/ jueves 22 de abril de 2021

Carrereando la chuleta | Él es chino y yo no hablo chino, no nos entendimos


Rara vez no encuentro las palabras para expresar lo que siento, y por lo regular esto me pasa cuando a quienes me dirijo son personas cercanas a mí son a las que les tengo que dirigir un mensaje. No supe cómo darle la noticia a mi familia, además de que no tenía la respuesta a la pregunta primordial: ¿dónde me contagié? No la tengo, no lo sé.

Y no todo es malo. Una enorme cantidad de personas se han tomado la molestia –otros lo hacen siempre–, de llamarme, escribirme, darme consejos, recomendaciones, gente que ha pasado por esta terrible situación, que la ha enfrentado valientemente y que ha salido airosa; me han brindado información valiosa, pláticas llenas de mucho amor y alegría, detalles que me hacen sentir un indigno merecedor.


Fernando fue el que me convenció de que me hiciera la prueba. Yo no lo iba a hacer y hoy públicamente le agradezco, así como le agradezco a Tania Julieta López, la doctora que fue la que me localizó para darme el tratamiento y las indicaciones que debía seguir, que ha estado al pendiente de cómo voy evolucionando (aunque creo que la evolución de mi enfermedad es prácticamente pública).


Siento un nudo en el corazón. He llorado, y mucho, paradójicamente, porque estoy en el lado amable de la enfermedad. No tengo síntomas, los pocos que se han presentado han sido casi insignificantes. Mi tratamiento está completo, fue a tiempo, estoy siendo increíblemente atendido, por mi familia por supuesto, por mis amigos, gente que se preocupa por mí, situación contraria a la que muchos se han enfrentado en esta enfermedad: falta de atención médica, de dinero para conseguir medicamentos, o cuando tristemente todos en la familia se enferman y todo se complica al triple.


Me tocó este terrible mal cuando ya las cosas están tranquilas, calmadas, sé que hay camas en los hospitales y respiradores. Hay información, verídica, ya menos suposiciones; cientos, miles, ya pasaron por esto por lo que hay quien te dé consejos, palabras de aliento que te dicen qué té tomar, cómo acostarte, qué signos debes interpretar como preocupantes, nombres de médicos que saben atenderte. Hubo gente, mucha, que no corrió con la misma suerte, que se enfrentó a la parte horrorosa de la pandemia, a la escasez de recursos, la falta de información. Hoy los entiendo más que nunca; la preocupación, la desesperación, causan más daño que el mismo virus.


Mi carga viral es bastante alta, pero hoy día se sabe (o al menos se tiene una idea más cercana) cómo atacar al enemigo, cómo hacerle frente. Estoy respaldado por la ciencia, pero sobre todo por la experiencia de todos aquellos que se han enfrentado a este terrible mal y han salido victoriosos.


Desde el fondo de mi corazón les envío el más fraternal de los abrazos a aquellos que enfrentaron la pérdida de algún ser querido, a los que además tuvieron que lidiar con la desesperación de no tener dinero, de no tener trabajo, o de estar solos; aquellos que todavía no superan su pérdida. Les mando un fuerte abrazo manifestándoles mi absoluto respeto.


No queda nada de todos mis miedos, que claro que los tenía. Mi amor por las personas es grande y mucho es lo que recibo de ellas, es un fuego que no quema mi alma, que en cambio la mantiene en luz. Eso sí, vuelo como papel quemado, pero conservo lo que en mí escrito está. El fuego no podrá borrar lo que las personas escriben en mi alma y que lee mi corazón agradecido.


Pd. El único té que no me he podido hacer, es el de marihuana, pero quedaron en que me lo traerían pronto. Todos los demás han sido tomados puntualmente, gracias.


Rara vez no encuentro las palabras para expresar lo que siento, y por lo regular esto me pasa cuando a quienes me dirijo son personas cercanas a mí son a las que les tengo que dirigir un mensaje. No supe cómo darle la noticia a mi familia, además de que no tenía la respuesta a la pregunta primordial: ¿dónde me contagié? No la tengo, no lo sé.

Y no todo es malo. Una enorme cantidad de personas se han tomado la molestia –otros lo hacen siempre–, de llamarme, escribirme, darme consejos, recomendaciones, gente que ha pasado por esta terrible situación, que la ha enfrentado valientemente y que ha salido airosa; me han brindado información valiosa, pláticas llenas de mucho amor y alegría, detalles que me hacen sentir un indigno merecedor.


Fernando fue el que me convenció de que me hiciera la prueba. Yo no lo iba a hacer y hoy públicamente le agradezco, así como le agradezco a Tania Julieta López, la doctora que fue la que me localizó para darme el tratamiento y las indicaciones que debía seguir, que ha estado al pendiente de cómo voy evolucionando (aunque creo que la evolución de mi enfermedad es prácticamente pública).


Siento un nudo en el corazón. He llorado, y mucho, paradójicamente, porque estoy en el lado amable de la enfermedad. No tengo síntomas, los pocos que se han presentado han sido casi insignificantes. Mi tratamiento está completo, fue a tiempo, estoy siendo increíblemente atendido, por mi familia por supuesto, por mis amigos, gente que se preocupa por mí, situación contraria a la que muchos se han enfrentado en esta enfermedad: falta de atención médica, de dinero para conseguir medicamentos, o cuando tristemente todos en la familia se enferman y todo se complica al triple.


Me tocó este terrible mal cuando ya las cosas están tranquilas, calmadas, sé que hay camas en los hospitales y respiradores. Hay información, verídica, ya menos suposiciones; cientos, miles, ya pasaron por esto por lo que hay quien te dé consejos, palabras de aliento que te dicen qué té tomar, cómo acostarte, qué signos debes interpretar como preocupantes, nombres de médicos que saben atenderte. Hubo gente, mucha, que no corrió con la misma suerte, que se enfrentó a la parte horrorosa de la pandemia, a la escasez de recursos, la falta de información. Hoy los entiendo más que nunca; la preocupación, la desesperación, causan más daño que el mismo virus.


Mi carga viral es bastante alta, pero hoy día se sabe (o al menos se tiene una idea más cercana) cómo atacar al enemigo, cómo hacerle frente. Estoy respaldado por la ciencia, pero sobre todo por la experiencia de todos aquellos que se han enfrentado a este terrible mal y han salido victoriosos.


Desde el fondo de mi corazón les envío el más fraternal de los abrazos a aquellos que enfrentaron la pérdida de algún ser querido, a los que además tuvieron que lidiar con la desesperación de no tener dinero, de no tener trabajo, o de estar solos; aquellos que todavía no superan su pérdida. Les mando un fuerte abrazo manifestándoles mi absoluto respeto.


No queda nada de todos mis miedos, que claro que los tenía. Mi amor por las personas es grande y mucho es lo que recibo de ellas, es un fuego que no quema mi alma, que en cambio la mantiene en luz. Eso sí, vuelo como papel quemado, pero conservo lo que en mí escrito está. El fuego no podrá borrar lo que las personas escriben en mi alma y que lee mi corazón agradecido.


Pd. El único té que no me he podido hacer, es el de marihuana, pero quedaron en que me lo traerían pronto. Todos los demás han sido tomados puntualmente, gracias.