/ domingo 30 de julio de 2023

Lino García Victorio, el maestro de la alta costura

No existe ninguna diferencia entre un diseñador de modas y Lino. Él tiene la capacidad para entender las formas, los estilos y por supuesto, lo que el cliente desea y no le puede decir con palabras, lo entiende y crea la pieza

Lino es un ejemplo de la capacidad y el talento de los chiapanecos. Su logro es un reflejo y una consecuencia del inquebrantable espíritu que nos caracteriza. Su historia, una verdadera inspiración.

Sobre la calle 4ª. Oriente, a escasos 4 metros de la 5ª. Sur, existe un recinto encantador en donde habita un hombre que traza, corta y diseña, un hombre tan grande, como los grandes de la alta costura.

Un hombre exitoso y feliz que hace diseños a la medida. Adentro de esas cuatro paredes, hay un escenario que invita a ponerse en manos de este hombre que inspira confianza, sobre todo cuando opina, ajusta y talla la pieza sobre el cuerpo.

Su historia, es tan bendita como la de todos los que siguieron la señal de su corazón. Así que iniciemos esto que comenzó el 16 de julio de 1959, en Mazatán, Chiapas, exactamente en el cantón Huanacastal.

Es el tercero de 8 hijos del hogar de doña Guillermina Victorio y Abraham García. Se trata desde luego de Carmelino García Victorio, el mismo que con los años, la fama y el prestigio, adquirió el nombre de “Lino”.

Fue tan feliz y tan seguro desde niño, que solamente estudió la primaria. Su madre insistió en que continuara para convertirse en un profesionista, pero al ver que no conseguía convencerlo, lo inscribió en una academia comercial, en la tierra del santuario de la Virgen Margarita Concepción.

Pero el intento de que estudiara falló. Nuestro entrevistado lo que deseaba era aprender algo para defenderse en la vida y ganar dinero.

Fue así que, camino a la academia descubrió un taller de costura, la sastrería de don Víctor Hugo Madrid Victorio, le pidió al hombre que le enseñara y el resto es fácil de narrar. Así que, iba más a la sastrería a aprender que a la academia. Tenía tan solo 14 años cuando su madre descubrió que se estaba formando como sastre.

Así que no solo fue un regaño, sino que lo arreó a golpes mientras le decía que -estudiar para sastre no te servirá de nada- y finalmente, madre al fin, se convenció que su hijo deseaba aprender todo lo relacionado al arte de la costura y confeccionar ropa.

Digamos que Carmelino García Victorio, nació para ser sastre, pero no un sastre ordinario. El destino le abrió la oportunidad, porque siempre supo que lo suyo era el mundo del diseño y la costura. Dos meses en el taller fueron suficientes para que aprendiera a hacer trazos de pantalones y a coser...

En esa época, estaban de moda aquellos pantalones acampanados, así que Carmelino (Lino), en la máquina de su mamá, convertía, adaptaba los pantalones tradicionales de los jóvenes a la moda, adhiriendo un pedazo de tela para ponerlos a la vanguardia.

En 1980 compra su primera maquina para coser, ya que la primera que usó para practicar era de su mamá. Siendo un joven, decide venir a Tapachula y trabajar con el reconocido sastre “Cancino”, recomendando por su papá, desde luego.

Al lado del señor Cancino, Carmelino, sigue aprendiendo y perfeccionándose. Dos años colabora en la sastrería con el señor Cancino y decide separarse, está a punto de independizarse y comenzar.

Regresa a Mazatán y una tía en Tapachula le conseguía trabajo, el mismo que llevaba a Mazatán y al fin de semana traía los trabajos solicitados, hasta que decidió, en 1979, establecerse en Tapachula.

Acá en Tapachula comienza una nueva historia, y se va haciendo de una cartera de clientes, por cierto, los más exigentes, que son su especialidad.

En Tapachula conoce a la mujer que le cambia la vida y su historia, así que el 24 de abril de 1986, cuando tenía 27 años, en la Villita de Guadalupe, se casa con Emelia Faustina Torres González. Después vino la fiesta, el festejo íntimo y complementaron su hogar con dos hijos: Amanda y Raúl.

Convertido en “Lino”, el sastre que estaba ganando terreno y conquistando a clientes que buscaban calidad y puntualidad en los diseños elaborados, fue construyendo una familia fuerte.

Su vida pareciera ser un cuadro perfecto, en realidad, es un hombre que se dejo llevar por los latidos de su corazón, hizo lo que quiso desde joven y eso le ha permitido ser feliz.

Lino nació con talento para diseñar y coser, puso sus manos a trabajar sobre telas con la sobrada lógica de hacer el mejor trabajo, crear la pieza perfecta y lo logró, se ganó el lugar más alto en su ramo profesional.


