/ lunes 11 de julio de 2022

Diócesis de Tapachula | Domingo XV del tiempo ordinario


1. Querida familia diocesana, el fragmento del Libro del Deuteronomio (Dt 30,10-14) que escuchamos hoy pone el acento en los mandamientos escritos en el libro de la Ley. Este es el orden en que aparecen las acciones en el texto original: escucha... para que guardes... vuelve al Señor. No tenemos en la lista una secuencia de acciones verbales que se sucedan, sino más bien dos acciones al mismo nivel - escucha y vuelve al Señor- y otra - para que guardes- que sólo es posible realizar si hay una actitud de escucha. Dos órdenes directas y una finalidad intermedia. De esto podemos deducir que escuchar la voz del Señor es condición necesaria para poder observar los mandamientos y disposiciones del Señor escritos en la Ley.

Por su parte en el evangelio de san Lucas (Lc 10,25-37) un doctor de la Ley pregunta a Jesús acerca de qué hacer para conseguir la vida eterna. A la respuesta de Jesús, ¿Qué está escrito en la Ley?, San Lucas nos recuerda que la Ley ya respondía a esa inquietud: Amarás al Señor tu Dios... y a tu prójimo como a ti mismo. La única dificultad que tendría el doctor de la Ley era conocer los mandamientos y en eso no tenía dificultades. El amor a Dios y al prójimo es el corazón de la Ley y el criterio de relación con Él, con los demás y con nuestro entorno. Basta con llevarlo al terreno operativo de la vida. Dios ha puesto en nuestro corazón lo que nos permite distinguir entre lo que salva y lo que condena, lo que refleja la preocupación de Dios y lo que está lejos de su voluntad. Asumir el espíritu de los mandamientos es más sencillo de lo que nosotros suponemos, basta decir: el otro, el necesitado, el pobre, y el abandonado en el camino son el terreno donde cada uno consigue o pierde.

2. El pasado 4 de julio la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús emitimos un mensaje titulado TEJER EN CRISTO NUEVAS RELACIONES: DE LA FRAGMENTACIÓN A LA UNIDAD. Es una llamado a realizar una Jornada de Oración por la Paz puesto que “necesitamos estar unidos en este momento en que la indignación de nuestro pueblo, ante la barbarie de la violencia, nos están abriendo una puerta para la paz.”

Muy querida familia diocesana, los Obispos del País, como toda la Iglesia, siempre hemos estado preocupados por la paz de nuestro pueblo. Siglos de oración y de acciones concretas dicen más de lo que nosotros pudiéramos mencionar al respecto. Este domingo 10 de Julio iniciaremos juntos un camino que nos llevará a construir un proyecto que nos permita sumarnos al mismo camino de la Iglesia y, al mismo tiempo, ir más allá del momento coyuntural en el que nos encontramos.

Esta respuesta, vista a la ligera, pudiera hacernos pensar que la Iglesia reacciona porque ha sido golpeada por la violencia en la muerte de sus sacerdotes. Ese no es el propósito. Ahora bien, si recordamos al principio del camino a algunos de los Padres que han sufrido en su persona el golpe directo de la violencia, entregando de forma imprevista su vida a Dios, es solo porque sabemos que cuando la violencia llega hasta aquí es porque ha golpeado y diezmado tanto a nuestro pueblo que la lista de los hermanos, víctimas de la violencia, sería interminable. ¡Cuántos hijos de nuestras familias parroquiales han sido víctimas de la violencia! Por cada uno de ellos, cristianos o no, llegue nuestra súplica al Padre de la vida y al Príncipe de la Paz.

Tenemos la certeza de que no queremos dar la impresión de que retamos al gobierno para que vea lo que nos pasa como Iglesia, este no es un problema entre el gobierno y la Iglesia. La paz es un don de Dios, un regalo del Padre amoroso que quiere un espacio seguro para que sus hijos nazcan, crezcan, se realicen en el servicio a sus hermanos y, cuando Él los llame, como decimos a propósito de los difuntos: descansen en paz. Por esta razón todos nosotros, Hijos de nuestro Padre Dios, hemos de procurar parecernos a Él, hombres y mujeres amantes, cuidadores y constructores de la paz.

Este camino inicia con una ferviente plegaria a Dios para que nos haga constructores de la paz y para que nuestros gobernantes cumplan el deber que tienen porque el pueblo los ha considerado aptos para velar por su seguridad y buscar el bien común que son las condiciones para que cada persona en situación de igualdad pueda alcanzar su realización plena como ser humano y como creyente. Es muy triste decirlo, pero en el México de hoy, vivir seguros y en paz no es posible.

Esta semana que termina hemos reflexionado el mensaje con los miembros de la Vicaría Episcopal de Pastoral, por lo que les pido que tengamos en cuenta lo siguiente:
a. De hoy en adelante rezaremos la oración por la paz al final de todas las eucaristías que se celebren.

b. Dado que hemos decidido en nuestro Plan Diocesano de Pastoral que queremos pasar de eventos a procesos, la Vicaría Episcopal (a través de la Dimensión que le corresponda) encabezará la elaboración de un proyecto que nos permita no sólo responder de manera coyuntural a este grave y complejo problema de las violencias, sino de una forma integral y permanente en donde podamos propiciar, además, un diálogo social que nos permita unir fuerzas con toda persona de buena voluntad que quiera sumarse a esta convicción.

Pidamos de todo corazón a Dios que escuche nuestra oración y nos ayude a construir la paz que tanto anhelamos.

