/ lunes 4 de julio de 2022

Diócesis de Tapachula | Domingo XIV del tiempo ordinario

1. Querida familia diocesana, el evangelio de San Lucas que escuchamos hoy (10,1-12.17-20) trata el tema de la misión en el envío de los discípulos. La misión de los discípulos vuelve a aparecer en la gran sección de la subida a Jerusalén (Lc 9,51-19,27). Lo primero que ha de tener claro el misionero es el rol que juega dentro de la obra. El enviado no es dueño, es colaborador en una obra que no es suya. Es responsabilidad del dueño de la mies proveer de trabajadores para recoger su cosecha. El enviado puede ver también que no es iniciador de la obra. Él es sólo continuador de una obra que ya ha llegado al punto de la cosecha. Por tanto, no somos iniciadores de la obra de Dios, ni la obra de Dios comienza con nosotros. Somos continuadores de una obra que, también sin nosotros, puede ser llevada a feliz término. Dinero para conseguir alojamiento, morral para llevar provisiones, y sandalias que dan cierto estatus y aseguran el camino han de ser abandonados. Estos son los nuevos patrones de vida según los que se ha de mover quien participa de la misión. El cambio de los patrones existenciales es signo de la confianza absoluta en el dueño de la mies. La urgencia misional no ha de llevar al enviado al grado de abandonar hasta el mínimo signo de cortesía, pero es tal que no permitirá al misionero detenerse para el caso en el cumplimiento de su misión. Dios permita que nuestra fe madure al grado de colaborar con el dueño de la mies en el trabajo de sus campos. Dios haga de nosotros discípulos misioneros auténticos y fieles servidores del Reino.

2. Durante estos días se han suscitado distintos comentarios sobre el comunicado que la Conferencia Episcopal Mexicana hizo el 24 de junio del presente sobre la realidad social que enfrenta México. El comunicado es un análisis y al mismo tiempo una petición respetuosa, clara, honesta y sincera a las autoridades civiles para atender urgentemente la situación de violencia actual por la que atravesamos y que es visible a los ojos de todos. Al mismo tiempo, es un signo evidente de que nuestra Iglesia Católica está en la disposición de ayudar, en lo que a su misión compete, a afrontar este grave y delicado problema social. Por lo que invito a todos a leer este documento que está en consonancia con todos los escritos que los obispos hemos elaborado a lo largo de mucho tiempo atrás denunciando y advirtiendo del mal que crece en medio de nosotros. El carácter profético de la Iglesia no es para polemizar sino para reflexionar y confrontarnos desde el propio corazón hasta las estructuras que nos gobiernan para la resolución de conflictos que atañen a toda la sociedad.

3. Hemos empezado el mes de julio, tiempo de recolección y cierre de los ciclos escolares a todos los niveles de educación en el país. Las circunstancias en las que se han desarrollado han sido peculiares en estos dos últimos años; aun así, la creatividad y los medios empleados han hecho posible continuar con la formación académica. Ahora, docentes y alumnos se disponen a disfrutar de un periodo de descanso y de recreación. Sea también este tiempo una oportunidad para seguir formándose en la escuela de la familia que nos invita crecer en los valores de la sana convivencia, ayuda, servicio, paciencia y colaboración. A quienes tienen la oportunidad de tomar vacaciones fuera, sean cautos y previsores en horarios, carreteras y velocidad para que puedan llegar siempre sanos y salvos a donde se dirijan. Felicidades para todos. Encomiendo a la paternal protección de San José, custodio de las vocaciones, y al abrazo amoroso y maternal de nuestra amada Reina Inmaculada Margarita Concepción, a toda la familia diocesana


1. Querida familia diocesana, el evangelio de San Lucas que escuchamos hoy (10,1-12.17-20) trata el tema de la misión en el envío de los discípulos. La misión de los discípulos vuelve a aparecer en la gran sección de la subida a Jerusalén (Lc 9,51-19,27). Lo primero que ha de tener claro el misionero es el rol que juega dentro de la obra. El enviado no es dueño, es colaborador en una obra que no es suya. Es responsabilidad del dueño de la mies proveer de trabajadores para recoger su cosecha. El enviado puede ver también que no es iniciador de la obra. Él es sólo continuador de una obra que ya ha llegado al punto de la cosecha. Por tanto, no somos iniciadores de la obra de Dios, ni la obra de Dios comienza con nosotros. Somos continuadores de una obra que, también sin nosotros, puede ser llevada a feliz término. Dinero para conseguir alojamiento, morral para llevar provisiones, y sandalias que dan cierto estatus y aseguran el camino han de ser abandonados. Estos son los nuevos patrones de vida según los que se ha de mover quien participa de la misión. El cambio de los patrones existenciales es signo de la confianza absoluta en el dueño de la mies. La urgencia misional no ha de llevar al enviado al grado de abandonar hasta el mínimo signo de cortesía, pero es tal que no permitirá al misionero detenerse para el caso en el cumplimiento de su misión. Dios permita que nuestra fe madure al grado de colaborar con el dueño de la mies en el trabajo de sus campos. Dios haga de nosotros discípulos misioneros auténticos y fieles servidores del Reino.

2. Durante estos días se han suscitado distintos comentarios sobre el comunicado que la Conferencia Episcopal Mexicana hizo el 24 de junio del presente sobre la realidad social que enfrenta México. El comunicado es un análisis y al mismo tiempo una petición respetuosa, clara, honesta y sincera a las autoridades civiles para atender urgentemente la situación de violencia actual por la que atravesamos y que es visible a los ojos de todos. Al mismo tiempo, es un signo evidente de que nuestra Iglesia Católica está en la disposición de ayudar, en lo que a su misión compete, a afrontar este grave y delicado problema social. Por lo que invito a todos a leer este documento que está en consonancia con todos los escritos que los obispos hemos elaborado a lo largo de mucho tiempo atrás denunciando y advirtiendo del mal que crece en medio de nosotros. El carácter profético de la Iglesia no es para polemizar sino para reflexionar y confrontarnos desde el propio corazón hasta las estructuras que nos gobiernan para la resolución de conflictos que atañen a toda la sociedad.

3. Hemos empezado el mes de julio, tiempo de recolección y cierre de los ciclos escolares a todos los niveles de educación en el país. Las circunstancias en las que se han desarrollado han sido peculiares en estos dos últimos años; aun así, la creatividad y los medios empleados han hecho posible continuar con la formación académica. Ahora, docentes y alumnos se disponen a disfrutar de un periodo de descanso y de recreación. Sea también este tiempo una oportunidad para seguir formándose en la escuela de la familia que nos invita crecer en los valores de la sana convivencia, ayuda, servicio, paciencia y colaboración. A quienes tienen la oportunidad de tomar vacaciones fuera, sean cautos y previsores en horarios, carreteras y velocidad para que puedan llegar siempre sanos y salvos a donde se dirijan. Felicidades para todos. Encomiendo a la paternal protección de San José, custodio de las vocaciones, y al abrazo amoroso y maternal de nuestra amada Reina Inmaculada Margarita Concepción, a toda la familia diocesana