/ miércoles 23 de enero de 2019

¿CUÁNTO VALE LA VIDA?

CARREREANDO LA CHULETA




Conforme incrementan los delitos, los índices de violencia, la inseguridad, me pregunto si todos nacimos en León, Guanajuato, ahí donde la vida no vale nada.

¿Sabrán los chamaquitos de 16 años que se ponen a jugarle al sicario que les va la vida en ello? A veces se hacen cosas por demás absurdas con tal de obtener los recursos no para una vida digna, aclaro, porque si así fuera los medios serían otros, es más por un estilo de vida de serie de televisión, de esas que abundan por cierto y en donde muestran lujos desquiciados que nada tienen que ver con la felicidad, que se supone es lo que todos perseguimos.

Es cierto que por hambre se llegan a cometer ilícitos, sé de más de un caso de señoras que están en la cárcel, en la cárcel, porque no pudieron huir a Suiza como los que realmente roban, por haber sustraído de una tienda de conveniencia un paquete de pan y un litro de leche o unos huevos, nada más que eso, no eran lujosos tenis o pantalones de marca, era lo que necesitaban para mitigar un poco el hambre de sus hijos, sólo eso.

Robar es robar, eso lo sabemos todos, pero tampoco podemos juzgar de la misma manera al que se lleva entre el saco una manzana para dársela a su hijo, que al que decide asaltar a esa misma tienda, a mano armada, llevándose todo lo que puede en especie, en dinero y además con violencia.

Se nos está perdiendo el piso. Seguimos viendo las escenas de las personas calcinadas en Hidalgo, personas que estaban robando gasolina por cierto, pero además, están las de todos los días, las de los ajustes de cuentas, las de los “cobros de pendientes” y más que pensar en la “necesidad” de todas esas personas, lo que me brinca es su “necedad” y aclaro, que no hablo de los terceros afectados que nada tienen que ver, sino de los que efectivamente andaban metidos en cosas no lícitas, los que sabían que estaban poniendo en riesgo su vida, pero como seguramente las ganancias lo ameritaban, no importaba, así de simple, valía la pena el riesgo y el riesgo sucedió.

Le soy sincero y seguramente usted tendrá una mejor visión de la cosas, pero para mí merece una indemnización y que el gobierno pague el velorio, dé becas y cuanto apoyo se pueda, a la familia del ayudante de albañil que se mató por caer de un andamio mientras hacía su chamba, es decir, una persona que realizaba un trabajo digno, lleno de peligros, pesado y por el que recibía a penas lo que le permitía no morir de hambre.

Como ese ejemplo hay decenas, jornaleros agrícolas que mueren o pasan terribles enfermedades por el constante contacto (y sin protección alguna) con los agroquímicos, los cargadores de los mercados… Para nuestra desgracia sobran ejemplos de mexicanos pobres, pobres, que se acaban la vida chambeando dignamente y que merecerían al menos alguna consideración.

El fin último pareciera tener y entre más pronto mejor, la casota, el cochezote, la carterota y otros aumentativos (el penesote y las nalgotas supongo también son considerados), pero ¿a costa de qué? Parecería que hay que regirse bajo la máxima de que “el fin justifica los medios”, frase que por cierto relacionamos con Maquiavelo, pero que según los conocedores nunca la escribió con esas letras, lo que aparece en su obra El Príncipe (1532) es: “Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos…” dicen los historiadores que es en realidad una disertación del teólogo alemán Hermmann Busenbaum; otros que fue Napoleón Bonaparte; igual fue algún mexicano desesperado, vaya usted a saber, después del breviario cultural el punto es que no podemos seguir así.

Yo no sé si tengamos todos que ponernos a meditar para ver si aflora nuestra parte “buena”, si comenzamos a impartir desde el kínder ética, moral, buenas costumbres y cómo evitar las malas prácticas, para que de alguna manera regrese nuestro amor por la vida, porque al parecer, vale más tener las manos llenas de billetes aunque sea por dos minutos, que conservar la vida.

Han iniciado algunas incipientes campañas por ejemplo en las redes sociales, acerca de no robar, de los valores, de no volvernos cínicos, de no justificar los ilícitos, pero mucho me temo que en cuanto se nos olviden las imágenes de la explosión en Hidalgo, se nos va a olvidar el daño que nos está haciendo el que la vida ya no se valore, ni la vegetal, ni la animal, ni la nuestra.