“Ojalá entendamos que lo hecho a mano, a la medida, realizado para las imperfecciones de tu geografía corporal, y justo a para ti, debe ser bien remunerado, bien pagado”



No existe ninguna diferencia entre un diseñador de modas y Lino. Él tiene la capacidad para entender las formas, los estilos y por supuesto, lo que el cliente desea y no le puede decir con palabras, Lino, lo entiende y crea la pieza.

En el interior de su taller predomina una enorme mesa en la que siempre hay rastros de tela, tijeras, trozos de trazos, una cinta métrica y un cuaderno a rayas de donde el maestro Lino, va tomando datos exactos del cliente para quien diseña una prenda de vestir.

Es un taller que inspira a trabajar, porque Lino, siempre está acompañado de su inseparable esposa, con quien ha compartido 37 años de vida juntos, felices, en eterna luna de miel.

-Estoy agradecido con la vida porque con mi trabajo he criado y dado herramientas a mis hijos para vivan seguros, ambos son profesionales de la psicología e independientes. -Ahora estamos solos mi esposa y yo, pero muy felices, trabajando, y seguiré trabajando hasta que Dios me lo permita-, me confía.

Lino es un hombre alegre, siempre invariablemente te recibe con una sonrisa. Y acá estamos, a nombre de Diario del Sur, redactando la historia de este gran sastre, en este hermoso taller desordenado, pero con mucha luz, en donde se vive un ambiente de fiesta porque el hombre que traza y corta, mantiene siempre y te contagia de esa estupenda alegría que le caracteriza.

El maestro Lino es un hombre que no solo vino a revolucionar la sastrería, sino que le dio un valor al diseño en donde impuso el corte perfecto, las líneas delicadas y por supuesto, esa recomendación que, solo un hombre como él, franco y sincero, te sugiere a la hora de elegir.

“Ojalá entendamos que lo hecho a mano, a la medida, realizado para las imperfecciones de tu geografía corporal, y justo a para ti, debe ser bien remunerado, bien pagado”.

Cerca de 50 años de su vida los ha dedicado a la sastrería, el maestro Lino, no solo ha vestido a miles de personajes, sino que se ha ganado, gracias a esa virtud especial, la estimación de sus clientes.

Recientemente, diseñó y cosió bajo pedido, un saco de yute, de costal de café, una creación que no solo fue trabajo, sino talento, pieza muy ovacionada porque se le regaló en un evento y lo portó el mismo Gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón Cadenas.

-¿Señor Lino, sabe que usted es el mejor de todos? - él entiende que me refiero a la sastrería, sencillo como es, sonríe, y mira a su esposa, sabe que ella, está con él.


morancarlos.escobar1958@gmail.com

Lino es un ejemplo de la capacidad y el talento de los chiapanecos. Su logro es un reflejo y una consecuencia del inquebrantable espíritu que nos caracteriza. Su historia, una verdadera inspiración.

Sobre la calle 4ª. Oriente, a escasos 4 metros de la 5ª. Sur, existe un recinto encantador en donde habita un hombre que traza, corta y diseña, un hombre tan grande, como los grandes de la alta costura.

Un hombre exitoso y feliz que hace diseños a la medida. Adentro de esas cuatro paredes, hay un escenario que invita a ponerse en manos de este hombre que inspira confianza, sobre todo cuando opina, ajusta y talla la pieza sobre el cuerpo.

Su historia, es tan bendita como la de todos los que siguieron la señal de su corazón. Así que iniciemos esto que comenzó el 16 de julio de 1959, en Mazatán, Chiapas, exactamente en el cantón Huanacastal.

Es el tercero de 8 hijos del hogar de doña Guillermina Victorio y Abraham García. Se trata desde luego de Carmelino García Victorio, el mismo que con los años, la fama y el prestigio, adquirió el nombre de “Lino”.

Fue tan feliz y tan seguro desde niño, que solamente estudió la primaria. Su madre insistió en que continuara para convertirse en un profesionista, pero al ver que no conseguía convencerlo, lo inscribió en una academia comercial, en la tierra del santuario de la Virgen Margarita Concepción.

Pero el intento de que estudiara falló. Nuestro entrevistado lo que deseaba era aprender algo para defenderse en la vida y ganar dinero.

Fue así que, camino a la academia descubrió un taller de costura, la sastrería de don Víctor Hugo Madrid Victorio, le pidió al hombre que le enseñara y el resto es fácil de narrar. Así que, iba más a la sastrería a aprender que a la academia. Tenía tan solo 14 años cuando su madre descubrió que se estaba formando como sastre.

Así que no solo fue un regaño, sino que lo arreó a golpes mientras le decía que -estudiar para sastre no te servirá de nada- y finalmente, madre al fin, se convenció que su hijo deseaba aprender todo lo relacionado al arte de la costura y confeccionar ropa.

