/ jueves 25 de julio de 2019

Los grandes literatos, ausentes

Carrereando la chuleta

Se siguen haciendo algunos esfuerzos por que los niños y los jóvenes mexicanos lean, no somos un país lector, es más, la mayoría huye de los libros, el por qué, es bastante complejo, pero además, las pocas lecturas “obligatorias” en la Educación Básica son textos que si bien brindan un rato de sana distracción, no ayudan a que los chamacos se sumerjan en el mundo de las letras, a que desde edades tempranas entiendan lo grande, lo profundo, lo importante que es un buen libro, de esos que te obligan a pensar, que te hacen recapacitar en la grandeza del lenguaje, en la complejidad de la mente humana, que hacen que cuestiones más y aceptes menos, pero no por mera rebeldía desinformada, como sucede actualmente, sino con argumentos válidos.

Se sigue poniendo la atención en las ilustraciones, los dibujitos, que para los pequeños que no saben leer está bien, pero un niño de cuarto de primaria ya podría interesarse por algo más que eso.

Cuando escucho a los amantes de las letras mencionar tal o cual obra, hacer referencia a un pensador, a otro, compararlos, analizar el tiempo pasado, el presente, me doy cuenta de lo bien que hacen los libros, pero resulta que aún saliendo de la universidad hay jóvenes que si acaso han leído alguna obra clásica, pero no más que eso y lo más seguro es que, al ser un acto completamente fortuito, ya ni se acuerden.

Qué diferente sería si desde los 9 o 10 años se iniciara a los niños en la lectura de los grandes literatos, y ya sé que algunos son difíciles de entender hasta para un adulto, pero eso no significa que no sea provechoso para un niño y ya no digamos en la secundaria, por mes los chamacos deberían leerse tres o cuatro obras de los grandes literatos: Ernest Hemingway (El viejo y el mar, Por quién doblan las campanas), Federico García Lorca (Poeta en Nueva York, Romancero Gitano), Fernando Pessoa (Libro del desasosiego), Fiodor Dostoievski (Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov), Francis Scott Fitzgerald (El gran Gatsby, El curioso caso de Benjamin Button), Franz Kafka (La metamorfosis, El proceso), Gabriel García Márquez (Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera), Gabriela Mistral (Desolación, Nubes blancas), Goethe (Fausto, Las desventuras del joven Werther), Günter Grass (El tambor de hojalata), Gustave Flaubert (Madame Bovary, La educación sentimental), Guy de Maupassant (Bola de sebo, El horla), Haruki Murakami (Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Tokio Blues)…

Podría seguir por al menos dos páginas con más ejemplos, pero créame, si le preguntamos a cualquier jovenzuelo de segundo de secundaria, escasamente sabe quiénes son, menos qué escribieron y seguramente no han leído a ninguno.

Y no es porque las letras lo sean todo, igual importancia tiene el pensamiento matemático, pero aunque no lo crea, las buenas lecturas ayudan a todos los demás ámbitos en la vida del ser humano.

Usted mismo, querido lector ¿Cuántos libros lee al mes, al año? ¿A cuántos clásicos puede citar? ¿Y sus hijos, sus nietos? Si queremos que este país tome otro rumbo habrá que hacer que las

generaciones que nos siguen no nomás lean los chismes en las redes sociales, aunque tendríamos que empezar por nosotros, claro.

Comprar los libros de moda efectivamente es un lujo, pero para nuestra suerte, los grandes clásicos, aunque escritos hace 100 años o más, siguen vigentes y esos, o los encuentras de forma gratuita en línea, o en las casas de libros viejos no pasan de 20 pesos.

Leer ya no es un lujo, para las personas que vivimos en las ciudades ya no hay pretexto, a lo mejor para los que viven en las comunidades rurales, sin luz, sin internet libre, la realidad sea otra, mucho más difícil de resolver, pero aquí, al menos en la mayor parte de nuestra región ya no hay pretexto.

Inténtelo, no se va a arrepentir, dele la oportunidad a las grandes obras de entrar en su vida y ayude a que un chamaco lo haga, el chamaco, la Patria y yo, se lo vamos a agradecer.

