/ lunes 12 de febrero de 2024

Carrereando la Chuleta | ¿Mejor regresamos a la ley de la palabra?

Acabamos de festejar a la Constitución, y para aquellos que nomás disfrutaron el puente sin saber a quién darle las gracias, les recuerdo que se lo deben justo a nuestra Carta Magna, y la verdad es que de ella no tengo nada qué decir, establece cosas muy positivas, es más, dicen por ahí que es de las mejores que hay en el mundo, el problema es el caso que le hacemos.

En tiempos de nuestros abuelos, bisabuelos, si alguien te daba su palabra era porque se iba a cumplir, para bien y para mal. Por ejemplo, si prestabas un dinerito y te decían que te lo pagaban en tal fecha o de tal forma, y estaba de por medio la palabra, con eso era más que suficiente, no necesitabas contrato alguno ni ley que lo respaldara, aunque claro que también funcionaba si te daban su palabra de que te matarían si incumplías, porque también sucedía, pero, bueno, todo quedaba claro desde un principio.

El problema ahorita es que no hay ni palabra ni ley que nos ampare, porque nuestros sistemas de seguridad y de impartición de justicia dejan mucho qué desear aún. Muestras tenemos montones. ¿De qué sirve que en el artículo 214 se estipule que a quien secuestre se le pueden imponer de veinte a cincuenta años de prisión y de mil a cuatro mil días multa si no los detienen? Pues de nada, como de nada sirve que se prohíba matar, robar, etc., etc.

Sabemos también que aquí, como en muchos lados, pareciera que la ley está a la venta, y que se puede interpretar de acuerdo a como pueda cobrar el abogado, y que obviamente quien tiene dinero podrá pagar sumas estratosféricas, no así a quien lo cacharon robándose un yogur de una tienda de conveniencia, y si probablemente no tenía para comer, menos va a tener para que la justicia lo asista y también probablemente (muy) él sí acabe en la cárcel por diez pesos, no como los que saben cómo robar miles de millones de pesos, a través de la corrupción, del tráfico de influencias, del abuso de confianza y un largo largo etcétera.

Nuestras leyes son funcionales, y si bien necesitan arreglos, o entonces no sé para qué tenemos cientos y cientos de diputados (locales y federales) en el país (por cierto, yo sigo opinando que estaría muy bien que se redujera el número de nuestros representantes, aunque es harina de otro costal), más que eso necesitamos un cambio social que más vale que empecemos desde ya porque el tiempo se agota y aquello de que los buenos somos más ya lo tengo en serias dudas.

Cada quien, entonces, en su familia, su comunidad, su estado, hagamos algo por respetar lo que dice nuestra Constitución, que no se supone que sea un adorno y mucho menos se supone que la estemos pisoteando a cada rato, ¿no cree? Comentarios a rgonzalez@diariodelsur.com.mx

Acabamos de festejar a la Constitución, y para aquellos que nomás disfrutaron el puente sin saber a quién darle las gracias, les recuerdo que se lo deben justo a nuestra Carta Magna, y la verdad es que de ella no tengo nada qué decir, establece cosas muy positivas, es más, dicen por ahí que es de las mejores que hay en el mundo, el problema es el caso que le hacemos.

En tiempos de nuestros abuelos, bisabuelos, si alguien te daba su palabra era porque se iba a cumplir, para bien y para mal. Por ejemplo, si prestabas un dinerito y te decían que te lo pagaban en tal fecha o de tal forma, y estaba de por medio la palabra, con eso era más que suficiente, no necesitabas contrato alguno ni ley que lo respaldara, aunque claro que también funcionaba si te daban su palabra de que te matarían si incumplías, porque también sucedía, pero, bueno, todo quedaba claro desde un principio.

El problema ahorita es que no hay ni palabra ni ley que nos ampare, porque nuestros sistemas de seguridad y de impartición de justicia dejan mucho qué desear aún. Muestras tenemos montones. ¿De qué sirve que en el artículo 214 se estipule que a quien secuestre se le pueden imponer de veinte a cincuenta años de prisión y de mil a cuatro mil días multa si no los detienen? Pues de nada, como de nada sirve que se prohíba matar, robar, etc., etc.

Sabemos también que aquí, como en muchos lados, pareciera que la ley está a la venta, y que se puede interpretar de acuerdo a como pueda cobrar el abogado, y que obviamente quien tiene dinero podrá pagar sumas estratosféricas, no así a quien lo cacharon robándose un yogur de una tienda de conveniencia, y si probablemente no tenía para comer, menos va a tener para que la justicia lo asista y también probablemente (muy) él sí acabe en la cárcel por diez pesos, no como los que saben cómo robar miles de millones de pesos, a través de la corrupción, del tráfico de influencias, del abuso de confianza y un largo largo etcétera.

Nuestras leyes son funcionales, y si bien necesitan arreglos, o entonces no sé para qué tenemos cientos y cientos de diputados (locales y federales) en el país (por cierto, yo sigo opinando que estaría muy bien que se redujera el número de nuestros representantes, aunque es harina de otro costal), más que eso necesitamos un cambio social que más vale que empecemos desde ya porque el tiempo se agota y aquello de que los buenos somos más ya lo tengo en serias dudas.

Cada quien, entonces, en su familia, su comunidad, su estado, hagamos algo por respetar lo que dice nuestra Constitución, que no se supone que sea un adorno y mucho menos se supone que la estemos pisoteando a cada rato, ¿no cree? Comentarios a rgonzalez@diariodelsur.com.mx