Encomiendo a la paternal protección de San José, custodio de las vocaciones, y al abrazo amoroso y maternal de nuestra amada Reina Inmaculada Margarita Concepción, a toda la familia diocesana



1. Querida familia diocesana, el fragmento del Libro del Deuteronomio (Dt 30,10-14) que escuchamos hoy pone el acento en los mandamientos escritos en el libro de la Ley. Este es el orden en que aparecen las acciones en el texto original: escucha... para que guardes... vuelve al Señor. No tenemos en la lista una secuencia de acciones verbales que se sucedan, sino más bien dos acciones al mismo nivel - escucha y vuelve al Señor- y otra - para que guardes- que sólo es posible realizar si hay una actitud de escucha. Dos órdenes directas y una finalidad intermedia. De esto podemos deducir que escuchar la voz del Señor es condición necesaria para poder observar los mandamientos y disposiciones del Señor escritos en la Ley.

Por su parte en el evangelio de san Lucas (Lc 10,25-37) un doctor de la Ley pregunta a Jesús acerca de qué hacer para conseguir la vida eterna. A la respuesta de Jesús, ¿Qué está escrito en la Ley?, San Lucas nos recuerda que la Ley ya respondía a esa inquietud: Amarás al Señor tu Dios... y a tu prójimo como a ti mismo. La única dificultad que tendría el doctor de la Ley era conocer los mandamientos y en eso no tenía dificultades. El amor a Dios y al prójimo es el corazón de la Ley y el criterio de relación con Él, con los demás y con nuestro entorno. Basta con llevarlo al terreno operativo de la vida. Dios ha puesto en nuestro corazón lo que nos permite distinguir entre lo que salva y lo que condena, lo que refleja la preocupación de Dios y lo que está lejos de su voluntad. Asumir el espíritu de los mandamientos es más sencillo de lo que nosotros suponemos, basta decir: el otro, el necesitado, el pobre, y el abandonado en el camino son el terreno donde cada uno consigue o pierde.

2. El pasado 4 de julio la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús emitimos un mensaje titulado TEJER EN CRISTO NUEVAS RELACIONES: DE LA FRAGMENTACIÓN A LA UNIDAD. Es una llamado a realizar una Jornada de Oración por la Paz puesto que “necesitamos estar unidos en este momento en que la indignación de nuestro pueblo, ante la barbarie de la violencia, nos están abriendo una puerta para la paz.”

Muy querida familia diocesana, los Obispos del País, como toda la Iglesia, siempre hemos estado preocupados por la paz de nuestro pueblo. Siglos de oración y de acciones concretas dicen más de lo que nosotros pudiéramos mencionar al respecto. Este domingo 10 de Julio iniciaremos juntos un camino que nos llevará a construir un proyecto que nos permita sumarnos al mismo camino de la Iglesia y, al mismo tiempo, ir más allá del momento coyuntural en el que nos encontramos.

Esta respuesta, vista a la ligera, pudiera hacernos pensar que la Iglesia reacciona porque ha sido golpeada por la violencia en la muerte de sus sacerdotes. Ese no es el propósito. Ahora bien, si recordamos al principio del camino a algunos de los Padres que han sufrido en su persona el golpe directo de la violencia, entregando de forma imprevista su vida a Dios, es solo porque sabemos que cuando la violencia llega hasta aquí es porque ha golpeado y diezmado tanto a nuestro pueblo que la lista de los hermanos, víctimas de la violencia, sería interminable. ¡Cuántos hijos de nuestras familias parroquiales han sido víctimas de la violencia! Por cada uno de ellos, cristianos o no, llegue nuestra súplica al Padre de la vida y al Príncipe de la Paz.

Tenemos la certeza de que no queremos dar la impresión de que retamos al gobierno para que vea lo que nos pasa como Iglesia, este no es un problema entre el gobierno y la Iglesia. La paz es un don de Dios, un regalo del Padre amoroso que quiere un espacio seguro para que sus hijos nazcan, crezcan, se realicen en el servicio a sus hermanos y, cuando Él los llame, como decimos a propósito de los difuntos: descansen en paz. Por esta razón todos nosotros, Hijos de nuestro Padre Dios, hemos de procurar parecernos a Él, hombres y mujeres amantes, cuidadores y constructores de la paz.

Este camino inicia con una ferviente plegaria a Dios para que nos haga constructores de la paz y para que nuestros gobernantes cumplan el deber que tienen porque el pueblo los ha considerado aptos para velar por su seguridad y buscar el bien común que son las condiciones para que cada persona en situación de igualdad pueda alcanzar su realización plena como ser humano y como creyente. Es muy triste decirlo, pero en el México de hoy, vivir seguros y en paz no es posible.

Esta semana que termina hemos reflexionado el mensaje con los miembros de la Vicaría Episcopal de Pastoral, por lo que les pido que tengamos en cuenta lo siguiente:
a. De hoy en adelante rezaremos la oración por la paz al final de todas las eucaristías que se celebren.

b. Dado que hemos decidido en nuestro Plan Diocesano de Pastoral que queremos pasar de eventos a procesos, la Vicaría Episcopal (a través de la Dimensión que le corresponda) encabezará la elaboración de un proyecto que nos permita no sólo responder de manera coyuntural a este grave y complejo problema de las violencias, sino de una forma integral y permanente en donde podamos propiciar, además, un diálogo social que nos permita unir fuerzas con toda persona de buena voluntad que quiera sumarse a esta convicción.

Pidamos de todo corazón a Dios que escuche nuestra oración y nos ayude a construir la paz que tanto anhelamos.

Encomiendo a la paternal protección de San José, custodio de las vocaciones, y al abrazo amoroso y maternal de nuestra amada Reina Inmaculada Margarita Concepción, a toda la familia diocesana