años, todos los días recuerda a su madre Concepción Sánchez Aguilar y a su padre Severo Gálvez López. Tiene dos hijas Priscila Yamel y Hazel Eugenia, además, mucha gratitud a Dios, porque nunca le ha fallado.

Morancarlos.escobar1958@gmail.com

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