/ miércoles 1 de abril de 2020

Carrereando La Chuleta: A la Mexicana

Mientras observaba a las autoridades, me imaginé cómo sería un país en donde los mexicanos –bueno en específico los tapachultecos, pero en muchos lados del país cojean del mismo pie– en conciencia, con todo orden, disposición y sin necesidad de que llegara Protección Civil o la policía, se iban ordenando conforme llegaban para hacer las filas antes de entrar al banco o a las tiendas para no hacer un contagiadero masivo, que es justo el riesgo de este coronavirus; en donde la autoridad no tenía que invertir tiempo y dinero (y ambas cosas escasean) para marcar con líneas el espacio que se debe dejar libre entre humano y humano; en donde nos caía el veinte de que no son vacaciones, ni tiempo para andar todos de paseo por las calles y jalando tres o cuatro chamacos, que si bien no son un grupo de riesgo en este caso, sí son portadores y llevar el virus a aquellos que sí lo son.

Hay personas que tienen (el verbo es muy importante: tienen) que trabajar fuera de su casa, porque si no lo hacen sus familias se quedan sin comer, pero ¿y los demás? No nos separamos de los teléfonos (que por lo que se ve son mucho más inteligentes que nosotros) pero en lugar de aprovecharlos en algo útil como hacer transacciones bancarias, compras, insistimos en ir a la ventanilla de un banco a sacar dinero y luego depositarlo, cuando todo eso se puede hacer desde la silla de su comedor, sin salir, sin hacer bola.

Claro que habrá casos en los que no se pueda, pero justamente, si todos los demás lo hacen desde su casa, hay menos riesgos para los que forzosamente tienen que salir. Si necesita víveres vaya a la tiendita de la esquina y vaya comprando lo que necesite, así le ayuda al de la tiendita y usted no se va a llenar las calles de forma imprudente. Piénselo dos veces antes de irse a los grandes supermercados para llenar la alacena para el año, porque eso tampoco ayuda, ya que pase la contingencia siéntase libre de llenar su alacena y la del vecino, pero por lo pronto no aporte a la escasez de alimentos, recuerde que las cadenas de producción no están funcionando al cien por ciento, que no se están produciendo la misma cantidad de productos, de alimentos y si insistimos en “ganarle” a los demás, probablemente si tenemos los recursos económicos lo hagamos, pero los que no lo tienen además lo pagarán más caro porque comienza la especulación.

Falta mucha sensibilidad, dicen que en época de crisis se saca lo mejor y lo peor de uno mismo, ojalá sea lo primero lo que impere, porque lo otro sólo va a hacer más complicadas las cosas. Me parece hasta increíble que tuviera que intervenir la autoridad para llevarnos de la manita y que entendamos el riesgo en el que nos ponemos, a nosotros y a los demás, al estar todos pegados como muéganos.

No sé si sea porque nos sintamos inmunes, por mero impulso de llevar la contraria, me cuesta trabajo creer que sea porque no lo sabemos porque en todos lados no se habla de otra cosa, el caso es que las medidas de prevención parecen gritos en el desierto. Se habla hasta el cansancio de que prevenir es la mejor medicina, pero ¿por qué no lo queremos entender? O será esa manía de hacer las cosas “a la mexicana”, porque yo prefiero la idea de que significa que son cosas bien hechas, con amor, no trapacerías.

Yo no quiero que lleguen los días en que nos empecemos a culpar los unos a los otros, que nos lamentemos porque los enfermos y los muertos se cuenten por cientos, debe ser una escena muy cruda y desoladora, las hemos visto circular desde China, España, Italia. Y si esta pandemia ha de servir para que nos eduquemos y seamos conscientes de que cada uno de nuestros actos afecta a los demás, pues al menos será algo bueno, a ver si así entendemos que si tiramos basura a la vuelta nos estamos dañando a nosotros mismos, que si no cuidamos la naturaleza igual. Creemos que es a los demás a los que “les vemos la cara” cuando nos brincamos las reglas y hacemos lo que se no pega la gana, pues no, nosotros mismos nos vamos al baile y luego culpamos al que nos invitó.

