/ domingo 7 de abril de 2019

 La media naranja


En la entrega anterior hablamos sobre el origen de la discriminación que sufren las mujeres y de la responsabilidad de la iglesia católica en este asunto. Es un hecho real, no una especulación personal, que el catolicismo separa al hombre de la mujer como si fueran dos especies diferentes, con la indicación contundente de que el varón es superior a la hembra. ¿Qué criterio, ontológico o científico, usó para determinar que el hombre es superior? ¿En qué ejemplo de la naturaleza se basó? Nada, nada, excepto en el pensamiento “calificado” de hombres que vivieron hace cientos o miles de años. Para la iglesia las cosas, no han cambiado; el pensamiento no ha evolucionado y seguimos siendo los mismos mentecatos racistas; las mujeres están en un nivel inferior, ¿verdad don Francisco? Por eso no hay sacerdotisas, por eso los hombres deciden lo que conviene a las mujeres, por eso se les prohíbe decidir sobre su cuerpo.

Vamos al punto. Les recuerdo que vivimos en un universo de dualidades: frío calor; blanco negro… físicamente el ser humano está hecho de una parte izquierda y otra derecha. Por si alguien no se ha dado cuenta tenemos una mano, un pie, una oreja, un ojo, un hemisferio del cerebro, etc., de un lado y su par del otro; por supuesto, existen algunas diferencias. Si miramos al ser humano como debe ser, con altura de miras, como nos miraría un ser de otra dimensión o un extraterrestre, encontraremos que es una especie conformada de dos partes: mujer y hombre, UNA SOLA ENTIDAD. La naturaleza así lo dispuso y ninguna parte es mejor que la otra. Aunque puedan pensar diferente, las dos se complementan; ninguna puede tener hijos por sí sola. Claro, natura, en su inefable capacidad pudo haber hecho las cosas diferentes, pero nos hizo justo así como estamos, con un punto de unión: el sexo, para reproducirnos y para darle un sentido sublime a la vida a través del milenario, cortés, agradable, inolvidable, delicado, complaciente, placentero y espiritual acto de la copulación… y eso hay que agradecerlo.

Así pues debemos insistir en que NO HAY dos especies, sino que el ser humano está constituido de dos partes: hombre y mujer, o mejor así: mujer y hombre, y es un absurdo moral e intelectual y todas las variantes que pueda tener el término absurdo, que una de sus partes lastime o se sienta superior a la otra. ¡Es como agredirse a sí mismo! Es tan absurdo como considerar que el ojo derecho tiene más derechos que el izquierdo.

En un universo dual —donde hasta las partículas subatómicas tienen su par—, el respeto y las consideraciones para la otra parte de uno, deberían darse por derecho natural, sin necesidad de leyes, porque sin la otra mitad no hay hijos, no hay familia, no hay especie.

La política, por supuesto, ha contribuido a este absurdo terrible: la clase dominante ha pecado cuando menos de omisión, cuando no hacen lo necesario para proteger a las mujeres y difícilmente permite que incursionen en su feudo.

Creo que este concepto no se debe perder de vista; hay que tenerlo presente siempre, en las escuelas, en el hogar, en los actos públicos. Los expertos en publicidad tendrían que diseñar campañas para reforzar la idea de que somos una misma especie y no dos; lo que debemos celebrar es el día Internacional de la Especie Humana y no sólo de una parte de ella, porque el mero hecho de celebrar el día internacional de la mujer, implica alejamiento, distancia y diferencia; el objetivo es ser más consciente de nuestra naturaleza. ¿No cree usted?

gonzali42@yahoo.com.mx


En la entrega anterior hablamos sobre el origen de la discriminación que sufren las mujeres y de la responsabilidad de la iglesia católica en este asunto. Es un hecho real, no una especulación personal, que el catolicismo separa al hombre de la mujer como si fueran dos especies diferentes, con la indicación contundente de que el varón es superior a la hembra. ¿Qué criterio, ontológico o científico, usó para determinar que el hombre es superior? ¿En qué ejemplo de la naturaleza se basó? Nada, nada, excepto en el pensamiento “calificado” de hombres que vivieron hace cientos o miles de años. Para la iglesia las cosas, no han cambiado; el pensamiento no ha evolucionado y seguimos siendo los mismos mentecatos racistas; las mujeres están en un nivel inferior, ¿verdad don Francisco? Por eso no hay sacerdotisas, por eso los hombres deciden lo que conviene a las mujeres, por eso se les prohíbe decidir sobre su cuerpo.

Vamos al punto. Les recuerdo que vivimos en un universo de dualidades: frío calor; blanco negro… físicamente el ser humano está hecho de una parte izquierda y otra derecha. Por si alguien no se ha dado cuenta tenemos una mano, un pie, una oreja, un ojo, un hemisferio del cerebro, etc., de un lado y su par del otro; por supuesto, existen algunas diferencias. Si miramos al ser humano como debe ser, con altura de miras, como nos miraría un ser de otra dimensión o un extraterrestre, encontraremos que es una especie conformada de dos partes: mujer y hombre, UNA SOLA ENTIDAD. La naturaleza así lo dispuso y ninguna parte es mejor que la otra. Aunque puedan pensar diferente, las dos se complementan; ninguna puede tener hijos por sí sola. Claro, natura, en su inefable capacidad pudo haber hecho las cosas diferentes, pero nos hizo justo así como estamos, con un punto de unión: el sexo, para reproducirnos y para darle un sentido sublime a la vida a través del milenario, cortés, agradable, inolvidable, delicado, complaciente, placentero y espiritual acto de la copulación… y eso hay que agradecerlo.

Así pues debemos insistir en que NO HAY dos especies, sino que el ser humano está constituido de dos partes: hombre y mujer, o mejor así: mujer y hombre, y es un absurdo moral e intelectual y todas las variantes que pueda tener el término absurdo, que una de sus partes lastime o se sienta superior a la otra. ¡Es como agredirse a sí mismo! Es tan absurdo como considerar que el ojo derecho tiene más derechos que el izquierdo.

En un universo dual —donde hasta las partículas subatómicas tienen su par—, el respeto y las consideraciones para la otra parte de uno, deberían darse por derecho natural, sin necesidad de leyes, porque sin la otra mitad no hay hijos, no hay familia, no hay especie.

La política, por supuesto, ha contribuido a este absurdo terrible: la clase dominante ha pecado cuando menos de omisión, cuando no hacen lo necesario para proteger a las mujeres y difícilmente permite que incursionen en su feudo.

Creo que este concepto no se debe perder de vista; hay que tenerlo presente siempre, en las escuelas, en el hogar, en los actos públicos. Los expertos en publicidad tendrían que diseñar campañas para reforzar la idea de que somos una misma especie y no dos; lo que debemos celebrar es el día Internacional de la Especie Humana y no sólo de una parte de ella, porque el mero hecho de celebrar el día internacional de la mujer, implica alejamiento, distancia y diferencia; el objetivo es ser más consciente de nuestra naturaleza. ¿No cree usted?

gonzali42@yahoo.com.mx