CARREREANDO LA CHULETA




Conforme incrementan los delitos, los índices de violencia, la inseguridad, me pregunto si todos nacimos en León, Guanajuato, ahí donde la vida no vale nada.

¿Sabrán los chamaquitos de 16 años que se ponen a jugarle al sicario que les va la vida en ello? A veces se hacen cosas por demás absurdas con tal de obtener los recursos no para una vida digna, aclaro, porque si así fuera los medios serían otros, es más por un estilo de vida de serie de televisión, de esas que abundan por cierto y en donde muestran lujos desquiciados que nada tienen que ver con la felicidad, que se supone es lo que todos perseguimos.

Es cierto que por hambre se llegan a cometer ilícitos, sé de más de un caso de señoras que están en la cárcel, en la cárcel, porque no pudieron huir a Suiza como los que realmente roban, por haber sustraído de una tienda de conveniencia un paquete de pan y un litro de leche o unos huevos, nada más que eso, no eran lujosos tenis o pantalones de marca, era lo que necesitaban para mitigar un poco el hambre de sus hijos, sólo eso.

Robar es robar, eso lo sabemos todos, pero tampoco podemos juzgar de la misma manera al que se lleva entre el saco una manzana para dársela a su hijo, que al que decide asaltar a esa misma tienda, a mano armada, llevándose todo lo que puede en especie, en dinero y además con violencia.

Se nos está perdiendo el piso. Seguimos viendo las escenas de las personas calcinadas en Hidalgo, personas que estaban robando gasolina por cierto, pero además, están las de todos los días, las de los ajustes de cuentas, las de los “cobros de pendientes” y más que pensar en la “necesidad” de todas esas personas, lo que me brinca es su “necedad” y aclaro, que no hablo de los terceros afectados que nada tienen que ver, sino de los que efectivamente andaban metidos en cosas no lícitas, los que sabían que estaban poniendo en riesgo su vida, pero como seguramente las ganancias lo ameritaban, no importaba, así de simple, valía la pena el riesgo y el riesgo sucedió.

Le soy sincero y seguramente usted tendrá una mejor visión de la cosas, pero para mí merece una indemnización y que el gobierno pague el velorio, dé becas y cuanto apoyo se pueda, a la familia del ayudante de albañil que se mató por caer de un andamio mientras hacía su chamba, es decir, una persona que realizaba un trabajo digno, lleno de peligros, pesado y por el que recibía a penas lo que le permitía no morir de hambre.

Como ese ejemplo hay decenas, jornaleros agrícolas que mueren o pasan terribles enfermedades por el constante contacto (y sin protección alguna) con los agroquímicos, los cargadores de los mercados… Para nuestra desgracia sobran ejemplos de mexicanos pobres, pobres, que se acaban la vida chambeando dignamente y que merecerían al menos alguna consideración.

El fin último pareciera tener y entre más pronto mejor, la casota, el cochezote, la carterota y otros aumentativos (el penesote y las nalgotas supongo también son considerados), pero ¿a costa de qué? Parecería que hay que regirse bajo la máxima de que “el fin justifica los medios”, frase que por cierto relacionamos con Maquiavelo, pero que según los conocedores nunca la escribió con esas letras, lo que aparece en su obra El Príncipe (1532) es: “Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos…” dicen los historiadores que es en realidad una disertación del teólogo alemán Hermmann Busenbaum; otros que fue Napoleón Bonaparte; igual fue algún mexicano desesperado, vaya usted a saber, después del breviario cultural el punto es que no podemos seguir así.

Yo no sé si tengamos todos que ponernos a meditar para ver si aflora nuestra parte “buena”, si comenzamos a impartir desde el kínder ética, moral, buenas costumbres y cómo evitar las malas prácticas, para que de alguna manera regrese nuestro amor por la vida, porque al parecer, vale más tener las manos llenas de billetes aunque sea por dos minutos, que conservar la vida.

Han iniciado algunas incipientes campañas por ejemplo en las redes sociales, acerca de no robar, de los valores, de no volvernos cínicos, de no justificar los ilícitos, pero mucho me temo que en cuanto se nos olviden las imágenes de la explosión en Hidalgo, se nos va a olvidar el daño que nos está haciendo el que la vida ya no se valore, ni la vegetal, ni la animal, ni la nuestra.