Digamos que Carmelino García Victorio, nació para ser sastre, pero no un sastre ordinario. El destino le abrió la oportunidad, porque siempre supo que lo suyo era el mundo del diseño y la costura. Dos meses en el taller fueron suficientes para que aprendiera a hacer trazos de pantalones y a coser...

En esa época, estaban de moda aquellos pantalones acampanados, así que Carmelino (Lino), en la máquina de su mamá, convertía, adaptaba los pantalones tradicionales de los jóvenes a la moda, adhiriendo un pedazo de tela para ponerlos a la vanguardia.

En 1980 compra su primera maquina para coser, ya que la primera que usó para practicar era de su mamá. Siendo un joven, decide venir a Tapachula y trabajar con el reconocido sastre “Cancino”, recomendando por su papá, desde luego.

Al lado del señor Cancino, Carmelino, sigue aprendiendo y perfeccionándose. Dos años colabora en la sastrería con el señor Cancino y decide separarse, está a punto de independizarse y comenzar.

Regresa a Mazatán y una tía en Tapachula le conseguía trabajo, el mismo que llevaba a Mazatán y al fin de semana traía los trabajos solicitados, hasta que decidió, en 1979, establecerse en Tapachula.

Acá en Tapachula comienza una nueva historia, y se va haciendo de una cartera de clientes, por cierto, los más exigentes, que son su especialidad.

En Tapachula conoce a la mujer que le cambia la vida y su historia, así que el 24 de abril de 1986, cuando tenía 27 años, en la Villita de Guadalupe, se casa con Emelia Faustina Torres González. Después vino la fiesta, el festejo íntimo y complementaron su hogar con dos hijos: Amanda y Raúl.

Convertido en “Lino”, el sastre que estaba ganando terreno y conquistando a clientes que buscaban calidad y puntualidad en los diseños elaborados, fue construyendo una familia fuerte.

Su vida pareciera ser un cuadro perfecto, en realidad, es un hombre que se dejo llevar por los latidos de su corazón, hizo lo que quiso desde joven y eso le ha permitido ser feliz.

Lino nació con talento para diseñar y coser, puso sus manos a trabajar sobre telas con la sobrada lógica de hacer el mejor trabajo, crear la pieza perfecta y lo logró, se ganó el lugar más alto en su ramo profesional.


“Ojalá entendamos que lo hecho a mano, a la medida, realizado para las imperfecciones de tu geografía corporal, y justo a para ti, debe ser bien remunerado, bien pagado”



No existe ninguna diferencia entre un diseñador de modas y Lino. Él tiene la capacidad para entender las formas, los estilos y por supuesto, lo que el cliente desea y no le puede decir con palabras, Lino, lo entiende y crea la pieza.

En el interior de su taller predomina una enorme mesa en la que siempre hay rastros de tela, tijeras, trozos de trazos, una cinta métrica y un cuaderno a rayas de donde el maestro Lino, va tomando datos exactos del cliente para quien diseña una prenda de vestir.

Es un taller que inspira a trabajar, porque Lino, siempre está acompañado de su inseparable esposa, con quien ha compartido 37 años de vida juntos, felices, en eterna luna de miel.

-Estoy agradecido con la vida porque con mi trabajo he criado y dado herramientas a mis hijos para vivan seguros, ambos son profesionales de la psicología e independientes. -Ahora estamos solos mi esposa y yo, pero muy felices, trabajando, y seguiré trabajando hasta que Dios me lo permita-, me confía.

Lino es un hombre alegre, siempre invariablemente te recibe con una sonrisa. Y acá estamos, a nombre de Diario del Sur, redactando la historia de este gran sastre, en este hermoso taller desordenado, pero con mucha luz, en donde se vive un ambiente de fiesta porque el hombre que traza y corta, mantiene siempre y te contagia de esa estupenda alegría que le caracteriza.

El maestro Lino es un hombre que no solo vino a revolucionar la sastrería, sino que le dio un valor al diseño en donde impuso el corte perfecto, las líneas delicadas y por supuesto, esa recomendación que, solo un hombre como él, franco y sincero, te sugiere a la hora de elegir.

“Ojalá entendamos que lo hecho a mano, a la medida, realizado para las imperfecciones de tu geografía corporal, y justo a para ti, debe ser bien remunerado, bien pagado”.

Cerca de 50 años de su vida los ha dedicado a la sastrería, el maestro Lino, no solo ha vestido a miles de personajes, sino que se ha ganado, gracias a esa virtud especial, la estimación de sus clientes.

Recientemente, diseñó y cosió bajo pedido, un saco de yute, de costal de café, una creación que no solo fue trabajo, sino talento, pieza muy ovacionada porque se le regaló en un evento y lo portó el mismo Gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón Cadenas.

-¿Señor Lino, sabe que usted es el mejor de todos? - él entiende que me refiero a la sastrería, sencillo como es, sonríe, y mira a su esposa, sabe que ella, está con él.


morancarlos.escobar1958@gmail.com

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