/ jueves 17 de marzo de 2022

Carrereando la chuleta | No somos cualquier cosa

A veces lo más obvio es justo lo que no vemos o lo que pasa desapercibido, tal vez porque estamos muy acostumbrados a ello y ya nos da igual, tal vez porque ni siquiera nos hemos dado cuenta, o porque lo hemos visto siempre desde un mismo ángulo, normalmente el más feo. Nos puede suceder con las relaciones, las cosas, y en nuestro caso específico, con nuestro entorno.

Vivimos en una frontera y eso nos hace distintos, no sé si distintos para bien o distintos para mal, pero no somos del montón, somos mucho más que eso, una enorme puerta por donde ingresa centro y Sudamérica, sólo con eso deberíamos sentirnos más que importantes, porque esta condición nos brinda (o debería) una riqueza cultural enorme pero también económica, sólo que pareciera que pesan más los problemas que esto ocasiona, que claro que los hay, pero no deberíamos dejar a un lado las oportunidades.

Hay cosas que definitivamente la sociedad sola no puede hacer, y en realidad cualquier esfuerzo sale mucho, pero mucho mejor cuando se conjuntan los ciudadanos, sus gobiernos y sus empresas, eso no es nuevo, como tampoco es nuevo que no se ha logrado el desarrollo que se debería tener. Se publicó una nota en donde justo el diputado Yamil Melgar hace alusión a esta condición y fue entonces que me surgió la inquietud. Cierto, todos sabemos que somos una frontera, es obvio, en estos momentos el campamento en el parque Bicentenario nos lo recuerda a cada rato, pero ¿dónde están las buenas noticias?

Si es cierto que le van a entrar ya los gobiernos a sacar ventaja de esto, aplaudo fuertemente y de pie, porque ya es hora, porque la oportunidad la hemos tenido siempre en la nariz pero no hemos sabido bien a bien qué hacer con ella, y si ya se está trabajando en un plan a corto, mediano y largo plazos, desde este momento digo que sí, que como ciudadano me uno y no creo que sea el único.

Pero además está también la riqueza con la que contamos y con la que nos pasa lo mismo. Estamos acostumbrados a ver platanares, palmeras, los árboles de mango, las aves, el mar, los ríos, y ya no nos percatamos de que todo eso son verdaderos tesoros, de que somos inmensamente ricos, ¿y por qué no lo vemos? Porque nos hemos centrado sólo en los problemas. El problema no es ser un pueblo “bananero”, por usar una de las expresiones comunes, el problema es no saber cómo convertirnos en el pueblo bananero por excelencia y hacer que de ahí derive nuestra riqueza, y eso podría suceder con mucho de lo que tenemos acá, la cuestión es comenzar a rascarle y se dará cuenta de lo privilegiados que somos.

Y una vez más, si ya hay un plan para que esta condición en la que vivimos sea convierta en más buenas noticias que problemas, creo que bastará con que veamos el trabajo para unirnos todos y hacer lo que nos toca. Hay muchos locos incoherentes que desean que a esta región se la lleve el demonio (por intereses justamente perversos), afortunadamente son los menos y aunque pareciera que son los que a la fecha van ganando, yo aún tengo esperanza en que estas buenas intenciones se conviertan en políticas públicas, en proyectos, en leyes y en soluciones en donde se aproveche eso que somos, y de lo que deberíamos estar orgullosos nomás con voltear a nuestro alrededor. Quiero confiar, quiero pensar que es el principio de mucho trabajo y de los resultados que nos merecemos.

Cualquier comentario, no dude en escribirme a rgonzalez@diariodelsur.com

A veces lo más obvio es justo lo que no vemos o lo que pasa desapercibido, tal vez porque estamos muy acostumbrados a ello y ya nos da igual, tal vez porque ni siquiera nos hemos dado cuenta, o porque lo hemos visto siempre desde un mismo ángulo, normalmente el más feo. Nos puede suceder con las relaciones, las cosas, y en nuestro caso específico, con nuestro entorno.

Vivimos en una frontera y eso nos hace distintos, no sé si distintos para bien o distintos para mal, pero no somos del montón, somos mucho más que eso, una enorme puerta por donde ingresa centro y Sudamérica, sólo con eso deberíamos sentirnos más que importantes, porque esta condición nos brinda (o debería) una riqueza cultural enorme pero también económica, sólo que pareciera que pesan más los problemas que esto ocasiona, que claro que los hay, pero no deberíamos dejar a un lado las oportunidades.

Hay cosas que definitivamente la sociedad sola no puede hacer, y en realidad cualquier esfuerzo sale mucho, pero mucho mejor cuando se conjuntan los ciudadanos, sus gobiernos y sus empresas, eso no es nuevo, como tampoco es nuevo que no se ha logrado el desarrollo que se debería tener. Se publicó una nota en donde justo el diputado Yamil Melgar hace alusión a esta condición y fue entonces que me surgió la inquietud. Cierto, todos sabemos que somos una frontera, es obvio, en estos momentos el campamento en el parque Bicentenario nos lo recuerda a cada rato, pero ¿dónde están las buenas noticias?

Si es cierto que le van a entrar ya los gobiernos a sacar ventaja de esto, aplaudo fuertemente y de pie, porque ya es hora, porque la oportunidad la hemos tenido siempre en la nariz pero no hemos sabido bien a bien qué hacer con ella, y si ya se está trabajando en un plan a corto, mediano y largo plazos, desde este momento digo que sí, que como ciudadano me uno y no creo que sea el único.

Pero además está también la riqueza con la que contamos y con la que nos pasa lo mismo. Estamos acostumbrados a ver platanares, palmeras, los árboles de mango, las aves, el mar, los ríos, y ya no nos percatamos de que todo eso son verdaderos tesoros, de que somos inmensamente ricos, ¿y por qué no lo vemos? Porque nos hemos centrado sólo en los problemas. El problema no es ser un pueblo “bananero”, por usar una de las expresiones comunes, el problema es no saber cómo convertirnos en el pueblo bananero por excelencia y hacer que de ahí derive nuestra riqueza, y eso podría suceder con mucho de lo que tenemos acá, la cuestión es comenzar a rascarle y se dará cuenta de lo privilegiados que somos.

Y una vez más, si ya hay un plan para que esta condición en la que vivimos sea convierta en más buenas noticias que problemas, creo que bastará con que veamos el trabajo para unirnos todos y hacer lo que nos toca. Hay muchos locos incoherentes que desean que a esta región se la lleve el demonio (por intereses justamente perversos), afortunadamente son los menos y aunque pareciera que son los que a la fecha van ganando, yo aún tengo esperanza en que estas buenas intenciones se conviertan en políticas públicas, en proyectos, en leyes y en soluciones en donde se aproveche eso que somos, y de lo que deberíamos estar orgullosos nomás con voltear a nuestro alrededor. Quiero confiar, quiero pensar que es el principio de mucho trabajo y de los resultados que nos merecemos.

Cualquier comentario, no dude en escribirme a rgonzalez@diariodelsur.com