Mientras observaba a las autoridades, me imaginé cómo sería un país en donde los mexicanos –bueno en específico los tapachultecos, pero en muchos lados del país cojean del mismo pie– en conciencia, con todo orden, disposición y sin necesidad de que llegara Protección Civil o la policía, se iban ordenando conforme llegaban para hacer las filas antes de entrar al banco o a las tiendas para no hacer un contagiadero masivo, que es justo el riesgo de este coronavirus; en donde la autoridad no tenía que invertir tiempo y dinero (y ambas cosas escasean) para marcar con líneas el espacio que se debe dejar libre entre humano y humano; en donde nos caía el veinte de que no son vacaciones, ni tiempo para andar todos de paseo por las calles y jalando tres o cuatro chamacos, que si bien no son un grupo de riesgo en este caso, sí son portadores y llevar el virus a aquellos que sí lo son.

Hay personas que tienen (el verbo es muy importante: tienen) que trabajar fuera de su casa, porque si no lo hacen sus familias se quedan sin comer, pero ¿y los demás? No nos separamos de los teléfonos (que por lo que se ve son mucho más inteligentes que nosotros) pero en lugar de aprovecharlos en algo útil como hacer transacciones bancarias, compras, insistimos en ir a la ventanilla de un banco a sacar dinero y luego depositarlo, cuando todo eso se puede hacer desde la silla de su comedor, sin salir, sin hacer bola.

Claro que habrá casos en los que no se pueda, pero justamente, si todos los demás lo hacen desde su casa, hay menos riesgos para los que forzosamente tienen que salir. Si necesita víveres vaya a la tiendita de la esquina y vaya comprando lo que necesite, así le ayuda al de la tiendita y usted no se va a llenar las calles de forma imprudente. Piénselo dos veces antes de irse a los grandes supermercados para llenar la alacena para el año, porque eso tampoco ayuda, ya que pase la contingencia siéntase libre de llenar su alacena y la del vecino, pero por lo pronto no aporte a la escasez de alimentos, recuerde que las cadenas de producción no están funcionando al cien por ciento, que no se están produciendo la misma cantidad de productos, de alimentos y si insistimos en “ganarle” a los demás, probablemente si tenemos los recursos económicos lo hagamos, pero los que no lo tienen además lo pagarán más caro porque comienza la especulación.

Falta mucha sensibilidad, dicen que en época de crisis se saca lo mejor y lo peor de uno mismo, ojalá sea lo primero lo que impere, porque lo otro sólo va a hacer más complicadas las cosas. Me parece hasta increíble que tuviera que intervenir la autoridad para llevarnos de la manita y que entendamos el riesgo en el que nos ponemos, a nosotros y a los demás, al estar todos pegados como muéganos.

No sé si sea porque nos sintamos inmunes, por mero impulso de llevar la contraria, me cuesta trabajo creer que sea porque no lo sabemos porque en todos lados no se habla de otra cosa, el caso es que las medidas de prevención parecen gritos en el desierto. Se habla hasta el cansancio de que prevenir es la mejor medicina, pero ¿por qué no lo queremos entender? O será esa manía de hacer las cosas “a la mexicana”, porque yo prefiero la idea de que significa que son cosas bien hechas, con amor, no trapacerías.

Yo no quiero que lleguen los días en que nos empecemos a culpar los unos a los otros, que nos lamentemos porque los enfermos y los muertos se cuenten por cientos, debe ser una escena muy cruda y desoladora, las hemos visto circular desde China, España, Italia. Y si esta pandemia ha de servir para que nos eduquemos y seamos conscientes de que cada uno de nuestros actos afecta a los demás, pues al menos será algo bueno, a ver si así entendemos que si tiramos basura a la vuelta nos estamos dañando a nosotros mismos, que si no cuidamos la naturaleza igual. Creemos que es a los demás a los que “les vemos la cara” cuando nos brincamos las reglas y hacemos lo que se no pega la gana, pues no, nosotros mismos nos vamos al baile y luego culpamos al que nos invitó.