Carrereando la chuleta

Se siguen haciendo algunos esfuerzos por que los niños y los jóvenes mexicanos lean, no somos un país lector, es más, la mayoría huye de los libros, el por qué, es bastante complejo, pero además, las pocas lecturas “obligatorias” en la Educación Básica son textos que si bien brindan un rato de sana distracción, no ayudan a que los chamacos se sumerjan en el mundo de las letras, a que desde edades tempranas entiendan lo grande, lo profundo, lo importante que es un buen libro, de esos que te obligan a pensar, que te hacen recapacitar en la grandeza del lenguaje, en la complejidad de la mente humana, que hacen que cuestiones más y aceptes menos, pero no por mera rebeldía desinformada, como sucede actualmente, sino con argumentos válidos.

Se sigue poniendo la atención en las ilustraciones, los dibujitos, que para los pequeños que no saben leer está bien, pero un niño de cuarto de primaria ya podría interesarse por algo más que eso.

Cuando escucho a los amantes de las letras mencionar tal o cual obra, hacer referencia a un pensador, a otro, compararlos, analizar el tiempo pasado, el presente, me doy cuenta de lo bien que hacen los libros, pero resulta que aún saliendo de la universidad hay jóvenes que si acaso han leído alguna obra clásica, pero no más que eso y lo más seguro es que, al ser un acto completamente fortuito, ya ni se acuerden.

Qué diferente sería si desde los 9 o 10 años se iniciara a los niños en la lectura de los grandes literatos, y ya sé que algunos son difíciles de entender hasta para un adulto, pero eso no significa que no sea provechoso para un niño y ya no digamos en la secundaria, por mes los chamacos deberían leerse tres o cuatro obras de los grandes literatos: Ernest Hemingway (El viejo y el mar, Por quién doblan las campanas), Federico García Lorca (Poeta en Nueva York, Romancero Gitano), Fernando Pessoa (Libro del desasosiego), Fiodor Dostoievski (Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov), Francis Scott Fitzgerald (El gran Gatsby, El curioso caso de Benjamin Button), Franz Kafka (La metamorfosis, El proceso), Gabriel García Márquez (Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera), Gabriela Mistral (Desolación, Nubes blancas), Goethe (Fausto, Las desventuras del joven Werther), Günter Grass (El tambor de hojalata), Gustave Flaubert (Madame Bovary, La educación sentimental), Guy de Maupassant (Bola de sebo, El horla), Haruki Murakami (Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Tokio Blues)…

Podría seguir por al menos dos páginas con más ejemplos, pero créame, si le preguntamos a cualquier jovenzuelo de segundo de secundaria, escasamente sabe quiénes son, menos qué escribieron y seguramente no han leído a ninguno.

Y no es porque las letras lo sean todo, igual importancia tiene el pensamiento matemático, pero aunque no lo crea, las buenas lecturas ayudan a todos los demás ámbitos en la vida del ser humano.

Usted mismo, querido lector ¿Cuántos libros lee al mes, al año? ¿A cuántos clásicos puede citar? ¿Y sus hijos, sus nietos? Si queremos que este país tome otro rumbo habrá que hacer que las

generaciones que nos siguen no nomás lean los chismes en las redes sociales, aunque tendríamos que empezar por nosotros, claro.

Comprar los libros de moda efectivamente es un lujo, pero para nuestra suerte, los grandes clásicos, aunque escritos hace 100 años o más, siguen vigentes y esos, o los encuentras de forma gratuita en línea, o en las casas de libros viejos no pasan de 20 pesos.

Leer ya no es un lujo, para las personas que vivimos en las ciudades ya no hay pretexto, a lo mejor para los que viven en las comunidades rurales, sin luz, sin internet libre, la realidad sea otra, mucho más difícil de resolver, pero aquí, al menos en la mayor parte de nuestra región ya no hay pretexto.

Inténtelo, no se va a arrepentir, dele la oportunidad a las grandes obras de entrar en su vida y ayude a que un chamaco lo haga, el chamaco, la Patria y yo, se lo vamos a agradecer.